Ser francés, ser peruano

373468023_297120499600542_8984966335897085897_n

Reflexiones de un escritor peruano radicado hace más de tres décadas en Francia. « Por lo tanto, si ni Félix (Terrones) ni yo no seremos nunca franceses, esto quiere decir que seremos peruanos hasta la muerte, pero… ¿qué es ser peruano?”, escribe Jorge Cuba-Luque.

 

Por Jorge Cuba-Luque

Mi buen amigo, el fino escritor y profesor universitario Félix Terrones, llegado a este mundo en el Perú y residente en Francia desde hace ya dos (¿largas, cortas?) décadas ha publicado en su página de Facebook un post  en el que reproduce una reflexión de la escritora canadiense Nancy Huston en torno a la imposibilidad de “ser francés” de una persona nacida en otro país, que es el caso de la autora, el de Félix y el de quien esto escribe.

Nancy Huston sostiene que es así, aunque se posea el documento nacional de identidad francés, se hayan obtenido diplomas en universidades francesas, recibido honores diversos otorgados por instituciones francesas, y hayan transcurrido muchos años de instalado en Francia; contrapone esa situación (que es la suya), a la de sus hijos, que, por añadidura, son de padre extranjero (el lingüista búlgaro Tzvetan Todorov) pero cuya infancia y adolescencia han transcurrido en el Hexágono y lo que esto implica: ir a la escuela francesa, frecuentar niños franceses, hablar el francés con la cadencia y  todas las sutilezas del idioma real (y no aprendido en un aula), reconocer y reconocerse en suma en los rasgos múltiples de todo pueblo. Me permito sospechar que Félix Terrones está de acuerdo con ese postulado, y la verdad, yo también.

Por lo tanto, si ni Félix ni yo no seremos nunca franceses, esto quiere decir que seremos peruanos hasta la muerte, pero… ¿qué es ser peruano? Se puede inferir, por lo antes dicho, que hay que ser nacido en el Perú y haber vivido la infancia o buena parte de ella en el Perú, que es mi caso. Ahora bien (o ahora mal), fuera de mi ciudad natal, Lima, conozco someramente solo dos ciudades del país: Trujillo y Cuzco, ¿un peruano debe conocer su país para ser aun más peruano? Si es esto condición de peruanidad, la mía podría estar en entredicho, aunque a mi favor debo decir que un día, mi madre nos llevó a mi hermana y a mí al Parque de las Leyendas que, entonces, estaba divido en tres zonas temáticas que reproducían las tres grandes regiones naturales del Perú, Costa, Sierra y Selva, cada una de ellas modelada con elementos que reproducían el hábitat general que las caracteriza. Dudo que alguna vez pueda recorrer personalmente el vasto territorio nacional, pero aquel día en el Parque de las Leyendas, sin saberlo, fui profundamente peruano, sobre todo cuando, paseando alegremente de una región a otra, quedé deslumbrado al llegar a la Selva y me di con un hidroavión amerizado junto a la orilla de un río, amazónico, obviamente.

Años más tarde dejé Chorrillos y la belleza triste de su malecón en invierno, dejé mi forma de hablar el castellano, me vine a Francia donde nunca seré francés, pero tampoco volveré a ser peruano, por lo menos el peruano que fui pues la Lima y el Perú del que vengo sufrieron una mutación irreversible. Y acaso por eso mismo, algunas veces, soy profundamente francés, como cuando voy a la pensión Vauquer a visitar a Papá Goriot, o le doy una sonrisa amical a Charles Bovary en su primer día de colegio y se atolondra al pronunciar su nombre, o cuando me pregunto “dónde están las nieves de antaño”, como François Villon, o cuando disfruto un buen vino de Burdeos y me convenzo de que mi nacionalidad son algunas calles de Lima o de París.

 

 

 



No hay comentarios

Añadir más