Ricardo Sumalavia: “La ansiedad me ha llevado a desarrollar una prosa breve”

 

Una conversación con Ricardo Sumalavia, autor peruano que luego de una década en Francia se ha instalado nuevamente en Lima y en su libro No somos nosotros se refiere precisamente a ese retorno al lugar de origen. Aprovechamos también para plantearle el cuestionario que él hizo a los autores antologados en el libro Selección peruana. 2000-2015.

 

Por Jaime Cabrera Junco

Literariamente se siente más afín a poetas que a narradores. Menciona, por ejemplo, a César Vallejo y a José María Eguren, al Martín Adán de La casa de cartón y al Jorge Eduardo Eielson de la novela La muerte de Giulia-no. De los autores extranjeros, admira a Enrique Vila-Matas, César Aira y Sergio Pitol. “Son para mí autores referenciales”, nos dice Ricardo Sumalavia (Lima, 1968), quien acaba de publicar una novela titulada No somos nosotros (Seix Barral), donde nos presenta a un alter ego que inicia el retorno al lugar de origen. Un regreso a través de la literatura y en el que desarrolla su estilo fragmentario, de escenas breves en el que la reflexión se compagina con la acción de este otro Ricardo Sumalavia, que probablemente no sea, pero se le parece.

 

Has regresado a vivir al Perú y en No somos nosotros te refieres a una preparación para volver al país de origen. La mayoría de autores que emigran al extranjero lo hacen para quedarse y no vuelven tan pronto ¿Cómo ha sido ese proceso de regreso? ¿Por qué regresaste?
Hay diferentes razones para los retornos, literarios también. He vivido diez años en Francia, en la ciudad de Burdeos, pero nunca me iba a considerar un autor francés. Soy un autor que siempre ha tenido una preocupación por el lenguaje, por el lenguaje como materia, como herramienta y como un fin en sí mismo para lo que quisiera yo decir. Todos estos años en Europa en algún momento me llevaron a pensar que de repente me estaba alejando de ese dinamismo que tiene el lenguaje, aunque ahora obviamente con las nuevas tecnologías uno puede estar comunicado, pero yo quería tener una nueva relación con el lenguaje, con el español del Perú. Es muy curioso porque ese podría ser un interés de un autor realista, pero una cosa no descarta a la otra. Luego, se dieron las circunstancias, soy el director adjunto del Centro de Estudios Orientales de la Universidad Católica, donde trabajaba antes, soy profesor de Literatura en la misma universidad, dicto talleres de narrativa. Soy un escritor peruano en el Perú y esa nueva etapa a mí me enriquece y me conviene como escritor.

En No somos nosotros dices: «En mi caso, el país que dejé ya era un lugar extranjero que me sabía familiar»
Uno se plantea a qué lugar vuelves y descubres que el lugar cambia, que parte del espíritu cambia que se va transformando, que en esencia puede mantener muchos elementos que conocías antes de partir y va desarrollándose como tú mismo. La pregunta iba hacia uno mismo, de repente hasta qué punto la ciudad sigue siendo exactamente igual y es uno quien se ha transformado. Se trata de buscar cierta armonía entre el que parte y el lugar de recepción. Eso me interesaba y quería problematizar literariamente en este libro también hablando de otros autores que viajan, autores que viajan de manera colectiva, de manera individual, que se apartan enormemente de su cultura, de su lengua. Quería ver cómo podía volver hermanándome de las experiencias de otros autores estableciendo cierto puente entre todos ellos y lo mío.

Este libro completa la trilogía conformada por Que la tierra te sea leve y Mientras huya el cuerpo. Podría referirme a tu más reciente obra como un cuaderno de notas con reflexiones, acaso de anotaciones de diario. La pregunta es  ¿cómo te planteaste este libro?
Si alguien observa y hace un seguimiento a todo lo que he escrito, desde el comienzo no he sido un escritor que necesariamente se haya ceñido a los moldes de los géneros narrativos. Desde mi primer libro Habitaciones, que yo me lo planteo como cuentos, de repente un lector podría decir que allí no hay conflictos, no hay una tensión narrativa, son cuentos de atmósfera, era mi manera de narrar esos cuentos, yo creo que sí hay una tensión narrativa como la entiendo, si quieres hasta zen, aparentemente no sucede nada, pero allí hay algo que se contiene, que está efervescente, y eso que está en mi primer libro, Habitaciones. También está en todos los demás, como en No somos nosotros, que parte desde la fragmentación, desde una mirada, que puede ser una mirada intelectual, de lo vivencial, de lo cotidiano, y eso poco a poco me ha ido generando un universo, que creo hay lectores que si es que han leído lo que he escrito ya lo pueden identificar, como un «territorio Sumalavia» (ríe).

