Sympathy For The Devil: la leyenda de una canción maldita

El diablo nunca ha necesitado una carta de presentación y siempre está en todas. Como el dios de los mil rostros de Game Of Thrones, puede tomar la forma que quiera, la de cualquiera de nosotros. Keith Richards ha afirmado en algunas entrevistas que él mismo lo vio cara a cara (suponemos que se refiere a veces en las que no ha estado bajo la influencia de algún alucinógeno) y que la única forma de zafarse de él es enfrentarlo y no demostrarle miedo.

Sin embargo, coquetear con la figura del diablo y lo satánico siempre trae problemas de imagen. Sobre todo en una sociedad como la de finales de la década de 1960, acorralada por el miedo a los cambios contraculturales de una generación harta de la guerra de Vietnam y por las contradicciones de un mundo polarizado entre el occidente que decía defender la libertad y un bloque soviético que de hecho no defendía la libertad de nadie. El diablo andaba suelto entre todos los locos.

Mijaíl, Marianne y Mick

Mijaíl Bulgákov (1891-1940)

Es conocida la relación que Iósif Stalin y Mijaíl Bulgákov, el autor de El maestro y Margarita, sostuvieron en vida: las cartas que este le escribiera al Padre de los Pueblos en las que le rogaba que lo dejara salir de la Unión Soviética dan cuenta de la enorme crueldad con la que Stalin trataba a quienes se atrevían a señalarle sus errores. Bulgákov pasó sus últimos años sin poder montar ninguna de sus obras en el teatro y murió sin ver publicada la novela en la que retrató a la Rusia estalinista, que era visitada por Voland, el diablo en persona, que soltó a su séquito de demonios para destapar la hipocresía y la mediocridad de la sociedad moscovita de la década de 1930. Aunque mutilada por la censura, El maestro y Margarita vio la luz en 1966, cuando Stalin y Bulgákov ya llevaban varios años muertos y casi de inmediato fue traducida a otros idiomas, entre ellos el inglés, en 1967.

Ese mismo año los Rolling Stones publicaban el Their Satanic Majesties Request, un disco que dejó a Mick Jagger con la sensación de que le había dedicado más tiempo a las drogas que a la creatividad. Y por ello se encerró en su casa de Chester Square a desintoxicarse y a educarse con poesía, historia y filosofía. Es probable que aquí su novia del momento, Marianne Faithfull, le alcanzara un ejemplar de The Master and Margarita.

El mito de la canción satánica

Mick Jagger durante la grabación junio de 1968)

Según las propias palabras de Jagger, 1968 fue un año prolífico para él. Alejado de las drogas y bajo la influencia de Faithfull, cambió de costumbres y de círculos sociales, relacionándose más con jóvenes directores de teatro y de cine, Jean-Luc Godard entre ellos. Se había convertido en un lector ávido y de pronto se vio escribiendo canciones que lo redefinirían como compositor, lo que encaminaría a la banda en una nueva etapa creativa.

Es aquí donde ingresa Jean-Luc, quien durante cinco días: 5, 6, 8, 9 y 10 de junio, registró el proceso creativo de un tema que sería uno de los más emblemáticos de los Stones: «Sympathy For The Devil». Mick afirma que, de no haber sido Godard, no hubiera permitido que alguien se inmiscuyera en la sala de grabación, pero vio en Jean-Luc algo que no tenía ningún otro director.

Si bien es cierto que la canción es íntegramente composición de Jagger, fue Keith Richards quien sugirió el cambio de ritmo. En One Plus One, título original del filme de Godard (En los Estados Unidos la rebautizaron de manera muy original como Sympathy For The Devil), puede apreciarse la mutación de la canción hasta convertirse en la que conocemos en nuestros días. En un inicio, su título era «The Devil Is My Name», pero durante el tiempo en que estuvieron encerrados en la sala de grabación nada fue dado por firme o concluido. La canción empezó como una canción folk, pero luego adquirió el ritmo de una samba. Keith Richards desplazó a Wyman en el bajo y se encargó de crear la línea base, una de las más conocidas de la banda y claramente el pilar de la canción.

La forma como la interpreta Jagger y los muy conocidos «whoo-whoo» (en el filme de Godard se ve que los interpretan Jimmy Miller, Keith Richards, Bill Wyman, Marianne Faithfull y Anita Pallenberg) que el productor añadió convenientemente refuerzan la atmósfera tribal de la canción, como si todos ellos estuvieran adorando a un dios maligno, un ídolo vudú de alguna tribu africana.

Una serie de hechos desafortunados: el concierto de Altamont

Meredith Hunter en el círculo. Poco antes del ataque que le quitó la vida.

Y como no podía ser de otro modo, el mito de esta canción se forjó gracias a una serie de hechos que en el imaginario popular se crearon gracias a la intervención de los medios sensacionalistas. En 1969 los Stones y otras bandas organizaron un concierto gratuito en el autódromo abandonado de Altamont. La intención era darle publicidad al lugar y hacerlo resurgir.

La primera mala idea sobre este concierto fue contratar a pandilleros como seguridad del recinto. Los Hell Angels serían los encargados de establecer el «orden» y garantizar la seguridad de los participantes, a cambio de vino barato y alguna propina. Las anfetaminas y el ácido lisérgico abundaban y la gente empezó a ponerse violenta, entre ellos Meredith Hunter, joven estudiante de arte que, según la declaración de algunos testigos visuales, sacó un arma y apuntó contra el escenario mientras los Stones tocaban «Under My Thumb», y no como reza el mito, pues se afirmaba entonces que los hechos más violentos empezaron mientras se interpretaba «Sympathy For The Devil». Hunter fue apuñalado por un guachimán angelical y murió casi de inmediato.

Estigmatizada por la invocación al diablo, la banda optó por no interpretarla durante mucho tiempo. Mick Jagger lo contó así en 1995, en una extensa entrevista que dio a su amigo Jann Wenner, para la revista Rolling Stone.

Defendiendo su creación, los británicos dijeron que la canción solo hacía referencia al lado oscuro de la humanidad, que no debía tomarse de manera literal. Aunque no se puede dejar de lado el hecho de que Lucifer sí es nombrado en la canción. Es más, ese mismo año se hizo público un video grabado en 1968 en el que Jagger, al quitarse la camiseta mientras interpretaba la canción maldita, deja ver que tenía un demonio tatuado en su pecho, para luego agacharse en una actitud de adoración, mientras la gente alrededor baila desenfrenadamente, incluido un extasiado John Lennon.

Esto solo coronó el proceso de estigmatización de «Sympathy For The Devil» iniciado poco después de terminada su grabación y el registro de la película de Godard, pues en aquel entonces una lámpara en la sala de estudió se encendió en llamas y quemó todo el mobiliario. Solo se pudieron salvar los rollos del filme. Los equipos de los Stones se achicharraron.

La culpa es de Baudelaire

En la misma entrevista de marras, al ser preguntado por lo que lo inspiró, Mick Jagger ni por asomo mencionó a la novela de Bulgákov. Por el contrario, dijo claramente que la idea la sacó de sus lecturas de poesía francesa, especialmente de Baudelaire. Aunque, al recordar, también mencionó que cuando quiso repasar la página baudelaireana de donde sacó la idea, nunca volvió a dar con ella.

¿Y Bulgákov?

Esa es la otra parte del mito. Aunque hay una respuesta posible para esto. Debe recordarse que era una época muy prolífica para Mick Jagger, quien había dejado de drogarse como si no hubiese un mañana para encerrarse en su casa de Chester Square a devorar cada libro que caían en sus manos. Muchos críticos reconocen la indiscutible influencia del soviético. En principio, la primera línea de la canción es muy similar a la forma como Voland, el diablo de la novela, se presenta ante dos escritores ateos de la Rusia estalinista, y de manera idéntica también es un hombre rico y de buen gusto. No solo eso, Jagger hace referencia a que el diablo ha sido el responsable de episodios sangrientos como la ejecución de Jesucristo, tema central en la novela de Bulgákov. Además menciona otros episodios relacionados con la Revolución rusa, capítulo histórico que marcó el nacimiento de la Unión Soviética, país por el que Mijaíl Bulgákov sentía una adictiva mezcla de amor y odio, entre otros episodios de la sangrienta historia universal.

Simpatía demoniaca

Entonces, por más que la canción en cuestión haya sido estigmatizada por el imaginario colectivo, alimentado diligentemente por la prensa que revuelve los detalles más sórdidos de los escándalos, es innegable que Jagger y su mancha jugaban a dos bandas, tratando de hacerse los filósofos sobre el mal y el hombre, pero también explotando la imagen de chicos malos que adoraban al cachudo. Total, las ganancias fueron abundantes. No existe la mala publicidad.

Los frutos del mal

Nada de esto nos puede distraer del hecho de que la canción es una de las mejores de la banda. Además, aparece en los más importantes recuentos de las mejores canciones de rock de todos los tiempos. Su pegajoso ritmo tribal basado en las percusiones africanas la ha hecho merecedora de la admiración de mucho artistas que siguieron después y que se animaron a hacer versiones de este clásico rollingstonesco: Sandra Bernhard, Blood, Sweat & Tears, Bryan Ferry, The London Symphony Orchestra, Natalie Merchant, U2, Laibach, etcétera.

En el 2003, los Stones relanzaron esta canción como un maxi-single, con cuatro versiones de la canción: la canción original más tres mezclas realizadas por The Neptunes, Fatboy Slim y Full Phatt.

Las dos versiones más reconocidas son las de las bandas californianas Jane’s Addiction y Guns ‘n’ Roses. La de los liderados por el faúnico Axl Rose fue incluida en la banda sonora de la película Entrevista con el vampiro (1994). Esta versión llegó a ser número 9 en Inglaterra, y en ella apareció por primera vez el guitarrista Paul Huge, quien reemplazó a Gilby Clarke. Axl trajo a Huge, y este ocasionó muchos conflictos dentro de la banda, la cual se separó pocos años después. A tal punto era conflictivo que Matt Sorum, baterista de la banda, lo llamó «el Yoko Ono de Guns ‘n’ Roses». Eso les pasa por jugar con fuego maldito.