Nataly Villena: «Se escribe mejor sobre lo que se conoce bien»

 

Conversamos con la escritora Nataly Villena Vega, quien acaba de publicar «Nosotros que vamos ligeros», libro que nos presenta ocho relatos con un eje en común: el viaje como punto de partida para intentar resolver los conflictos de sus personajes, como también como una manera de volver hacia uno mismo.

 

Por Jaime Cabrera Junco

“Estoy plenamente establecida en Francia, mis hijos nacieron aquí. Vuelvo al Perú con frecuencia, todos los días leo los periódicos, me comunico con amigos y familia en el Perú. Pienso, extraño, amo al Perú. Mis hijos también son peruanos”. Nataly Villena Vega es una escritora nacida en Cusco que reside en Francia desde 1999, país al que fue para estudiar un doctorado en literatura. Ha trabajado durante ocho años para una editorial independiente y se ocupa actualmente de los derechos de autor en un sello de música. Se da tiempo para escribir y también para la web Las Críticas, de la cual es directora. “Las Críticas es un espacio virtual de crítica literaria hecha por mujeres”, señala.

¿Qué tanto te ha marcado Cusco?, le pregunto. “El Cusco es una ciudad que marca a cualquier persona. En primer lugar porque permite una percepción interesante de nuestro país y también del mundo. Desde allí, el Perú se dibuja sin una visión centralista, hay un entendimiento más completo de la cultura andina, de la historia peruana, de las relaciones entre la ciudad y el campo; luego, hay estructuras sociales y culturales propias a las ciudades pequeñas que pesan excesivamente en el individuo. Esto último es una paradoja porque sucede otro fenómeno, que en un día en el Cusco se puede ver pasar al mundo entero, a gente de distintos puntos del planeta. Entonces, como cusqueña, siempre observé como natural esta interrelación y diálogo entre lo autóctono y lo cosmopolita”, afirma.

La publicación de su segundo libro, Nosotros que vamos ligeros (Animal de invierno, 2018), propicia este diálogo a través del correo electrónico.

Entre tu novela Azul y tu más reciente libro, Nosotros que vamos ligeros, hay una distancia de 13 años. Me gustaría saber si eso indica que en ese lapso dejaste en suspenso la escritura por dedicarte a otras cosas o siempre estuviste escribiendo y no lograbas dar forma a las historias que querías escribir.
Siempre escribí. Hubo periodos de página en blanco, porque no siempre hay algo que decir, y si algo he aprendido en mis años de editora, es que se escribe demasiados libros inútiles y que se debe publicar cuando realmente hay algún aporte. Entonces fue un periodo latente, seguramente con sus propias claves interiores, que no sé explicar, pero durante el que estuve guardando ideas, escenas, frases, anécdotas, sabiendo que llegaría el momento de integrarlas en historias. Durante esos años, hice un doctorado en literatura y mi relación con la ficción y la propia escritura se hizo más racional, cerebral. La relación que se tiene con los textos en ese plano hace que una sea una terrible crítica de sí misma y ello tiene por consecuencia el temor de escribir textos que no estén a la altura de las expectativas propias. También hubo de eso.

Si bien es cierto publicaste algunos cuentos en antologías y revistas, es curioso que tu segundo libro sea un libro de cuentos y no una novela. ¿Por qué volver al cuento o no seguir en la novela?
Antes de este libro estaba escribiendo una novela y de modo paralelo, en un momento de bloqueo, empecé a escribir un cuento y luego seguí con otro, así, hasta que sentí que eso es lo que mejor se ajustaba a ese momento, podía acomodarse a todas las obligaciones que tenía, pero sobre todo al tema central. Podía acercarme a la cuestión del viaje de perspectivas distintas, con voces e incluso jugar con estilos distintos, lo que una novela no siempre permite.

