Sobre Los sacrificios de la carne, de Jhemy Tineo Mulatillo

Los sacrificios de la carne, Jhemy

Una tierra marcada por el pecado, el deseo y la transgresión. Así nos presenta Martín Vargas Canchanya su lectura del libro de relatos Los sacrificios de la carne, de Jhemy Tineo Mulatillo, ganador del Premio José Watanabe Varas de Cuento 2021.

 

Por Martín Vargas Canchanya

Los sacrificios de la carne es el libro con el que Jhemy Tineo Mulatillo (Moyobamba, 1986) incursiona en la narrativa corta como una joven promesa en la escena literaria local. Se trata además de una obra que obtuvo el máximo galardón al recibir el Premio José Watanabe Varas 2021 en la categoría de cuento. Conozco personalmente a Jhemy Tineo desde hace varios años cuando por azares de la vida coincidimos en las aulas de San Marcos. En esa época, el autor estaba más interesado en la poesía, pero luego, como parte de una evolución natural, se vio seducido por el arte de narrar. Tineo pertenece, pues, a esa estirpe de escritores que una vez fatigadas las honduras del verso han transitado a la prosa con mucho rigor, ejercicio de destreza y demostración de talento. Hace varios meses tuve por fin la oportunidad de revisar las páginas de su ópera prima y la impresión que me dejó la lectura de este volumen de cuentos es sumamente positiva por muchos motivos.

En general, me ha parecido muy admirable el estilo de la prosa narrativa con que están escritos los cuentos. Es cierto que escasea en descripciones, evocaciones y adjetivaciones que permitan sentir el volumen tangible del mundo representado, pero su fortaleza se encuentra más bien en otra parte: radica en la fuerza emocional de los diálogos, en la sensorialidad de las imágenes y en el poder de la sugestión. Si hubiera una manera de caracterizar al estilo de Tineo sería quizás el de hiperrealista. A mi entender, esto significa que la realidad no se presenta embellecida ni cortejada por la figuración del lirismo subjetivo o introspectivo. Muy por el contrario, la realidad se muestra tal cual es: desnuda, rústica y descarnada, sin aspavientos ideales ni mayores aires de trascendencia o grandiosidad metafísica. Esta prosa no busca alimentar una visión nostálgica o idílica del mundo. La posición del narrador suele ser distante e impersonal. Sin embargo, su mirada omnisciente permite aproximarse a la realidad mediante una perspectiva impasible, sin concesiones de algún tipo y lejos de cualquier enjuiciamiento moral. Por su cruda honestidad, imparcialidad y afán objetivo, el hiperrealismo de Tineo es casi naturalista. Va acompañada además de una tesis implícita sobre la naturaleza precaria del orden civilizatorio y las paradojas de la condición humana.

A nivel de la temática de los cuentos, me parece que el protagonista colectivo de todos los relatos es la comunidad de Zapote, pueblo aislado y remoto ubicado en la espesa selva amazónica de Moyobamba, en la región San Martín. Esta localidad se encuentra habitada por familias de colonos agrícolas que pertenecen en origen a un grupo religioso evangélico, bastante cerrado y sectario. Debido a su peculiar ubicación geográfica en el límite mismo de la civilización, Zapote simboliza una especie de teatro en el que de distintas maneras se ponen en escena las fronteras últimas de lo humano. Así, en cada uno de los hechos narrados se manifiestan las tensiones que existen entre la naturaleza y la cultura, entre la pasión y la razón, entre los impulsos del cuerpo y el cultivo de la espiritualidad. Entre tanto aislamiento y rusticidad, los miembros de la comunidad de Zapote viven aferrados a sus creencias religiosas, apremiados por el cumplimiento de rituales carentes de sentido y el miedo que produce la amenazante sombra de Dios. Sin embargo, pese a la hegemonía de este discurso estructurador del orden cotidiano, todos parecen constantemente tentados por la “barbarie” y por el “pecado” inscritos en sus propios cuerpos. En este punto, creo que la subjetividad de la mayoría de los personajes de los cuentos obedece a una cierta configuración ambivalente o contradictoria. Por un lado, ellos parecen abrazar el rígido dispositivo religioso que organiza su conciencia moral, pero, por otro lado, ceden al descontrol y al exceso. La paradoja señalada explica que mientras los personajes asisten puntualmente a misa y acatan los predicamentos del líder religioso de la comunidad, en privado suelen dedicarse al frenesí sexual, a la exploración de sus sentidos, a la blasfemia, a la transgresión moral o al ejercicio de la violencia. Es llamativo que tales acciones son efectuadas por personajes jóvenes o femeninos, lo que constituye una abierta afrenta al orden patriarcal imperante.

