El balance de la 21ª Feria Internacional del Libro de Lima

 

Nuestras impresiones de la edición 2016 de la Feria del Libro de Lima que este año tuvo como país invitado de honor a Colombia y como figura destacada al Nobel Jean-Marie Gustave Le Clézio.

 

Por Jaime Cabrera Junco

Una vez culminada la feria es inevitable hacer un balance. Lo primero a resaltar es que una actividad como esta es muy necesaria y que su sostenimiento y crecimiento contribuye al propósito de acercar al libro y la lectura a más personas. No obstante, es inevitable insistir en la necesidad de contar con un recinto ad hoc para una feria. Si el costo por la infraestructura requiere mucha inversión ‒un 70% del presupuesto, según la Cámara Peruana del Libro‒, este debería invertirse en invitar a más personalidades internacionales. El crecimiento de la feria también depende de esto, algo que sucede en países como Colombia que precisamente este año fue el invitado de honor.

Con este preámbulo podemos empezar a referirnos a lo que fue esta edición 21ª de la Feria Internacional del Libro de Lima. Sin duda en el saldo positivo quedará la visita del Premio Nobel de Literatura Jean-Marie Gustave Le Clézio. La feria debe apuntar a no bajar esta valla o acercarse a ella en su siguiente edición que tendrá a México como país invitado de honor. Una presencia de esta talla le da lustre al evento y permite atraer a público como, efectivamente, sucedió en las tres actividades que tuvo programadas el Nobel francés en Lima. Asimismo, es necesario resaltar el acondicionamiento de los auditorios que, a diferencia de otras veces, estuvieron prácticamente libres de ruido, algo que permitió desenvolver con fluidez las presentaciones o mesas pactadas. Esta vez se mejoró la distribución de los stands que hasta la edición del año pasado estuvieron amontonados en la zona de ingreso que da a la avenida Salaverry. Así también los corredores estuvieron ligeramente más amplios, lo cual permitió un mejor desplazamiento aunque por momentos hacía dudar si esto se debió o no a una disminución de la afluencia de visitantes. En lo que respecta a los servicios higiénicos, por lo menos la situación no colapsó como en anteriores ediciones y hubo mayor cuidado en la limpieza. Así también se corrigió el problema de la impresión de los programas de la feria y, además, el de la ubicación de la mayoría de salas ‒salvo quizás la sala Eielson‒, donde se realizaron las actividades.

Si me preguntaran qué cosas no me convencieron de la feria lo primero que se me viene a la mente es la impresión de que no se le haya sacado mucho provecho al país invitado de honor. Colombia trajo a un variado grupo de escritores y representantes no solo en el ámbito literario sino también cultural, pero con una programación más elaborada pudo ponerse en discusión distintos temas que nos hubieran dado un mejor panorama de la literatura actual de ese país y, cómo no, de sus notables experiencias en el sistema de bibliotecas y promoción de la lectura. En el mismo sentido, debería haber un balance entre la presentación de novedades editoriales ‒es inevitable que se presenten nuevos libros‒ y la programación de mesas temáticas que resulten atractivas en la feria, algo que se dio en algunos casos como en la mesa sobre narrativa peruana y violencia política. En cuanto a la oferta de libros, hubo precios atractivos en algunos casos y, como siempre, la ventaja es haber tenido a las distintas editoriales, distribuidoras y librerías en un solo lugar. Algo que antes de la feria ni se me ocurrió mencionar fue este asunto del perifoneo. Esta vez se les pasó la mano con eso, pues a la comprensible función de informar sobre las actividades o reportar pérdidas de niños dentro de la feria, el tono de la persona encargada se volvió, por ratos, una pesadilla.

No sabemos por ahora la cantidad de personas que visitaron la feria, pero de acuerdo a lo visto en la primera semana parecía que hubo una disminución de público respecto al año pasado. Algo que en la última semana, especialmente en el fin de semana largo de Fiestas Patrias, aparentemente se compensó. Especialmente en los últimos días hubo largas colas para comprar los tickets y esto que ahora podían comprarse en Teleticket o que se vendió un abono (llamado Club de Fans FIL-Lima) para ahorrar la espera.

Aunque probablemente nos falten algunos detalles por mencionar, esto nos parece lo básico por reseñar sobre la feria del libro, actividad que es organizada por instituciones privadas como la Cámara Peruana del Libro y que tuvo este año como patrocinadores a la Pontificia Universidad Católica del Perú y al BBVA. La presencia del Estado aquí es tarea pendiente y no hay que dejar de recordarlo. Bienvenidas las actividades como esta o que fungen como respuesta a ella, como la denominada Anti-FIL, las cuales esperemos sean alternativas para públicos distintos.

 

Actualización:

En una nota de prensa la Cámara Peruana del Libro informó que han visitado la feria 538 mil personas, 7% más que en el año 2015.

Asimismo, señala que hubo ventas por más 14 millones de soles; un incremento de 400 mil nuevos soles, con respecto al 2015.