Correo privado, correspondencia pública

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Presentamos una lectura del libro Correo privado, que reúne 14 crónicas de autores peruanos residentes en el extranjero. La antología ha sido realizada por Gunter Silva Passuni.

 

Por Jorge Cuba-Luque

¿Qué puede tener de “privado” una correspondencia destinada a lectores anónimos, desconocidos para los autores de los catorce textos compilados en el presente volumen, Correo privado. Crónicas (Editorial El ojo de la cultura, 2023), que el escritor peruano Gunter Silva Passuni ha seleccionado con amplitud de criterio y pertinencia, además de prologarlos?  A primera vista, nada, y hasta parecería un contrasentido, pero, bien mirado, si hay algo del dominio privado, es decir íntimo, en los escritos aquí reunidos, es que son todos salidos de la pluma de escritores que, por razones diversas, residen fuera de su país natal, el Perú, desde hace mucho o poco tiempo y a los que la vida ha llevado por los diferentes rumbos de la rosa de los vientos.

Se trata de catorce crónicas en las que sus respectivos autores no solo observan y describen el espacio en el que se encuentran instalados, compenetrados con él de una manera u otra en lo fugaz, en lo permanente, en lo transitorio, en lo grave, en lo baladí. Son estas circunstancias personales las que nutren cada una ellas insuflándoles un significado mayor, enriqueciéndolas. Es lo que presenta Claudia Salazar Jiménez en «Standclearoftheclosingdoorsplease”», título que bien podría ser un incomprensible neologismo, pero que es la transcripción del anuncio oral del metro de la Ciudad de Nueva York al momento de detenerse en cada estación y que pide a los usuarios no obstaculizar el cierre de las puertas del vagón. Difícil encontrar, en cualquier gran urbe del hemisferio norte, algo más banal que tomar el metro en las horas punta, pero Claudia Salazar Jiménez hace de esa experiencia algo singular y con contenido al observar, por ejemplo, en la multitud de pasajeros, a uno de ellos ensimismado leyendo una novela latinoamericana. O lo que cuenta Pedro Novoa en «Sol a medianoche», crónica de un encuentro en el puerto noruego de Bergen: el escritor se desplaza a la ciudad nórdica donde una mujer debe contarle un drama familiar acaecido durante la Segunda guerra mundial; tras relatarle el hecho lo invita a presenciar el sol como solo puede verse en los países escandinavos, que Novoa contemplará como una de las formas de la maravilla.

Tanto el texto de Salazar Jiménez como el de Novoa son particularmente representativos de lo que Correo privado propone, y como apunta Gunter Silva en su prólogo, sus autores «capturaron un instante o un acontecimiento que terminaron empaquetando dentro del género de la crónica», si por crónica entendemos ese género situado a medio camino entre el hecho real y la subjetividad con la que es reportado. En este sentido, en todos los textos de este correo de remitente plural, las crónicas resultantes están impregnadas de hechos vividos o presenciados de cerca, y su reelaboración, sin duda literaria por el talante de sus autores, no es solo un ejercicio literario sino una experiencia humana.

Así, los textos de Julia Wong, Jorge Coaguila, Grecia Cáceres o Roxana Crisólogo, al llevarnos por Londres, Berlín, o Nápoles, no son solo la tarjeta postal que un turista envía a algún amigo, sino que es también la percepción de un extranjero venido de lejos, de un Marco Polo en un misterioso Kubla Kahn, para emplear la bella imagen de Gunter Silva Passuni en su prólogo. El Londres de Julia Wong  solo puede recorrerse como ella lo hace, con una fuerte dosis de inconsciencia, en busca de lo absurdo; o el Berlín al que llega Coaguila, quien reconoce al amigo que debía recibirlo en el aeropuerto “por el color de la piel” —pues la amistad entre ambos era hasta entonces virtual, vía mails—, antes de recorrer la ciudad cuyos monumentos y calles recuerdan inevitablemente las horas más devastadoras vividas en la Europa en el siglo XX; Grecia Cáceres posa su mirada en lo bulliciosos y desordenados barrios del Nápoles de los que emerge su pasado ancestral, pero también la Lima de hoy.

En otro de los textos que evocan encuentros con ciudades, «Lo profundo de la noche», Roxana Crisólogo rememora un breve paso por Kiev en 2014, apenas una noche, pero tiempo suficiente para comunicar emociones con una anciana mediante gestos, para ver entre las sombras nocturnas, y recordar la capital de Ucrania ahora que una guerra; injusta como todas las guerras, la cubre de dolor.

Pero también está la frontera humana, en la figura del policía de migraciones, como en el texto de Pedro Medina «Lima-Miami», o Juan Manuel Chávez, hoy curtido viajero,  que evoca su primera salida del Perú, cuando adolescente, en «Después de la frontera», por Tacna. El mundo es de todos, sí, pero no los Estados, que se valen de huachimanes con poder legal para negar o condicionar el ingreso a un país; o el chasco en Italia de tres jóvenes literatos en «Tres escritores en Milán», de Alejandro Herrera. Acaso por eso, Walter Lingán habla de su verdadera ciudadanía en «Nacionalidad: escrito». Gunter Silva Passuni le ha dado también espacio a la crónica de rasgo más bien diverso, como el onírico, en el que la nieve, ausente en la ciudad natal de Luis Rebaza Soraluz, aparece en «Un sueño ardía en la nieve». O la del París subterráneo que ve la vida y muerte de un grupo literario, que Mario Wong, relata en «Odradek». Y Raúl Tola, que se regala y regala con su crónica sobre tauromaquia, en la que da cuenta, cual entendido, de la consagratoria faena del torero peruano Andrés Roca Rey en la plaza de la Maestranza de Sevilla, uno de los mayores templos de la llamada fiesta brava.

Si hay un denominador común en estas crónicas, que incluyen atentados terroristas en Francia, es la sensibilidad de sus autores, entendiendo aquí por “sensibilidad” el bagaje cultural y la experiencia de vida de los mismos: todos han nacido y crecido en el Perú, se han forjado en su sistema educativo, o sea, se trata de peruanos hasta el tuétano, y es esta peruanidad la que da forma y fondo a Correo privado. Crónicas, cuya privacidad estriba en el sentimiento de cada una de estas correspondencias.

Finalmente, alguna feminista tal vez lamente que, en Correo privado. Crónicas, en estos tiempos de paridad de género, solo se haya considerado cuatro textos escritos por mujeres. Por lo demás, habría que reprocharle a Gunter Silva Passuni su elegante gesto de no haber incluido una crónica su cosecha, pues, con los años que lleva residiendo en Londres bien pudo habernos contado algo sobre sobre el par de amigos suyos que viven en el 221B de Baker Street.

 

 



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