En términos del trasfondo ideológico de dicha visión del mundo, cabe afirmar que la perspectiva enfatizada en el libro pone de relieve la importancia que alberga la dimensión del cuerpo. En la medida en que la existencia está encarnada en un cuerpo sensible, el contrapunto de su devenir se halla marcado por la satisfacción inmediata de las urgencias fisiológicas (comer, defecar, orinar) derivadas de su propia vida interior. Asimismo, en tanto que en torno a la dimensión corporal se configura la experiencia de la sexualidad, son igualmente las coordenadas del deseo y del goce del cuerpo las que definen en verdad el sentido último de los vínculos entre los sujetos. La tesis sobre lo humano y el orden civilizatorio se resume entonces en lo siguiente: antes que cualquier anhelo de trascendencia o posibilidad de progreso se encuentra la “caída” impuesta por las pasiones y por los impulsos anclados en la instancia corporal. A partir de esta debacle, se asiste a una vorágine de caos, muerte, aberración y violencia que solo acaba con la perturbación de los vínculos sociales.

El mejor ejemplo de ese funesto desenlace se aprecia en el cuento “Las Elegidas”, el cual junto a “Los sacrificios de Jesús”, considero que es el relato más logrado del libro. En el texto comentado, se narra el intento del líder religioso de Zapote por establecer la poliginia en la comunidad. Esta medida supuestamente persigue un fin demográfico, ya que busca aumentar la población de la localidad ante el peligro que supone la escasez de jóvenes en ella. Además, según se dice, va en consonancia con los dictados de la moral religiosa al basarse en las prácticas contenidas en el Antiguo Testamento. A pesar de estos detalles, lo que rápidamente se deja entrever es que aquel cambio se halla impulsado más bien por la lujuria de los varones ancianos del pueblo quienes constantemente intentan seducir o tomar por la fuerza a las muchachas viudas y solteras. Este motivo subyacente deslegitima la medida de las autoridades al descubrir el reverso obsceno y perverso que se oculta detrás de la ley masculina patriarcal. Allí donde un orden racional pretende instaurarse, lo que se trata de imponer, en el fondo, es la dominación sexual del hombre sobre la mujer. Es dicha hipertrofia de la lascivia masculina la que conduce al final a un escenario de horror y de muerte.

En el cuento, el Pastor de Zapote se casa con tres mujeres jóvenes (Sonia, Ester y Génesis). Cada una de ellas es tomada por el anciano con el objeto de engendrar descendencia. El problema consiste en que estas mujeres no solo no aman a su flamante esposo, sino que, además, no encuentran placer sexual al yacer con él, por lo que deciden dedicarse a las relaciones homoeróticas entre ellas como un medio para pasar el tiempo y conseguir algún tipo de satisfacción. Las tres mujeres, llamadas en adelante como Las Elegidas, hacen todo lo posible por no quedar encintas y hasta recurren al aborto. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, quedan embarazadas y al cabo de unos meses dan a luz prematuramente a niños deformes. A medida que crecen, estos personajes adquieren características monstruosas, lo que manifiesta el origen aberrante de su concepción. Los hijos del Pastor cometen diversos actos de violencia contra los animales del bosque y los miembros de la comunidad. Luego ellos mismos acaban asesinando a su progenitor y aparecen muertos en el río en misteriosas circunstancias.

En el relato, hay quienes interpretan lo sucedido como un castigo divino ante la pecaminosa conducta que constituiría la poliginia y el intento de emular con ella a los antiguos profetas. Sin embargo, la lectura del cuento parece sugerir que este desenlace es otra de las tantas formas en que el exceso del cuerpo amenaza el orden y el bienestar de la comunidad. Cierra la historia con la llegada de nuevos habitantes a Zapote y la fuga de una de las viudas del pastor con un joven colono. En esta parte, nuevamente notamos cómo la pasión sexual desbordada (en este caso, la encarnada en los amantes en fuga) tiene efectos negativos en la sociedad. Al enfrascarse en un amorío pasajero, la viuda descuida su vínculo familiar y luego deja en un estado de abandono a su hijo. Este acude a Dios con el objeto de castigar a la madre y al amante, lo que constituye un retorno a la ley patriarcal religiosa cuyo predominio desató la debacle.

Con sus idas y venidas, los personajes del cuento están presos en un círculo vicioso. Por un lado, temen a Dios y a la ley del Padre, pero, por el otro, sus propios deseos los empujan a la transgresión. Lo que ocurre después es el fracaso de los dispositivos de disciplinamiento del cuerpo y la caída en el pecado. Sin embargo, el sentimiento de culpa es un estado del que los personajes no pueden liberarse, así que siempre vuelve en ellos la apremiante búsqueda de la restauración del orden. Solo así sucede que el sacrificio de la carne se convierte en el medio para que la comunidad pueda seguir existiendo. En esta reflexión se encuentra quizás la clave para comprender el mundo representado en el libro con todos los conflictos y los vaivenes de sus personajes frente a los dictados del orden hegemónico.

 

 



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