¿Cuál es tu relación con ambos géneros? ¿Este libro es un reencuentro con el cuento o un intermedio entre una próxima novela que tienes en proceso?
Ambos géneros me gustan. El cuento siempre me fascinó, es un género extremadamente exigente, cada pequeña imperfección se nota de inmediato. Hay que construir cada cuento con delicadeza, pues es una estructura frágil, con su parte visible e invisible. Lo visible son las historias y las frases que se van encadenando, lo invisible es la emoción que va a ir provocando en los lectores, una música que va a envolverlos. Todo eso debe irse entretejiendo a la vez. Escribir cuento es un proceso emocionante, a la vez es versátil, depende del estado de ánimo, de factores a veces incontrolables que le dan en ese momento una forma precisa. Luego se va puliendo, corrigiendo, a medida que lo va leyendo una y otra vez, hasta que quede como una quiere. Todo ese proceso me encanta, es muy intenso y no es excesivamente largo. La novela sigue otra estrategia y requiere otro estado mental. No se equivoca Murakami cuando compara la escritura a una carrera de resistencia. Si el cuento es una carrera de 100 metros, incluso de 200, la novela es una maratón, y hay que estar física y psicológicamente preparada para ello. Hay que ser resistente y perseverante, estar disponible, y no todos los periodos de la vida se prestan para ello. La novela, además, exige imaginar un sistema, un universo, aunque sea someramente, y adentrarse en él psicológicamente durante un periodo de tiempo más largo. En cuanto a la novela que tengo pendiente, hay algunos capítulos escritos y seguramente la terminaré en algún momento no demasiado lejano.

Hablemos de Nosotros que vamos ligeros. Considero que es un libro en el que logras transmitir con el lenguaje la angustia de tus personajes. Pero antes de hablar de la estructura quisiera saber, si te planteaste escribir estos cuentos bajo un mismo eje temático (el viaje) o esto fue surgiendo a medida que escribías los relatos.
El tema lo tenía ya en la cabeza desde hace años. El viaje, la migración, el cosmopolitismo, fueron cuestiones en las que trabajé durante mis años de estudio. Sabía que sobre eso iba a escribir. Los cuentos fueron surgiendo uno a uno, primero escribí el último cuento del libro, y después los demás.

Sí, quizás los personajes sienten angustia, pero sobre todo nostalgia creo. No hay una idealización del viaje ni de la migración. Los personajes están en la situación en la que se encuentra cualquier migrante que ha pasado la primera fase de fascinación y también la segunda, de rechazo frontal. Están en esa fase en la que las dificultades comienzan a ceder para dar lugar a la comodidad y donde se preguntan: ¿por qué todo esto?, ¿por qué he venido aquí? Y lo único que aparece absolutamente claro es lo que ya no se tiene. Lo que se ha ganado, que puede ser mucho, no parece suficiente para llenar el vacío de lo que se ha perdido. Es ese camino el que dibujo en todo este libro. Es también un camino que concluye en la aceptación, tal como aparece en el último cuento.

¿De dónde salió el título? Algunas veces un cuento da título al libro, pero esta vez es un título distinto que engloba a ellos.
Nosotros que vamos ligeros era el título que elegí para el libro desde el primer momento. Luego le puse ese mismo título a una historia que al final decidimos no incluir en el conjunto al no sentirla corresponder a los demás cuentos. Pero el título contiene toda la idea del libro. El «nosotros», que incluye al lector, y la variedad de personajes, masculinos y femeninos. El verbo ir, ese «vamos» que habla del movimiento como algo incesante, el motor de cada historia; y finalmente el adjetivo «ligero», pura ironía, pues cada personaje lleva en sus hombros no solo su historia, sino la historia familiar y la de su país; pero a la vez con esa velocidad, esa ausencia de miedo, esa inconsciencia para entregarse a lo que el viaje promete.

¿Cómo llegaste a estas historias? Si bien en algunos relatos pueden evidenciar ligeramente algunas referencias autobiográficas, hay otros cuentos sobre extranjeros en Francia o, por ejemplo, “Autopista 1” (para mi gusto un excelente relato y el mejor del libro), que da cuenta de un hecho terrible.
Estas historias son ficción, y como toda ficción provienen esencialmente de la imaginación. Hay algún elemento inspirado por la realidad por aquí y allá, en algunos cuentos más que en otros, anécdotas propias y muchas otras ajenas. Pero sobre todo, hay bastante investigación, que es algo que me encanta. Para cada texto hice numerosas lecturas, búsquedas bibliográficas, incluso viajes. Los cuentos no lo muestran ni es mi deseo que eso se haga explícito. Me gusta que apenas dejen vislumbrar elementos sólidos que les den verosimilitud. Sin embargo, para conseguir eso, que es dificilísimo, es necesario que los personajes tengan una biografía consistente, y que la historia que se cuenta esté perfectamente atada en el plano argumental y en el plano psicológico.

Esto nos lleva a un principio sencillo pero verdadero: se escribe mejor sobre lo que se conoce bien. Vivo tantos años en Francia que era natural escribir sobre la vida acá, también sobre el Cusco, donde viví hasta los 24 años, o sobre la vida de la universidad en el Cusco, donde estudié y donde mi padre fue profesor. «Autopista 1» cuenta una situación leída en tres líneas de un periódico que luego fue imaginada enteramente. Me alegra que guste, por la protagonista, por el tema (no se escribe mucho sobre eso) y porque también escribirla fue un desafío.

 ¿Qué es lo que más trabajo te costó o aquello en lo que particularmente le pusiste más énfasis al momento de escribir y corregir estas historias?
Me gustan los desafíos. Explorar situaciones, buscar personajes frente a encrucijadas e imaginar lo que pueden hacer, las opciones que pueden plantearse, también hacer que actúen del modo más humano posible, que es el error. Esta cuestión del error también está presente en la ironía. Nada es completamente lo que parece, y hay un juego de sorpresa con las expectativas de los personajes.

Escuché en una entrevista con José Miguel Silva, de Libros a mí, que si bien no hay una clara influencia para este libro, me pareció interesante encontrar algunas líneas en común en cuanto a construcción de personajes con la escritora Pilar Dughi, me refiero concretamente a la construcción psicológica. Tus personajes son seres solitarios o están en busca de algo y viven en incertidumbre mientras realizan esa búsqueda. ¿Qué reflexiones tienes en cuanto al estilo de Nosotros que vamos ligeros?
La construcción psicológica de los personajes es algo que me gusta. Todos tenemos miedo, desesperanza, todos tenemos nuestras pequeñas y grandes cobardías, todos también podemos ser en algunos momentos gente valiente. Y creo que los mejores personajes son los que se muestran en toda su humanidad, con todas esas contradicciones. Autoras y autores como Joseph Roth, Pilar Dughi, Doris Lessing, Joyce Carol Oates me gustan mucho porque desarrollan eso a su manera.

Mis personajes son solitarios como lo somos todos en el fondo. Pero al estar en movimiento, algo que casi todos experimentamos también alguna vez, están confrontados de modo más radical al abandono, al tenerse solo a sí mismos y a encontrar la fuerza en ello.

El estilo tiene también algo inconsciente, que solo lo perciben los demás. De lo que sí estoy consciente es que deseaba que estas historias fluyeran del modo más natural posible, que las frases fueran precisas, directas, con economía en los diálogos, como si hubiese solo un modo de contar estas historias, este y no otro.

¿Consideras que ya encontraste una voz, una manera de contar, que seguirás explorando en otros libros?
Me siento cómoda con esta voz, pero también intuyo que se irá transformando, porque sino la escritura dejaría de ser interesante. El mismo hecho de haber terminado este libro ha cerrado probablemente algunos caminos, ya no puedo repetirlos, pero ha abierto también otros.

¿Tu relación con la escritura es de goce o te la planteas como una disciplina, es decir, con horarios?
Las dos cosas, goce absoluto y también disciplina. Es goce en la etapa primera, donde debe fluir la imaginación y los elementos externos son alimento, electricidad. Luego en la propia escritura, en la relectura, es goce mezclado con disciplina. Tener fechas límite, presión o alguna restricción me resulta útil. La combinación de ambos estados hace que escribir sea una experiencia intensa y a veces desgastante pero que me hace inmensamente feliz.

 

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE NATALY VILLENA VEGA

  1. Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi
  2. Conversación en La Catedral de Mario Vargas Llosa
  3. Las tres luces de Claire Keegan
  4. Guerra y paz de Tolstoi
  5. Una novela rusa de Emmanuel Carrère

 

Bonus track:
La leyenda del santo bebedor, de Joseph Roth