Ojitos redondos y otros cuentos

EnriqueRodriguezEpensa

El periodista Enrique Rodríguez Escudero nos presenta seis historias dirigidas a niños y niñas, donde los animales son los protagonistas. La moraleja tiene como cometido fomentar valores como la solidaridad, la responsabilidad, la tolerancia, entre otros.

 

Involucrado mucho más en el periodismo diario y en sus horarios demandantes, Enrique Rodríguez Escudero (1961) incursiona por primera vez en la literatura con la publicación de su primer libro. Se trata de un texto para niños titulado Ojitos redondos y otros cuentos (Casa tomada, 2014), que incluye en total seis historias protagonizadas por animales, quienes afrontan diferentes situaciones dejando al final algunas lecciones.

El lenguaje es sencillo y directo. De acuerdo al autor estos cuentos nacieron como historias que contaba a sus hijos antes de dormir, y diez años después las pulió y las presenta ahora en un formato de libro. Rodríguez, actual editor de la sección Ciudad del diario Correo, sostiene que la elección de estos personajes se debe a que de niño creció rodeado de animales, incluso una de estas historias, titulada Viene, viene y se va, le ocurrió a él.

Cada relato ofrece al final una moraleja, destacando así valores como la solidaridad, la honradez, la tolerancia y el respeto. En tiempos de videojuegos y dibujos animados esperpénticos, este libro nos devuelve a épocas donde la inocencia no era un defecto.

 

 

Un fragmento del cuento Viene, viene y se va

La primera camada que tuvo la pata Tomasa fueron catorce orondos patitos amarillos con pintitas marrones. De todos ellos, el niño Rodrigo, un mocito de siete años, escogió uno para él. Uno amarillo como el sol, porque sabía que después, cuando creciera, cambiaría su plumaje a un blanco brillante.
El elegido era de esos patos que seguían para todos lados a su mamá y a la camada. Claro que también era de los más atrevidos, que osaba deambular por el corral, incluso hasta aproximarse a la salida y mirar atrevidamente el interior de la casa.

Rodrigo veía que era el más osado y le gustaba esa valentía. El patito se las ingeniaba para ingresar a la sala de la casa y caminar muy orondo, con el pico alzado. Bastaba cualquier abertura que dejaran entre la reja que separaba al corral y el patio que comunicaba con los interiores de la casa principal para intentar infiltrarse. Era graciosísimo verlo pujando y aleteando para introducirse donde no debía. Así lo encontró Rodrigo una tarde, a punto de estrangularse, casi morado. Lo rescató y lo hizo suyo.

Por esa manía de ir deambulando de un lado a otro, Rodrigo le puso por nombre Viene, viene y se va. En cualquier momento del día se veía a Rodrigo con su plumífero en las manos. Lo dejaba en su cara y al resbalarse le causaba cosquillas y risas al niño. Como si supiera, el animalito intentaba subir por la nariz de su dueño y aleteaba para lograr su cometido.



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