Jon Lee Anderson: «Ningún retorno me ha chocado tanto como mi retorno al Perú»

Jon Lee Anderson es periodista y corresponsal de guerra, aunque no le guste esa expresión. Nació en California (EE. UU.), el 15 de enero de 1957. Desde muy joven ha ejercido el oficio del periodismo. Actualmente es del staff permanente de The New Yorker. Es autor de varias publicaciones, entre las que destacan Che Guevara: una vida revolucionaria, investigación que tuvo como resultado el hallazgo de los restos del Che.

En el marco del Hay Joven, asistimos a un conversatorio en el que deja claras sus impresiones sobre el país, tras una larga ausencia. Además de su opinión sobre temas como la Primavera Árabe o la situación política de Venezuela.

 

Por Christian Ávalos, desde Arequipa

A Jon Lee Anderson lo percibo animado aunque escéptico; el auditorio está lleno y su interlocutor le da la bienvenida, luego de una larga ausencia, pues la carrera periodística de Jon Lee Anderson se inició aquí, en Perú, en un semanario de la colonia británica llamado Lima Times. Estamos hablando de tiempos de dictadura militar. En el Perú gobierna la dictadura militar «posideología» y «prowhisky» de Morales Bermúdez. Con este tema empieza una muy interesante conversación que duró más de hora y media.

El retorno al Perú: «¿Dónde están los héroes del Perú?»

El joven entrevistador le pregunta a Jon Lee qué siente al volver a un Perú tan distinto al de hace más de tres décadas. Él no está de acuerdo con su interlocutor: el Perú al que ha vuelto no es lejano al de finales de la década de 1970, época de transición al regreso a la democracia. Cuando él empezó como reportero del semanario inglés afincado en Lima, la sociedad peruana no estaba tan polarizada como la actual. En otras latitudes de Latinoamérica, la situación era distinta, recuerda. El Perú no estaba muy cerca al Tío Sam, como para obedecer órdenes de Washington, y tampoco estaba cerca de Moscú. Afirma, incomodando un poco a su auditorio, que el Perú no es un país que tenga trascendencia política fuera de sus fronteras. Sin embargo, advierte que no lo dice esto con ganas de ofender, sino como una amigable provocación.

La pujanza económica, si así se le puede llamar a la presencia de grandes franquicias de comida rápida en el país, no ha sido acompañada de una pujanza política. «No existen líderes políticos. Los tres últimos grandes personajes políticos del país están en la cárcel (Abimael Guzmán, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos). El resto no ha podido trascender». «¿Dónde están los héroes del Perú?», se pregunta decepcionado. El Perú es uno de los países más diversos del planeta. Es como la India, en diversidad cultural y de recursos. Sin embargo, le preocupa ver aquí cosas que no ha visto en otras partes del planeta: casinos y tragamonedas dispuestos con triste libertad en cualquier parte de cualquier ciudad.

Sería bueno que aparezca en el Perú un grupo (político) que no esté involucrado con narcotraficantes, terroristas o en casos de corrupción.

Sus inicios: la rebeldía ante la autoridad

Lo que lo ha caracterizado toda la vida fue su actitud de rebeldía ante la autoridad. En la actualidad, hay cosas que ya son dadas por sentadas, como los problemas ambientales, pero en los tiempos en que él era joven no había ningún tipo de conciencia al respecto. Recuerda una anécdota sobre aquello: cuando aún estaba en el colegio, mientras se celebraba el primer Día de la Tierra (22 de abril de 1970), un compañero suyo y él decidieron enterrar el auto del director de su colegio y cubierto con una bandera estadounidense. No habían pensado bien en la logística del asunto y creyeron que tendrían éxito en su misión usando cucharas. Gracias a esta «protesta» estuvo a punto de ser expulsado, pero el director tomó con humor lo que había sucedido y les recomendó que, si tenían ganas de protestar por la contaminación ambiental, fueran mejor a limpiar una laguna que quedaba cerca de donde vivían. Fue una solución muy sabia.

