Junot Díaz y la figura del escritor/intelectual peruano

Una visita a Chicago del escritor Junot Díaz sirve de punto de partida de estas reflexiones sobre la participación del escritor en la vida pública y política de su país. ¿Es necesario que el escritor salga de su torre de marfil para opinar y generar opinión? ¿O la literatura no se debe ‘manchar’ con la política?

 

Por Jack Martínez Arias

Ver y escuchar a Junot Díaz, de pie y sobre el escenario de un auditorio abarrotado, fue como ver y escuchar a un pastor evangélico o a un entusiasta y ducho motivador empresarial. Porque mientras él hablaba, los cientos de espectadores permanecían en silencio, siguiendo cada una de las palabras del escritor, concentrados, acumulando la emoción hasta dejarla explotar (cada cuatro o cinco minutos) a través de gritos y aplausos.

Pero debo decir que a diferencia de los pastores o motivadores, Junot Díaz no solo tiene la capacidad de persuasión sino que también despliega un discurso inteligente, coherente, racional y, sobre todo, fuertemente político. Porque Junot Díaz es un escritor de ficción pero no se limita a hablar de sus libros, ni de la manera en la que los escribe, ni de cómo los estructura, ni de sus influencias literarias, ni de sus primeros cuentos… Por eso, la noche de su presentación, Junot Díaz habló de su obra solo para tomarla como puntos de partida y trampolín, pues desde ella saltó a temas sociales, económicos y políticos. Para decirlo de otro modo, Junot Díaz, en su discurso, eliminó rápidamente y de forma natural, las fronteras entre la ficción de sus libros y la realidad en la que él busca intervenir.

Por todo ello no sorprende que Junot Díaz   ̶̶̶ premio Pulitzer y autor de The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (La maravillosa vida breve de Oscar Wao) ̶̶̶  no haya venido a Northwestern invitado por el departamento de literatura o el de escritura creativa, sino, invitado por el comité estudiantil que tiene a su cargo el Contemporary Thought Speaker Series, el mismo comité que ya ha invitado antes a congresistas, analistas políticos y filósofos. El lugar de Junot Díaz aquí, por tanto, ha trascendido largamente el del escritor y se ha convertido en el de un intelectual público.

A mí, con un pie aquí y otro allá, me fue inevitable, mientras escuchaba a Junot Díaz, pensar en cuál era la figura común del escritor para el caso peruano. Así, traté de repasar en mi cabeza, rápidamente, algunos nombres contemporáneos (dejando fuera a Vargas Llosa, de cuya figura me ocuparé en otra columna). Son muchos escritores, me dije. Tenemos muchos escritores, sí, ¿pero cuántos de ellos son realmente intelectuales públicos?

Es cierto que hay unos pocos narradores que se atreven a salir de su espacio cómodo y no solo hablan de su literatura o de la literatura de otros escritores sino que lanzan opiniones políticas o sociales coyunturales; sin embargo, al pensar en ellos, la pregunta que cae por sí misma es: ¿quiénes, más allá de sus seguidores de facebook, les prestan atención? Pero es que no hay otros espacios para estos escritores, no hay espacios para ellos en la esfera pública, dirán algunos. No hay instituciones, medios de comunicación o asociaciones políticas que los inviten para hablar de otra cosa además de sus libros. Eso es cierto. (Como también es cierto que se ha creado una tendencia incomprensible que juzga negativamente al autor que se muestra públicamente, y hasta muchos lectores parecen preferir que el escritor sea un ermitaño que nunca diga nada más allá de lo que dice en sus libros.) Sin embargo, también es cierto   ̶̶̶ no hay que cargarle la responsabilidad solo a la audiencia ̶  que las opiniones de los escritores peruanos fuera del ámbito de la literatura son, salvo excepciones, poco atendibles y más bien bastante primarias, cerradas y limitadas; opiniones, además, que no apuntan a abrir el diálogo sino a cancelarlo o a establecer supuestas verdades.

Pero no solo se trata de la escasez de reflexiones escritas que den pie a un diálogo alturado, sino que a esa falta se suma una incapacidad al momento de elaborar esos pensamientos en forma oral: nuestros escritores no solo no escriben sobre temas políticos de forma efectiva, sino que además, cuando les toca hablar en público, no saben hacerlo. Escucharlos, casi siempre, es una invitación al sueño. Y lo digo con total conocimiento de causa. Basta darse una vuelta por la feria del libro o algún conversatorio para corroborar esto. (Hay excepciones, por supuesto, pero éstas se cuentan con los dedos de una mano).

Sé que muchos, anclados en una visión diferente, no estarán de acuerdo conmigo. También sé que los escritores que no pueden soportar subirse a un escenario, o que no pueden lidiar con otros escritores en un conversatorio, dirán que el escritor está solo para escribir y nada más que para eso. Muchos críticos o lectores piensan que la obra es lo único que interesa. Bueno, yo no. Yo creo en la necesidad de esta combinación: la escritura de una obra sólida y una intervención sobresaliente del autor como intelectual público.