Por Úrsula Alvarado Noblecilla
El poemario tiene su origen en una vivencia dolorosa, un accidente de tránsito bastante complejo que ocurrió en 2014. Como es de imaginar, en un primer momento no podía ni pensaba en escribir, mucho menos sobre este tema, pero poco a poco -quizá por la necesidad de ordenar mis ideas y calmar las emociones- fui escribiendo algunos textos. Sin proponérmelo mucho, comenzaron a repetirse algunas imágenes, la hoja que cae o la sensación de ser parte de un bosque, a partir de ello se construye el libro. Me parece importante señalar además que, como en toda construcción literaria, al escribir ficcionamos, construimos un personaje, así que si bien existe una vivencia que detona la escritura; la imaginación y la poesía hacen lo suyo.
- Selección de poemas
ELOGIO DEL HASTÍO
Ángel de la esperanza y los calendarios,
¿conoces la desesperación?
Anne Sexton
Frente a mí el desayuno se derrite
como el espacio del recinto que lo contiene.
Los árboles me han dejado de hablar.
Gasto tiempo en nimias distracciones:
Me convierto en barro,
en docenas de raíces que tejo y destejo.
Exploro bajo la arcilla y cosecho cuarzos lilas,
ópalos transparentes ante mi asombro.
Como pececillo ansioso
el tiempo escapa de mis muslos
ciego, líquido y sediento.
¿Cuánto más mis vértebras sin danza y fuego?
Erróneas como el miembro extirpado que palpita
o las desgarradas alas de una mariposa,
ante la palabra vuelo se enervan.
A muchos kilómetros,
una ola que muere en la orilla
trae consigo la voz del mundo.
Lejos de mojar mis pies en ella,
ofrendo mi cuerpo a quien pueda seguir luchando
con los huesos que me faltan.
PÉTREA
Y todo aquello que no me permito pronunciar
muere inescrutablemente azul entre mis manos.
Mi luto crea manchas con las que riego consciente
esta hoja y su gramaje inmaculado,
más la pureza de la hoja
nunca acaba.
Abracadabra:
Soy la piedra y no cubro más la sepultura.
¿Dónde la carne desgarrada y el verbo austero?
¿dónde la belleza y la luz?
Diáspora de ausencias.
Del centro de mis llagas emerge un poema,
brillante costra de palabras consteladas.
CANTO A LA HOJA QUE CAE
Una recargada nube retiene la lluvia
y en vaporosa distancia observa
el viaje inevitable de la hoja que cae.
¡Cuánto tiempo he buscado la magia!
La causalidad es un viejo niño que frente a mis ojos
se descascara,
me ofrece el poder de adivinar el camino
y detener en seco el curso de mi lágrima.
Un impulso primero determina el resto.
Basta que el ave malinterprete la caricia del viento
para condenar a su bandada al desvío.
Un pequeño giro en la esquina incorrecta,
una fracción de segundo,
un bostezo a destiempo desincroniza el paraíso.
Ya sabes
el aleteo incesante de la mariposa.
Si desde ahora decido caminar de manos
¿caerán como manzanas las llaves?
¿se abrirán como flores las respuestas?
Algún día he de ser la hoja que cae.
Antes seré fruto, savia, alimento;
pero esta tarde soy nube y llevo cerrados los ojos
porque los he tenido abiertos
y no he visto nada.
De «Canto a la hoja que cae»
(Hanan Harawi Editores, 2021)
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