Luciana Sousa: “Cada vez más el escritor sale de su aislamiento”

Conversamos vía mail con la escritora argentina Luciana Sousa, quien estuvo recientemente en el Hay Festival Arequipa 2018. Integró la lista de los 39 mejores escritores de ficción menores de 40 años de América Latina, Bogotá. Tiene una novela publicada.

 

Por Ricardo Flores Sarmiento

En un lugar de tránsito, una mujer, de siete meses de embarazo, encuentra a una persona en un baño que iba a limpiar. Esa situación cambiará los siguientes días de su vida y los de sus compañeros de trabajo. A través de sus ojos vivimos la angustia, el calor y el cansancio en un paraje alejado de una ciudad. Luro es la primera novela de la escritora argentina Luciana Sousa (1986), la cual fue publicada en 2016 por la editorial Funesiana y reeditada por Tusquets (2018).

Con esta novela, la cual está acompañada —en ambas ediciones— de ilustraciones trabajadas por su hermano Agustín Sousa, fue considerada dentro de Bogotá 39 en 2017. Lista que elige a de los 39 mejores escritores de ficción menores de 40 años de América Latina.

¿Cómo nació la novela Luro?
Empecé a escribir Luro en el marco de un taller. Tenía algunos elementos brindados por consignas, y luego le fui incorporando lo propio, aquello que venía conmigo, que era la imagen de la ruta al sur. Yo iba a pescar con mi papá a un pueblo al sur de la ruta 3, Bahía San Blas, y pasaba por esas localidades y me preguntaba cómo sería la vida allí. Y esa idea, que estaba rumiando dentro, encontró su lugar en la novela.

¿Por qué decidió que la primera edición se publique en una editorial pequeña?
No sé si fue una decisión. Sentí la necesidad de publicar y me encontré con una convocatoria de esta editorial, Funesiana, y mandé el original. Quizás no tenía la autoestima tan alta para presentar el texto ante otra más grande. Ya bastante miedo tenía que me la rechazaran en la editorial más pequeña.

En la novela mantiene la tensión con la aparición de un personaje que capta la atención de la narradora y sus compañeros. Luego, maneja el ambiente con las sensaciones que trasmite la narradora, quien está embarazada. ¿Cómo trabajó la tensión poniéndola en distintos focos a medida que avanza el relato?
Es algo que yo observo mucho en el cine, o en las series ahora, y me parece que funciona. Hay muy pocos casos de libros donde se mantiene la tensión en un solo conflicto sin saturarlo. El tema del embarazo me permitía transmitir lo que siente la protagonista, que es una chica un poco apática, pero también es la voz que narra. Entonces la panza posibilitó hablar de su temor, su tristeza o su tensión, sin mencionarlo directamente.

¿Por qué decidió ambientar la novela en un pueblo alejado y caluroso —sensación que da al leerlo—?
Es el propio ambiente de esa zona de la pampa. Me interesaba contar una historia que no sucediera en Buenos Aires, que fuera un lugar no-lugar, como es una estación de servicio en una ruta. Un lugar que no es campo ni es ciudad, y en donde la mayoría de la gente está de paso. Una suerte de purgatorio.

Al leer Luro me dio la sensación de tener un ambiente enrarecido cercano a la narrativa de escritoras como Ariana Harwicz o Selva Almada, ¿cuáles son tus principales referentes literarios?
Bueno, a ellas las admiro mucho. Hace poco escuché un comentario del tema de la literatura en espacios abiertos, en relación a Luro. Yo creo que se emparenta en ese sentido, principalmente. Después, admiro a muchos colegas, argentinos y latinoamericanos en general. En Argentina, entre muchos otros, a Francisco Bitar, y a Mariana Travacio. En Perú, a Claudia Ulloa Donoso. En México, me gusta mucho lo que hacen Emiliano Monge y Valeria Luiselli.

Ha participado de varios talleres literarios incluso en uno de ellos nace la semilla de Luro, ¿qué es lo que debe esperar un participante de estos talleres?
Espacios para compartir lecturas. La escritura es solitaria. A muchas personas les sirve poner en común sus textos, intercambiar opiniones, descubrir autores.

¿Cómo son sus procesos creativos? ¿Cómo trabaja sus relatos e historias?
En general, hay una escena o tema que me conmueve. A partir de eso la escribo, y luego tengo una relación de parentesco con esa historia; voy pensando en ella todo el día, y agregando datos, giros, frases, etc. Como yo no trabajo de ser escritora, trato de ir recopilando este material durante el día, y a la noche lo vuelco en mi texto. Uso mucho las notas de voz del celular.

¿Qué significó para su carrera literaria ser elegida como parte de Bogotá 39?
Fue un impulso muy grande. Me dio la posibilidad de conocer autores que, como yo, publican en sus países, y hacen cosas muy interesantes. Y la oportunidad de tener más lectores.

¿Le genera más presión para publicar?
No, en todo caso, te alienta a seguir escribiendo. La instancia de la publicación no es posible pensarla desde el inicio, porque condiciona demasiado el curso de un texto. Por eso la instancia de la escritura es la de mayor libertad.

Se eligió a una buena muestra de escritores de todo Latinoamérica. Si bien fueron 39 los elegidos, podría hacerse una lista con escritores que no fueron seleccionados.  ¿Hay algún o algunos escritores o escritoras —para usted— que podrían haber integrado la lista?
Seguro, cada uno de nosotros haría una lista diferente. La lista es un programa, una aproximación. No hay una única lista posible, y eso es lo interesante.

En líneas generales, creo que en mi lista hubiera incluido más mujeres. Me cuesta pensar en términos de nombres, porque sería injusta también con aquellos escritores y escritoras que aún no he leído o no conozco. En todo caso, me parece que en esa búsqueda de nombres hay una segunda lista o aproximación que es tan interesante como la primera.

Dentro de la antología que se realizó como parte de la selección incluyeron un relato suyo: 56 (la caída). ¿Este cuento va a ser parte de un conjunto? ¿Está trabajando en un nuevo proyecto?
No, es un cuento que preparé solo para la antología.

Ahora estoy escribiendo. Todavía sin formato o proyecto definido. Me estoy dedicando a escribir sin conciencia de proyecto, que es lo que más disfruto.

En Argentina hay una corriente fuerte de escritoras comprometidas con las causas sociales, pienso en Claudia Piñeiro o Samanta Schweblin en lucha por la legalización del aborto. A raíz de estos compromisos, le pregunto, ¿cuál es su visión del ser escritor o escritora? ¿Solo como alguien que publica libros o una persona compromete también en las causas?
Comparto la idea de que el escritor no es solo una persona que publica libros. O no debería serlo, o al menos a mí no me gustaría serlo. Toda mi vida me he comprometido con aquellas causas políticas y sociales que me han conmovido, y lo seguiré haciendo.

En ese sentido, veo que cada vez más el escritor sale de cierto aislamiento para organizarse, como sucede con la Unión de escritoras y escritores, en la cual hay una voluntad de intervención más allá del ámbito de la producción literaria. Eso es saludable, a mi modo de ver, porque vuelve a plantear cierta discusión del rol del “intelectual”, como sugirió Claudia Piñeiro en su discurso de inauguración de la feria del libro de Buenos Aires, en 2018. Necesitamos más personas, más escritores, más artistas, más pensadores, comprometidos con su tiempo, y no solo con su obra, porque tomar la voz es un hecho político, y no solo estético.

 

*Nota: en nuestra comunicación por correo aún quedaba pendiente conocer su lista de cinco libros favoritos.