“Orgullosamente solos”, de José Carlos Yrigoyen

Un comentario de la más reciente novela de José Carlos Yrigoyen: Orgullosamente solos. El libro tiene aparentemente como personaje principal a su abuelo, Carlos Miró Quesada Laos, entusiasta promotor del fascismo en el Perú.

 

Por Alina Gadea Valdez

Orgullosamente solos es un recorrido emocionante y ágil por la historia política del Perú del siglo XX, en cabeza de Carlos Miró Quesada Laos. Este es un controvertido y singular personaje de la sociedad peruana, a través del cual conocemos en estas páginas, anécdotas inéditas y pasajes insólitos de caudillos que cambiaron la historia del mundo.

A manera de crónica, de testimonio o de confesión, el autor va desde la introspección de un niño y su observación del mundo que lo rodea en los convulsionados años ochenta, a la perturbación que le causa la incógnita de su antecesor. Para lo cual escarba hasta desentrañar quién fue ese abuelo materno en torno al cual se tejían tantas historias incomprensibles y lejanas para él.  El estigma en torno a su sesgo político y en cuanto a su ámbito privado, el descubrimiento de la relación de amor prohibida y encriptada que mantuvo hasta su muerte.

Este personaje, reconstruido psicologicamente por el autor, hace verosímil esta historia personal tan transgresora y conflictiva como humana.

Más allá de todo ello, está la hechizante figura de doña Beatriz Eguren, verdadero personaje principal del libro, que ameritaría a mi modo de ver, una novela aparte, por el caudal de originalidad y rebeldía que representa. Una mujer diferente a todas las de una casta y una época.  Un bello símbolo de libertad y reivindicación femenina. Su historia subyace a lo largo del texto como un latido permanente que lo abastece de un elemento vívido y entrañable.  Su vida, contada con enorme sensibilidad y delicadeza, envuelve  al lector hasta concluir en una estocada, correspondiente con el contexto de una sociedad extremadamente convencional por no decir machista, represora y pacata.

Las páginas de Orgullosamente solos acompañan, enternecen y sorprenden. Nos hacen volar, pero también morir. Y nos dejan pensando en aquella frase de Chejov: la verdadera vida de un hombre es aquella que permanece oculta.