Hay Festival Arequipa: escritores que también son cineastas y sus anécdotas

El tercer día del Hay Arequipa empezó con una interesante conversación entre tres escritores, quienes contaron sus experiencias en sus incursiones en el cine y la literatura: Vicente Molina Foix (Premio Nacional de Literatura 2007 por su libro El abrecartas), David Trueba (que ganó seis premios Goya con su película Vivir es fácil con los ojos cerrados) y Alberto Fuguet (autor de la novela adaptada al cine por Francisco Lombardi Tinta roja y director de la premiada película Música campesina).

Conversó con ellos la agente literaria Anna Soler-Pont.

 

 Por Christian Ávalos, desde Arequipa

En la actualidad, el treinta por ciento de las películas provienen de textos adaptados, afirma Soler-Pont, lo que demuestra la estrecha relación que existe entre estos dos artes. La primera pregunta va por ese lado:

1. ¿Qué fue antes en cada uno de sus casos: el cine o la literatura?

Alberto Fuguet (AF): El cine. Pero no empezó escribiendo o dirigiendo, sino como espectador. Durante el tiempo en que vivió en Estados Unidos creyó que sería fácil ser un director, pero esa creencia cambió cuando se mudó a Chile, un país tercermundista y subyugado por la dictadura militar de Augusto Pinochet, en donde la censura hizo que se convenciera de que no era posible. Así que se volvió crítico de cine. La literatura vino después.

Vicente Molina Foix (VMF): El cine, también. Su padre, por su trabajo en Alicante, por cuestiones laborales, tenía un pase para todas las películas que se proyectaban y su pequeño hijo lo aprovechó. Esto le permitió ver películas que la censura calificaba como «altamente peligrosas». También se inició como crítico de cine. Lo es hasta el día de hoy, y por ello creyó que dar el paso a ser director de cine sería natural. Fue asistente de dirección de Jesús Franco (1930-2013).

David Trueba (DT): Él empezó como «narrador de noticias» para sus hermanos mayores que quedaban aislados durante sus horas de escuela. Él fue al colegio mucho después. La pasó muy mal cuando llegó al colegio y aún no sabía escribir. Tuvo que aprender rápidamente en casa, y por ello escribir para él siempre ha sido un placer. Escribía historias para sus hermanos y estos se las pagaban y con ellos conseguía dinero para ir al cine. Ahora considera a sus lectores como sus «hermanos», que pagan por sus libros para que él pueda seguir alimentando su vicio más barato: ir al cine.

 

2. Es horrible esa frase «La película estuvo buena, pero me gustó más la novela». Incluso hay autores que se resisten a que sus novelas sean adaptadas al cine, porque creen que las van a «destrozar».

AF: Fuguet cree que esa es gente rara (aunque sea la mayoría), porque no hay mayor honor que a una novela la adapten, aunque esa sea mala. Él una vez quiso adaptar una novela, y cuando le habló al autor, este no le daba respuesta, le daba largas y no había cuando le dijera que sí o que no. Hasta que lo encontró en una fiesta y lo encaró. Le respondieron con un rotundo no. No quería que hiciese la adaptación porque el resultado sería una película «de Fuguet» y por ello ese nombre iría en letras más grandes que el nombre del autor del texto adaptado.

VMF: El cine ha traicionado muchos textos literarios. En el caso de los clásicos, los pobres ya no se pueden defender porque ya están muertos; sin embargo, entre los que están vivos habría que tener claro que lo que se vende no son los derechos de adaptación, sino los derechos de «traición». Porque ningún director querría hacer una mímesis del texto escrito, además que sería aburrido. Por eso desconfío de los autores que van por ahí quejándose de sus adaptaciones. Por otro lado, hay casos en que las películas han sido mucho mejor que los textos: El resplandor de Stanley Kubrick es mejor que el texto de Stephen King o Puro vicio de Paul Thomas Anderson es superior que la novela de Thomas Pynchon.

DT: Está de acuerdo con la anécdota contada por Fuguet: la lucha de egos es fuerte. Los escritores a veces son tratados como dios y se lo creen. El director de cine también es otro dios, que ve la película antes que cualquiera y que siempre está rodeado de gente que le pregunta si le falta algo o si gusta un café, etcétera. Es decir, es un dios con criados. El encuentro de esos dos dioses no siempre es cordial, pues el dios sin criados está esperando que el dios Spielberg o el dios Coppola se fije en su novela. Coppola ha sido por mucho tiempo el sueño húmedo de los escritores, pues este director llegó a hacer de una novela popular pero sin prestigio literario como El Padrino, de Puzo, y convertirla en una obra de arte cinematográfica.

Sin embargo, Molina Foix señala que si una historia se puede contar como una novela, no debe ser contada como película.

 

3. Alberto, ¿cómo reaccionaste cuando Francisco Lombrado adaptó Tinta roja? ¿Acompañaste el proceso de escritura del guion?

AF: Ya había vivido una experiencia así anteriormente. Acompañar un proceso así es como volver a empezar. Pintar una pared de blanco para volver a pintarla.

Yo, con Lombardi, traté de ser de muchas maneras hipócrita. De ser el escritor caído del cielo, pensando en que algún día yo también seré el director que adaptaré una novela. No quise participar en el guion ni en la selección de los actores. Solo le hice una pregunta: ¿la quieres destrozar a propósito? No, dijo. Listo no había necesidad de más. Solo esperé que me invitaran al estreno, pero no me invitaron.

Fuguet coincide con Trueba en que no se adaptaría a sí mismo.

 

 

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Luego de esta primera parte los invitados conversan sobre sus preferencias como directores. Vicente Molina Foix prefiere participar personalmente en el proceso de selección de actores. Fuguet, que cada vez redujo más su equipo, tiene un particular método de selección: almuerza con ellos y les va preguntando sobre teatro y directores. Él prefiere trabajar con gente con la que pueda almorzar. Fuguet le pregunta a Trueba cómo se animó a con Soldados de Salamina. «Fue casi de accidente», cuenta. Mientras se hacía el rodaje de la película la novela fue adquiriendo cada vez más prestigio. Eso afectó a las decisiones que el director tomó sobre la filmación.

Comentó además que, a diferencia de lo que usualmente sucede, él y Javier Cercas son muy íntimos amigos. Generalmente, los directores y los escritores, al menos en España, acaban mortalmente peleados.