Mencionabas en una entrevista en la web de El Comercio que estamos en un momento en el que se cuestionan los géneros literarios. Justo estamos en esta ‘corriente’ de la llamada autoficción. El personaje de tu libro también se llama Ricardo Sumalavia, y, en todo caso, no habría por qué interpelar al autor si todo lo que cuenta en el libro corresponde con lo narrado
Tal como lo veo yo, en este siglo XXI, percibo muchos cambios. Ya se está problematizando la noción de ficción, que hasta el siglo XX la novela estaba relacionada con la ficción, sin embargo ahora estas fronteras se van diluyendo. Desde la autoficción los autores que se van insertando en los textos, en una estrategia narrativa en el que van ficcionalizando su propia experiencia. Yo también lo hago, pero ya no desde la ingenuidad, no es que me haga el que no sé qué es la autoficción, sino que trato incluso de problematizar la idea de autoficción. Incluso me presento como personaje llamado Ricardo Sumalavia, pero que se construye, su identidad ficcional o literaria, es a partir de las propias palabras. En este libro que presento como novela, o incluso en un diario que se puede presentar tal cual, también hay la construcción de una identidad que no necesariamente va a coincidir con el Ricardo Sumalavia real. Acá estoy cuestionando la objetividad en general. Quien pretende ser fiel a una construcción, en el fondo está saboteándose a sí mismo. Esa idea me gusta, que las cosas no estén definidas, que no estén claras. Esos territorios difuminados, fantasmales, son los que me atraen.

 

 

 DE LA ESCRITURA Y LA ANTOLOGÍA SELECCIÓN PERUANA

Para él la microficción no debería verse como un punto de inicio para saltar al cuento y de allí la novela. “Eso sería validar la idea de que la novela es el gran género”, afirma. Un microrrelato también puede ser ambicioso y pretender la trascendencia. ¿Y qué es un microrrelato? “Básicamente la definición es que desde un espacio breve haya una tensión narrativa, que puede ser explícita o velada. El microrrelato puede contener una única frase y desde esa estructura plantear su trascendencia, no necesariamente con un desenlace como el cuento, sino que incluso puede trascender desde su no conflicto”.

 

Quisiera que nos compartas cómo es el proceso de escritura de tus libros. Bajo qué condiciones empiezas a plantearte la escritura.
En mi caso podríamos dividirlo en dos planos. En el plano vivencial, de acuerdo a mi sensibilidad a mi personalidad, soy una persona relativamente ansiosa y esa ansiedad me ha llevado a desarrollar la prosa breve. No porque haya prosa breve debe entenderse de que es microficción. Desde mi personalidad me he ido adaptando, me he ido moldeando y potenciando, he subvertido esa ansiedad para que se convierta en una forma de escritura acorde con mi forma de ser. Desde esa brevedad he ido armando proyectos, con libros de microficción o cuentos o novelas que surgen desde la fragmentación, que han ido incluso en gradaciones. Libro a libro se ha ido reduciendo, deshuesándose para quedar en unas prosas breves, que en su dispersión pueda tener una propuesta global. Esto me ha generado una dinámica de escritura. Tengo una visión general de cada libro y luego lo voy armando desde lo fragmentario. No es que tenga un plan. En mi caso va desde la dispersión.

¿No hay una idea base o una imagen tampoco?
Sí. Hay imágenes e ideas base. En No somos nosotros, está el personaje Alma, que me sirve como un referente, a través de la que vuelvo a Lima para tratar de establecer este retorno a la ciudad.

Hace un par de años fungiste de ‘Director Técnico’ de esta antología de Selección Peruana. Una antología cuya propuesta lúdica como explicas en el prólogo generó ciertos resquemores…si es tan «peruana». ¿Cuál es tu balance?
Creo que lo que aclaré en la introducción a este libro es que no se planteaba necesariamente como una antología canónica sino que más bien era una selección personal, lúdica, arbitraria, por criterios futbolísticos habían 11 seleccionados. Como dije la primera sorpresa era la gran cantidad de nuevos escritores y de buenos nuevos escritores. No necesariamente escritores que estaban en formación sino muchos de ellos ya reconocidos a nivel nacional e internacional. Ahora lo que ha pasado a pocos años desde la publicación de este libro es que varios están confirmando como autores que van ganando más lectores, reconocimiento, respeto a su trabajo, eso es fundamental, y que están ampliando sus propuestas narrativas y me agrada que dentro de los seleccionados esté Claudia Ulloa Donoso, a quien conocí virtualmente hace muchos años a través de sus textos.

¿Te han dicho, como les pasa a los DT, que debes ver a otros ‘jugadores’ del interior del país? ¿Te han dado nombres?
Sí, me lo han dicho. Definitivamente, no vamos a negar que hay limitaciones a nivel de distribución, de canales para acceder a estas literaturas, pero no se trata de hacer una literatura de cuotas: por género, por espacios de región…Creo que, efectivamente, que siempre ha sido, es y será pertinente poder construir nuevos canales. Creo que ya muchos autores que están escribiendo y publicando en provincias han estado logrando un reconocimiento. Yo creo que lo que tienen que lograr es un espacio local, es decir, lograr una literatura fuerte en Arequipa, Cajamarca, Trujillo y que no tienen que pensar que deben depender de la validación de la capital. Esto les hace daño si están pensando que van a ser considerados escritores por aparecen en un periódico local limeño. Eso no es así. Creo que tienen, con toda validez, construir sus propios espacios literarios y luego compartir. Piensa en Brasil, ¿tú crees que los de Río de Janeiro se están preocupando si los validan en Sao Paulo o en el norte? Todos están generando su propia literatura, hacen sus propios mercados. Pero lo que sí sucede es que estamos en un país centralista, creo que va a seguir así porque no es tan fácil cambiar esto, pero tiene que haber un trabajo desde Lima y desde otros espacios.

