Alfredo Bryce Echenique y su prosa con sabor a vodka tonic

 

Las acusaciones de plagio de artículos periodísticos ‒comprobados casi en su totalidad‒ no han mellado ni un poco la simpatía que despierta Alfredo Bryce Echenique entre sus lectores. El Teatro Municipal de Arequipa estuvo lleno para escuchar al autor de Un mundo para Julius, quien no solo divierte con la palabra escrita.

 

Por Jaime Cabrera Junco, desde Arequipa

En el tercer y penúltimo día del Hay Festival Arequipa un escritor peruano ha logrado colmar de público el Teatro Municipal de la ciudad. Alfredo Bryce Echenique, el narrador que ha hecho del humor un medio de expresión, hizo reír al auditorio con sus anécdotas, muchas de ellas conocidas, y que muestran cómo, en su caso, la realidad, su realidad, parece una exageración de la ficción.

Acompañado del escritor Fernando Ampuero y de su editor Germán Coronado ‒quien se excedió de tiempo al leer las hojas de vida de los invitados‒, Bryce fue abordado por sus dos interlocutores sobre su vida como escritor.

“Para mí Alfredo Bryce es un estilista. La ironía bryceana es una corriente sanguínea. Bryce es un showman de sus tristezas, un divertido arquéologo de la nostalgia, un minucioso notario de todo lo que ama, odia o desprecia; de todo lo que niega y afirma”, señaló Ampuero a manera de presentación para luego lanzar una frase que alude a la predilección de este por el trago: “la prosa de Bryce tiene el sabor de un vodka tonic”.

Al preguntarle si era consciente de que Un mundo para Julius resultó ser una crítica a la oligarquía limeña, Bryce dijo que “no era mi intención llegar a esos resultados. Más bien ha sido la crítica la que así la ha descrito. Creo que en ese momento no era consciente de algo que pensé después: Un mundo para Julius era una gran despedida del Perú. Acababa de llegar a Europa y, de pronto, me lancé con esta novela que era en realidad un cuento sobre un niño que ha muerto y un periodista que lo va a buscar y hurga en este personaje”.

A continuación le interrogaron sobre cómo le afectó el éxito de Un mundo para Julius, novela que fue publicada en 1970, dos años después que su primer libro de cuentos, Huerto cerrado. Bryce señaló: “Cuando salió Un mundo para Julius tuve una fuerte depresión nerviosa de la que no me pude librar. La gente se me acercaba con interpretaciones distintas y yo no sabía qué decir, me había quedado sin palabras. Por otro lado, todo lo que ha salido sobre los orígenes limeños y peruanísimos de los personajes de Julius, de su madre (Susan), Juan Lucas (su padrastro), en fin… es una sociedad que se desdobla, pues aparecen también los empleados domésticos, quienes representan el mundo andino. Cuando sale el libro tengo que sufrir las consecuencias del revuelo que produjo en el Perú, donde me quisieron traer, me ofrecieron ministerios, ante lo que no sabía qué hacer. Reaccioné mal al éxito, tuve una crisis nerviosa, que me hizo daño físico. Después han venido periodos de silencio, de locura, y así seguí escribiendo hasta el día de hoy. Como dije en la dedicatoria de uno de esos libros, yo he escrito para que me quieran más”, expresó y tras lo cual resonaron los aplausos del teatro.

Respecto a su característico humor, el narrador sostuvo: “mi humor no es un humor escandaloso que se ríe del cojo, del manco, del caído. Todo lo contrario. Es un humor que trata de ver el lado positivo de la vida. Y es un humor irónico por excelencia. Una vez un crítico español escribió un libro sobre mis obras y lo llamó Para que duela menos”.

Ampuero quiso indagar sobre cómo Bryce había transformado sus vivencias en obras literarias, y sobre cuáles de sus personajes son inspirados en personas que ha conocido. “La amistad me ha dado mucho rendimiento literario”, sostuvo el autor al dar cuenta de que sus vivencias en su casa y su relación con los empleados domésticos cimentaron Un mundo para Julius, así como las relaciones que ha tenido en los colegios donde estudió e incluso en la Universidad de San Marcos, donde cursó Derecho. Además, comentó cómo en su círculo social el hecho de irse a vivir a Europa para ser escritor generaba desconcierto: “Te vas a morir de hambre”, cuenta que le decían. A su vez respondía: “que venga el hambre primero y ya veré qué hacer”.

Asimismo, recordó sus años en París, ciudad a la que veneraba por influencia de su admirado escritor Ernest Hemingway. “Él decía que para ser feliz en París tenías que ser pobre y estar enamorado. Yo resulté ser más feliz que Hemingway, pues él era pobre en dólares y yo en soles”, comentó. Además, dio cuenta de cómo a su casa de París llegaban muchos escritores peruanos que se quedaban hospedado en su casa hasta dos meses. “Me llegué a disfrazar de mayordomo y cuando escuchaba el timbre encendía la aspiradora y decía: ‘el señor Bryce no está aquí”. También dio cuenta que una vez Juan Rulfo lo fue a visitar con un grupo de escritores mexicanos y que delante de ellos dijo que Bryce era un millonario y que había contratado al personaje que tenían al frente para que lo suplante.

Sobre su rutina y proceso creativo manifestó: “soy un escritor que, a diferencia de la mayoría, escribo después de almuerzo, a la hora de la siesta. Si la cosa va bien sigo hasta las once de la noche”. Además, remarcó que en su caso el proceso creativo nace de la nostalgia.

“El recuerdo es algo que es bueno o malo. Cuando recuerdas son cosas que ya terminaron. Sin embargo, la nostalgia tiene un campo de acción muy distinto. Se es nostálgico cuando se llega a una edad y que ante un hecho, decidimos que lo pasado fue lo mejor que nos pudo pasar”, dijo Bryce, quien reveló que el momento más importante de su vida como escritor fue cuando estando en Perugia (Italia) vendió su pasaje de retorno al Perú para quedarse a ser escritor.

La participación de Bryce culminó entre aplausos y con la entrega de las flores blancas que reciben los invitados al Hay Festival al terminar cada mesa.