El Che Guevara y la estadía de Jon Lee Anderson en Cuba

Anderson recuerda con mucho cariño el privilegio de haber conocido a Alberto Granados, el compañero en Ernesto Guevara en su histórico viaje narrado en Diarios de motocicleta. La investigación y la redacción del libro sobre el Che Guevara le tomaron años.

De los años que vivió en Cuba recuerda sobre todo el excesivo control y desconfianza que había a su alrededor. El hecho de ser un gringo que vivía voluntariamente en la isla generaba mucha suspicacia.

Jon Lee levanta la mirada y observa a su público. Un tercio del auditorio se ha ido. ¿A qué se debe?, pregunta. «¿Alguna objeción ideológica sobre el tema cubano?», bromea. «Si quieren podemos hablar de comida peruana, pero yo no pienso seguir con un salón vacío», agrega incómodo.

Jon Lee Anderson, uno de los invitados más destacados al Hay Arequipa. (Foto: Christian Ávalos)

Jon Lee Anderson, uno de los invitados más destacados al Hay Arequipa. (Foto: Christian Ávalos)

 

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Rápidamente, su interlocutor invita a los jóvenes que se dieron cita en el auditorio principal de la Universidad Católica San Pablo a que pregunten lo que deseen. Los jóvenes se demoran, pero empiezan a preguntar sobre diversos temas de actualidad política mundial. Dos temas llaman sobre todo la atención del auditorio: la Primavera Árabe y Hugo Chávez.

«La Primavera Árabe fue un error. Las potencias de la OTAN permitieron que esto sucediera porque estos levantamientos derrocarían regímenes incómodos a ellos (aunque hipócritamente tenían relaciones carnales con ellos) y abusivos que, sin embargo, daban cierta estabilidad a la zona. Conservarlos era mucho mejor que lo que ahora está instalado en todos esos países: guerras civiles y el surgimiento del Estado Islámico».

A Jon Lee Anderson le gana el corazón y dice que Chávez (y por extensión Maduro) «era una buena persona, muy bien intencionada, pero que quizá estuvo rodeado de mucha mediocridad intelectual que lo llevó a cometer serios errores culposos».

Todo lo compartido por él nos deja una sensación de que este escéptico no guarda esperanza alguna por que el género humano vuelva alguna vez al sendero de la paz y de la esperanza de un mejor futuro para la especie y para el planeta. Me quedo con las ganas de preguntarle: «Míster Anderson, usted ha visto (y ha buscado ver) la peor cara del género humano; sin embargo, ¿cree que como especie, el hombre verá la luz al final del túnel?».

Alguien me gana el turno y formula mi pregunta, aunque de forma mucho más ingenua. Él evita el pesimismo, bromea. Nos dice: «Contaré algo para que todo el mundo se vaya feliz». Hay risas entre los jóvenes. Jon Lee Anderson cumple con su palabra, su anécdota no decepciona: Hace un tiempo, en un lugar muy triste del planeta, en donde el paisaje, el cielo, la gente, su comida y la escasa fauna que tenían (unas cuatro ratas) tenían el mismo color ocre, existía una rebelión y hubo muchas muertes. Ahí, en ese infierno terrenal, había un único hospital y un único médico a quinientos kilómetros a la redonda, un neoyorquino de cuarenta y tantos que, al margen de profesar la religión cristiana, sus actos demostraban que esa discreta profesión de fe estaba cien por cien reflejada en sus actos: estaba casi las veinticuatro horas del día curando a toda la gente de ese lejano lugar de la África subsahariana que era víctima de la rebelión, siempre con mucha diligencia, siempre con mucha entrega. Le encanta la gente así. Lo quisiera visitar más tiempo, pero es difícil llegar a este punto olvidado de Sudán del Sur.

Él no lo dijo, pero sé que aún tiene esperanzas en que esta imperfecta especie a la que pertenecemos tiene la capacidad de encontrar una salida. Muy en el fondo, es lo que cree. Esa respuesta me bastó. Aplaudimos mientras le entregan la protocolar rosa blanca del Hay Festival.

Foto centro pequeña