Al final de la antología retomas el cuestionario en la antologia que hizo el crítico Abelardo Oquendo en la década del 70, ¿Cómo juzgas la narrativa peruana actual?
Creo que, como te decía, hay una validación de diferentes formas de narrativa, de distintas formas de escribir. Eso es muy importante. Está desde Selección peruana. Hay muchos puntos en común, pero también muchos puntos de divergencia. Y que se puede convivir con toda esa divergencia. Creo que es una narrativa que se está construyendo, se está ampliando, pero no se trata que la narrativa peruana tenga que concentrar en autores jóvenes. Con ellos percibimos más fácilmente los cambios, pero también hay autores mayores que están madurando, que están dando sus obras de madurez y eso no hay que perderlo de vista.

Te planteo ahora, como DT, las mismas preguntas que hicistes a los antologados: ¿Tienes/has tenido trabajos ajenos a la literatura? ¿Cuáles? 
Cuando empecé la carrera universitaria seguí ingeniería mecánica, luego me pasé a Letras. Trabajé en una hidroeléctrica en Carhuaquero, estaba de asistente de un maestro de obras. Luego fui encuestador en bancos, conversaba con los agentes bancarios. Eso me ayudó porque cuando no me contestaban, inventaba las respuestas y eso me sirvió para perfilar mis personajes.

¿Quiénes son tus escritores preferidos entre los peruanos y entre los extranjeros?
Entre los peruanos a quienes vuelvo son Martín Adán, Jorge Eduardo Eielson, José María Eguren, Julio Ramón Ribeyro, especialmente de este sus diarios y Prosas apátridas. Entre los extranjeros yo diría Juan Carlos Onetti, José Donoso, Jorge Luis Borges; autores orientales como Kawabata, Mishima, por mencionar algunos.

¿Hay expectativas, funciones y/o compromisos dentro de la narrativa peruana actual?
Creo que hay algunos, en esa variedad, hay autores que consideran que la literatura tiene compromisos con la realidad y esto los obliga a aproximarse a ella desde una vertiente realista. Creo que la literatura no tiene la obligación de asumir compromisos con la colectividad. De alguna manera forma parte, es inherente, puede ser parte de, pero no como un requisito para escribir porque creo yo que esto puede limitar la creatividad del autor. Hay gente que puede estar en desacuerdo conmigo y eso es válido, pero creo que hay otras literaturas que incluso desde la distancia y de lo íntimo pueden lograr esta misma trascendencia.

¿Qué reflexión te suscita el lenguaje en el proceso de tu creación literaria?
Para mí es muy importante el lenguaje. Para mí lo es todo de la creación. Trato de modelar el lenguaje y regularlo, pero este también me va modelando a mí. El lenguaje me ha ido orientando en mi sensibilidad. Si tengo que asumir un compromiso lo asumo con el lenguaje.

¿Consideras que hay una vida literaria e intelectual en el Perú?
Creo que ha ido cambiando. Vida intelectural se le entendía como los autores de los años 40, 50 y 60 que se reunían en un café o en un bar del Centro de Lima. Creo que se puede reproducir, pero veo en las redes a los poetas reuniéndose. Creo que los narradores se reúnen menos aunque no tanto para discusiones literarias sino para celebrar la vida misma o quejarse de ella. Creo que en esos espacios ha habido cambios. Con las redes sociales la gente se comunica más a través de ellas antes que llamar por teléfono.

Este ya es un añadido mío, ¿por qué escribes?
La escritura no es algo que haya buscando necesariamente. Me he preguntado por qué yo tenía que ponerme a escribir. No vengo de una familia en la que haya escritores o personas vinculadas a las letras. Creo que era una necesidad, era inevitable, había una necesidad de comunicar algo interior que no sabía cómo plasmarla y gracias a las circunstancias se dio a través del lenguaje. De allí me aferré al lenguaje, me aferré a la palabra para poder expresar algo que tenía adentro que necesitaba salir y espero que siga necesitándolo y de esa manera estoy comprometido con la escritura. Es una pesada carga dichosa, es decir, a veces te quejas de estar metido en la literatura pudiendo hacer otras cosas más, pero al mismo tiempo estás contento de que esta haya sido la vida escogida.

 

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE RICARDO SUMALAVIA

  1. Cuentos de Scott Fitzgerald
  2. Poesía de Jorge Eduardo Eielson
  3. La casa de cartón, de Martín Adán.
  4. Los adioses, de Juan Carlos Onetti
  5. El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso.