Erika Rodríguez: «Me ha tocado vivir un tiempo muy rico: el tránsito de un siglo a otro»

Erika Rodriguez

En esta nueva entrega de nuestro ciclo de entrevistas a autoras de poesía, presentamos una charla con la poeta Erika Rodríguez. Este ciclo es posible gracias a Lexitrans Perú.

 

Por Ana Rodríguez

Crédito de la foto: Jaidith Soto

«Me ha tocado vivir un tiempo muy rico: el tránsito de un siglo a otro. Se sabe lo que está muriendo, pero no lo que está por venir»

 

¿Cómo te sitúas en el panorama actual de la poesía peruana escrita por mujeres?
El contexto social y tecnológico ha permitido mayor acceso a las mujeres y disidencias a involucrase con la creación. Están cambiando los códigos en el ámbito del arte en general, sobre todo las generaciones jóvenes. Yo soy una poeta de más edad y, aunque he tenido formación académica en Literatura, no me gusta quedarme solo con ese contenido, me gusta explorar lo nuevo, me gusta ir a recitales, quiero saber sobre qué están escribiendo las poetas hoy en día. Me llama la atención la tendencia a la poesía visual, por ejemplo, estructurar un libro más artístico, más interactivo o lúdico. Cuando era joven estaba en boga el libro-objeto. Ahora estoy prestando toda mi atención a la escritura hecha por mujeres y diversidades. No hay un solo espacio, todo lo contrario, la multiplicidad es lo que rige. Algunos nacen y permanecen varios años, otros desaparecen pronto y dejan un legado, también están los fugaces.

 

En tu poemario OPHELIA haces una reactualización del personaje ofeliano, la condición femenina, la cultura posmoderna y el concepto de melancolía…
¿Por qué escribí OPHELIA? Creo que en ese tiempo el personaje fue reactualizado desde varias plataformas artísticas, sobre todo la visual, esa nueva popularidad llegó hasta mí sin buscarlo, estaba ahí alrededor y su influencia me hizo llevar esa nueva cosmovisión a mi escritura y añadirle lo mío. Recuerdo que me gustaba el trabajo de un fotógrafo de los cincuenta que había retratado una Ofelia más vanguardista. Había escuchado, también, el disco de Natalie Merchant que es homónimo a mi poemario y me resonó mucho el concepto usado por ella al proponer que Ofelia podríamos ser nosotras, todas las mujeres podríamos ser trastocadas por una pasión que no necesariamente tendría que ser trágica, sino elevarnos a un renacer más vital, el de la creación, por ejemplo.

Mi poética suele ser muy intertextual: recojo diferentes influencias, lxs autores que leo, la música, obras plásticas que me llaman la atención, etc. A veces describo estados anímicos, los míos o los ajenos y los superpongo al contexto de un personaje/tema del cuadro o me imagino a mí dentro del personaje. Es un juego que dispara la escritura y algunas personas suelen hacer interpretaciones que yo no he pensado, pero que las acepto porque me amplía la percepción de mi proceso creativo. Al final te das cuenta que tu texto ya no te pertenece.

Pienso que me ha tocado vivir un tiempo muy interesante: el tránsito de un siglo a otro. No sé si todos pueden advertir la vehemencia de ese estado. Es un nuevo milenio que nace con mucha crisis y violencia globalizada, todos podemos tener alguna certeza de lo que está muriendo y nos deprime, pero no tenemos claro lo que está por venir. Todo lo que nazca bajo esa premisa, tiene para mí una actitud rupturista. Lo único claro es que nos estamos deshaciendo de códigos y pensamientos que ya no van más, que no se sostienen en este siglo XXI. El no saber, pero tentar cuál puede ser el nuevo espíritu de este siglo, es sumamente erotizador para la creación.

 

Un segundo tema de ese poemario es la noche, ¿cómo es tratado en el libro?
Bueno, el tema no es original, muchos poetas lo trabajan, pero en palabras de la poeta española Montserrat Doucet, hay un protagonismo místico en el poemario, la noche en OPHELIA adquiere un sesgo de intensidad que brinda muchos significados, muchos mundos posibles, literalmente, Montserrat dice: «Para Erika, la noche es la dama perpetua / de fúnebres encajes de sombra / un conjuro exquisito / una estación monacal / un óleo estridente de sombras / donde ahogamos todos los llamados». Y creo que tiene razón, los símbolos son oscuros, existe una certeza tenebrosa que algo va a suceder. El día está visto como un símbolo de claridad, bondad, donde está por empezar algo. Todo lo contrario sucede en la noche, los poemas advierten una ceremonia de final.

 

Con la publicación de tu segundo poemario hay una distancia de diez años, ¿a qué se debió esa pausa entre un libro y otro?
Eso tiene que ver con mi metodología de trabajo, a mí me gusta darme mi tiempo. Creo que ahora tengo la edad y la experiencia como para darme cuenta que existe un proceso creativo donde es muy importante respetar el tiempo y lugar que le toma nacer a un libro. En ese sentido trato de ser cuidadosa y corrijo mucho. Cada autora tiene un proceso creativo diferente. El mío es esperar a sentirme conforme tanto con el resultado final como con el tratamiento que le va a dar el editor. Con Parvas, por ejemplo, el contexto de creación fue la Maestría de Escritura Creativa en San Marcos en el 2016, pero no me sentía anímicamente bien para publicar en ese tiempo, y por lo tanto tampoco era el momento para el libro, ya que yo no iba a prestarle toda mi atención al trabajo de edición y arte. Todo sucedió el año pasado (2023), cuando llegaron espontáneamente oportunidades de publicación con las que me sentía cómoda y respetada, gente que se sumaba al proyecto y todo tenía la sensación de suceder en cadena, en los tiempos adecuados, así se publicó bajo el sello Kimochi, Soluciones Editoriales de la poeta Doris Moromisato.

Mis dos poemarios tuvieron esa mística, de sentirme segura del momento de publicar, de poder elegir un equipo de trabajo que creía y respaldaba con el mismo nivel de creatividad los proyectos, y yo me aferré a eso. Todo lo demás va sucediendo como consecuencia natural.

Para crear, lo que uno más necesita es tiempo. Y el tiempo para mí es un lujo, porque tengo que sostener sola una familia, tengo que trabajar y entonces es complicado. He tenido que organizarme, y tener la suerte de un tiempo límbico (así lo llamo): un tiempo necesario para dedicar a la creación.

 

¿En Parvas hay nostalgia o melancolía? Desde la perspectiva de la psicología, la melancolía anhela recuperar algo del pasado, en la nostalgia (más pasajera) no necesariamente.
No puedo medir eso porque no soy psicóloga ni tampoco trabajo los temas a partir de definiciones unívocas sino de experiencias. No sé, creo que siento más, en lugar de pensar la poesía. En el primer poemario, por ejemplo, sí hay un rastro melancólico que te puedo asegurar que no es mío en su totalidad, sino de las influencias externas con las cuales construí la atmósfera de los textos: la música, la gente que me rodeaba, los libros, personajes o temas que me apasionaba leer. Pero el fin era ese, crear un nuevo lenguaje tenebroso acorde al personaje ofeliano. Para escribir Parvas ya existía un contexto anímico propio, hablo de un proceso de depresión por el cual estaba pasando y decidí usar ese estado de destrucción y convertirlo en un libro. Es un poemario muy íntimo, construido a partir de mi experiencia vital, pero que también puede ser la experiencia de cualquiera, pues es algo que afecta a muchas personas hoy en día. Fui extremadamente cuidadosa en no cruzar esa línea de lo confesional, además quería ejercitar la reflexión y brevedad del haiku, en el sentido de buscar la exactitud de los versos. Por tanto, la nostalgia y la melancolía que dices que se percibe, no tiene un fin objetivo de recuperar nada, solo deviene de un estado anímico de la autora, que se filtra oportunamente para reflexionar, a partir de esa muerte simbólica, sobre la experiencia vital.

 

¿Cómo compaginas tus facetas de profesora universitaria, poeta, mamá y promotora de derechos en Manuela Ramos?
Sí, soy todo eso y ha sido una locura. No te voy a mentir, muchas veces he sentido que el mundo se me ha derrumbado y he pensado en abandonar. Pero te puedo decir que, si algo bueno tiene la maternidad, es que te enseña a organizarte y a establecer tus prioridades, las mías siempre fueron ser profesional, escribir, publicar y trabajar, sin descuidar mis responsabilidades con mis hijas porque ellas van a estar bien si yo estoy bien. Así que muchas veces he tenido que alternar momentáneamente los roles, pues no se puede todo a la vez. Algunas veces estudiaba mientras maternaba, en otras ocasiones trabajaba y cuando fueron más independientes las niñas, me ayudaban mis padres, así he podido terminar mi maestría, publicar dos libros, colaborar con revistas, trabajar y realizarme como madre y además activista, que no es poco. Pero eso y más hacemos las mujeres hoy en día, sostenidas, claro está, por una comunidad de otras mujeres y una red familiar empática con las madres que maternan solas. Cuando era estudiante de pregrado y leí la vida de Marysé Condé, la escritora guadalupeña, yo me asombraba de la productividad de la autora, a pesar de su vida trágica, divorciada dos veces, activista política, feminista y madre soltera, tiene obra voluminosa casi en todos los géneros. Yo siempre me digo, entonces, si Marysé puede, yo también.

 

¿Qué opinas de los talleres literarios?
El taller literario debe ser un laboratorio, donde se pueda orientar una proyecto personal o colectivo de escritura. Un taller también fomenta un tema o proyecto a futuro como consecuencia de la interacción y aprendizaje mutuo. El fin es ejercitar la escritura o lectura, según sea el tema del taller. Se deben manejar ciertas pedagogías y conceptos de escritura, o debate de diálogo, si es de lectura. A mí me gusta dictarlos porque es una experiencia de retroalimentación única, los potenciales creativos o de discusión son gratamente sorprendentes, siempre y cuando no haya jerarquías, es decir, el que imparte el taller debe estar abierto a dejarse enseñar también por sus alumnos, pues se trata de guiar y no imponer.

 

 

CINCO AUTORAS FAVORITAS

  • Montserrat Álvarez.
  • Louise Glück.
  • Cristina Peri Rossi.
  • Samanta Schweblin.
  • Alice Munro.

 

 

SOBRE LA AUTORA

Erika Rodríguez (Lima, 1977) es bachiller en Literatura y magíster en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemarios OPHELIA (2013) y Parvas (2023). Asimismo, sus poemas han sido incluidos en antologías y revistas. Fue productora de Radio Trans y colaboradora en la revista cultural Voces. Actualmente se dedica a la docencia universitaria.

 



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