La poética del cuerpo de Rocío del Águila Gracey

Morada de los cuerpos de barro

Presentamos una reseña del poemario Morada de los cuerpos de barro (Hipatia Ediciones, 2022), de Rocío del Águila Gracey. «Morada de los cuerpos de barro es un relato de la recuperación de la inocencia gracias a los cuerpos», señala Luz Ascárate sobre este libro.


Por Luz Ascárate

Luego de siete años de silencio, Rocío del Águila Gracey nos entrega una exquisita producción que emprende el proyecto de una poética del cuerpo. Desde su primer poemario titulado La falsa piel que me habita (2013), pasando por Infinito(2015) y llegando a este último, Morada de los cuerpos de barro(2022), la problemática que atraviesa su poética es la que denominaré una “adecuación del cuerpo”, si comprendemos cada uno de estos poemarios como diversos momentos y maneras en los que el cuerpo de uno se encuentra, adecúa y reconcilia con el cuerpo primordial del ser del mundo. Estarse en la piel de uno, primer momento; el hacer el amor con el otro, segundo momento; y este tercer poemario, tercer momento, como el volver a la vulva originaria que nos pare (“retorno al húmedo inicio / de tu vientre escarchado. / El dolor de tu herida nacida del caos / es / un sexo estrellado / que inunda los mares del olvido.”, p. 11). Esta poética en tres momentos emula el sistema hegeliano de partida, ida y vuelta. Se trata, entonces, de un sistema del cuerpo, “sistema” por su coherencia con lo real. Pero este sistema no puede ser cerrado, pues los cuerpos son por principio abiertos, dispuestos a su regreso esencial, que es en cierto modo una apertura originaria y latente.

Como sabemos, “cuerpo” proviene del latín “corpus”, que alude a la parte material de los seres animados (dic. CNRTL). Así, el corpus es el recinto o la morada del alma, siendo también su opuesto, de ahí que uno de los problemas filosóficos fundamentales sea el de la unidad, interacción, duplicidad, alma-cuerpo. En el libro del Génesis, el cuerpo es simbolizado con el barro, al cual se le insufla el alma mediante el soplido divino. El título del poemario es, pues, una doble tautología, construida con tres palabras que significan en el fondo lo mismo: “morada”, “cuerpo” y “barro”. Pero el orden, la relación genitiva, la elección del plural o del singular, que la poeta impone a estos elementos no es del todo anodina.

Los cuerpos, elemento ubicado en segundo lugar y en plural, pertenecen, pero pertenecen a su ser morada, “morada de los cuerpos”. Son los cuerpos que pertenecen a su ser morada primordial. De estos se desprende su ser barro, la materialidad. Nos encontramos con una inversión del relato del génesis. En este sentido, si el génesis es un relato sobre la pérdida de la inocencia por el cuerpo, Morada de los cuerpos de barro es un relato de la recuperación de la inocencia gracias a los cuerpos. Hay otra razón por la cual “morada” es la palabra esencial, y es que Rocío del Águila Gracey es una poeta en el exilio (“Un susurro en mi oído / me llama / me desgarra / y me condena / hacia el agónico exilio.”, p. 45), poeta en el exilio o en el viaje, en el “entre” del suelo propio y del extranjero; situación que da una peculiar importancia al regreso del cuerpo o en el cuerpo: “aprender / a vivir en /el exilio / desde tu / cuerpo” (p. 21).

De hecho, como para Sigmund Freud (1976) y para Maurice Merleau-Ponty (2020), el origen, la morada es aquí la madre, a quien va dedicado el poemario, y también a Lima y a Chiclayo. La madre y estos lugares fueron sus primeras moradas. El poemario se divide en dos partes. La primera está justamente dedicada a “La morada” y la segunda a “Los cuerpos de barro”. Encontramos, en ellas, además del barro, diferentes tipos de materialidad “espacializante” (cósmica, terrestre): reconstrucción de mar, desierto, llanura, dunas; y diferentes tipos de materialidad propia: escamas, fuego, pliegues, pero también “átomo, espora, reptil, mamífero” (p. 35). Encontramos, en fin, partes diferentes del cuerpo: pezón, vientre, sexo incendiado.

El alma es aquí la recolección del cuerpo. Una recolección que no se hace sin disgustos, pues también hay hambre, violencia, orfandad y hay hijos a quienes la patria ha olvidado. La recolección a la que nos invita este libro es, entonces, crítica, temporal y deconstructiva. La temporalidad progresa en regresión, como en Viaje a la semilla de Alejo Carpentier (2013). Volvemos, con la lectura de estos versos, al origen.

Volver al origen es recolectar este cuerpo exiliado, llevarlo a su principio vaginal, se trata de una recuperación del silencio. En esto, la poeta se encuentra con Hildegarda de Bingen (2009), observadora de los cuerpos que encontró en ellos la sagrada unidad del cosmos. Volver al origen es también auscultar en el barro que nos hace reconocernos juntas como vírgenes, putas, niñas, madres (p. 33), cuerpos abiertos, marcados por la leche.

Volver al origen es también amarse “entre las mismas sábanas” (p. 51) y develar la matriz húmeda que es ahí el deseo, descifrarlo descifrándonos. Es aquí que María Emilia Cornejo aparece en este poemario para recordarnos que en el fondo se trata de encontrarnos en el otro, en la mitad de nuestro recorrido hacia el origen para recorrerlo juntos.

Esta morada que Rocío del Águila ha construido de cuerpos vivos, de barro, de fuego, de deseo promete, más que el cierre del sistema, la apertura material a la búsqueda de un nuevo origen.


Referencias

Carpentier, Alejo, Viaje a la semilla, Navarra: Txalaparta, 2013.

Del Águila, Rocío, La falsa piel que me habita, Lima: Hipocampo, 2013.

Del Águila, Rocío, Infinito, Lima: Hipocampo, 2015.

Del Águila, Rocío, Morada de los cuerpos de barro, Lima: Hipatia Ediciones, 2022.

De Bingen, Hildegarda, Scivias. Edición de Azucena Fraboschi. Buenos Aires: Miño y Dávila, 2009.

Freud, Sigmund, Trabajos sobre metapsicología, en Obras completas, vol. 14 (1914-1916), traducción de José L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 1976.

Merleau-Ponty, Maurice, Le problème de la parole. Cours au Collège de France, 1953-1954, Genova: Metispresses, 2020.



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