La literatura arde: “Unicornios y cocodrilos”, de Orlando Mazeyra Guillén

 

Un comentario a la más reciente publicación del escritor Orlando Mazeyra Guillén, quien en estos días de cuarentena ofrece gratuitamente el libro a los lectores que le escriban al correo [email protected]

 

Por Jaime Cabrera Junco

Por distintas circunstancias literarias echo mucho de menos a Oswaldo Reynoso. Y lo recuerdo especialmente cuando me aseguraba que la literatura peruana más comprometida se hacía fuera de Lima. Estas palabras resuenan en mi mente otra vez ahora que acabo de leer los textos del escritor arequipeño Orlando Mazeyra Guillén. En los 28 relatos de Unicornios y cocodrilos —dos de los cuales son más bien evocaciones o testimonios— arde el fuego de la literatura, una pasión por la historia a contar y por la cual su autor —intuyo— se inmola a lo bonzo y toma como insumo sus propios demonios. Dicen que la familia es la célula básica de la sociedad, y en la mayoría de los relatos de este libro, esa célula explota sacando a relucir las miserias de esa patria chica que es el hogar. Sin mayores artificios estilísticos y, con un lenguaje que fluye y corre como pólvora, las historias de Mazeyra Guillén son pequeñas bombas que el lector enfrentará para a su vez interpelarse a sí mismo. La brevedad es un punto a favor, pues estos relatos son como inyecciones que van directamente a la vena.

Si bien la familia es una constante en muchos de estos cuentos, aparece también un leit motiv subyacente: la literatura o, más precisamente, la escritura. Este juego metaliterario, donde el narrador hace guiños al lector y se vislumbra al autor, es el gran tema unificador en esta nueva entrega. Una virtud del autor es la elaboración de diálogos ágiles y que aumentan la intensidad narrativa. Cuentos como el simbólico “El vuelo del cóndor” o “Un extraño te abraza” —para mi gusto el mejor del libro— revelan una destreza narrativa, pero sobre todo la consolidación en el universo narrativo donde Mazeyra parece más a sus anchas: la familia. En su exploración por los terrenos de la ciencia ficción sale poco airoso, me refiero concretamente a los cuentos “Elecciones en Ariadna” y “Un pueblo llamado Celorio”, pero demuestran una saludable osadía, pues creo que un autor debe intentar salir de su zona de confort. Otro aspecto a resaltar es el del humor negro que imprime de manera sutil o de manera manifiesta, restando solemnidad a los textos y dándoles un aire más coloquial.

Por esa cuestión elitista y argollera que tiene la literatura limeña —que no peruana—, Orlando Mazeyra Guillén no tiene el reconocimiento que se merece plenamente. Sea a través de sus cuentos o en sus articuentos en el semanario Hildebrandt en sus trece, el lector encontrará historias cotidianas, pero contadas con mucho nervio y, sobre todo, que ponen el dedo en la llaga. Esto puede resultar gratificante para quienes buscamos historias que nos conmocionen y no sean mero entretenimiento. En este libro hay mucho de eso, de allí que espero pueda tener una gran recepción no solo en Arequipa, donde el autor ya se ha ganado un lugar en la narrativa contemporánea.

 

P.D.: Aquí un relato de muestra titulado «Las confesiones de un pirata».