“No creo que la crónica sea la salvación del periodismo”

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El periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos conversa sobre la crónica y también da su punto de vista sobre la relación de las redes sociales con el periodismo. Esta entrevista es, en cierta forma, una lección al paso sobre el mejor oficio del mundo.

Por: Daniel Robles ([email protected])
Jaime Cabrera Junco ([email protected])

«Espero no haberles dicho muchas tonterías allá adentro”, nos bromea Alberto Salcedo Ramos cuando ya está afuera de ese cuadrilátero formado por cámaras, cojines y entrevistadores. El cronista colombiano y maestro de la Fundación del Nuevo Periodismo no escribe historias sobre deportistas en el apogeo de su fama o Premios Nobel; prefiere los relatos sobre personajes que ya no tendrán un espacio en los diarios: un boxeador (o la carne de cañón) que vuelve al ring tras trece años de inactividad para pagarle la educación a su hija, un pueblo masacrado por paramilitares durante la guerra interna o un niño que tarda cinco horas en llegar a la escuela en la provincia más pobre de Colombia. Con esta última crónica obtuvo el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. También, ha recibido el Premio Internacional de Periodismo Rey de España y su perfil “El testamento del viejo Mile” fue uno de los cinco finalistas del Premio Nuevo Periodismo en el 2004.

El consejo que les da a los cronistas es que no pidan tantos consejos. La crónica no entiende de fórmulas ni recetas establecidas; pero sí de persistencia y paciencia en el oficio. Tampoco entiende de altanería. Para Salcedo Ramos, la crónica tiene el mismo valor que cualquier otro género periodístico. Y al igual que los otros, escuchar al personaje sin estar pensando en la siguiente, y en la siguiente, y en la siguiente pregunta es lo que no se debería olvidar. Sus crónicas nos traen a la memoria realidades humanas que no deberían relegarse. Son historias que no van al ritmo de memes o tweets, sino que se mantienen en la memoria y en el tiempo. ¿Realmente nos habrá dicho tantas tonterías?

Ha dicho que de chico era muy introvertido y que mientras en la adolescencia todos sus amigos tenían enamorada, usted no. Incluso, que escribía cartas de amor dirigidas a sí mismo, luego las dejaba tiradas en su casa y así buscaba hacer creer a su familia que una chica le escribía. ¿La introversión es un obstáculo para reportar y consecuentemente, para realizar una buena crónica?

Ese fue un asunto circunstancial de la adolescencia que ya quedo muy atrás. Ahora no tengo problemas para interactuar con las demás personas y eso se lo debo en parte al periodismo. La necesidad de salir de mí mismo para hablar con los demás me ayudó a resolver ese problema que tenía en la adolescencia. Si fuera una persona con miedo a hablar con los demás sería muy complicado que pudiera hacer el trabajo de investigación para mis crónicas.

Ha mencionado que no tenía el suficiente valor para ser escritor y que tuvo que optar por el periodismo porque su madre le decía que de la literatura no iba a poder vivir.  Ahora, pasado el tiempo, ¿por qué diría que se hizo periodista?

La verdad es que yo lo disfruto, no soy un periodista vergonzante. En un momento determinado lo fui porque mi madre me sugirió estudiarlo para no morirme de hambre, pero a estas alturas de mi vida soy periodista porque quiero. Cuando uno es un chico de 12 años, tiene la cara que le regalaron los padres; después de cierta edad tiene la cara que se merece según cómo haya vivido. A estas alturas de mi vida, para mal o para bien, tengo la cara que me merezco; y para mal o para bien, soy lo que quiero ser.


va unaCito una frase suya: “La crónica construye memoria, ayuda a hacer visible lo invisible”. ¿Esto se aplica para el tipo de crónicas sobre personajes excluidos, como los que realiza, o también para los perfiles de personajes públicos y famosos?

Sin duda. La crónica tiene, entre sus fines, el de construir memoria, el de hacer que ciertos sucesos no pasen al olvido impunemente. En el año 2010, se presentó en la Costa Caribe de Colombia el desbordamiento del río más importante de nuestro país que es el Magdalena. Muchos pueblos quedaron hundidos en el agua. Hubo pérdidas materiales enormes y desarraigo porque mucha gente tuvo que vivir en el borde de algunas carreteras, debajo de unos toldos, en condiciones malsanas. Todo el mundo lo vio por televisión y en la primera página de los diarios; pero poco tiempo después ya nadie hablaba de eso. En Colombia, una víctima solo es noticia hasta que aparece una nueva víctima. Parte de lo que hacemos al contar historias es evitar que se nos olvide cierta parte de lo que somos. Cuando convertimos el hecho en historia, cuando no solo es un dato o un registro coyuntural, trasciende y se queda en el tiempo. No podemos olvidar ciertos eventos porque empezamos a repetir algunos errores históricos.

En el caso de los personajes famosos, ¿qué sería lo invisible que la crónica intenta hacer recordar de ellos?

Si te ocupas de un personaje famoso, el reto es mostrar lo que no se conoce de ese personaje. Una vez un amigo me contó que cuando él se ocupaba de personajes anónimos, trataba de mostrar su grandeza; y cuando se ocupaba de famosos, trataba de mostrar su pequeñez. Me extrañó mucho esa definición, le pregunté si era una fórmula. El reducir el periodismo a fórmulas me parece un poco mañé. Más que la fama o la falta de fama, a mí me interesa explorar la condición humana de las personas. La fama es un estorbo que me impide llegar eso, suele ir acompañada de algunas expresiones de poder. El famoso construye un anillo de seguridad para blindarse de las miradas profanas, intrusas, de las miradas que se apartan un poco de lo que el personaje quiera que sea visto.

En Internet podemos encontrar crónicas muy buenas como crónicas muy malas. ¿Cuál crees que es el principal problema de las crónicas deficientes?

Una que no esté bien investigada, que no esté bien enfocada, que no desarrolle bien la historia. Hay muchas formas de no acertar.

¿Con cuántas libretas regresa después de reportar algún personaje?

Normalmente una, pero yo grabo y acumulo mucha información. La última crónica que he publicado es sobre Darío Silva, un ex futbolista uruguayo que perdió una pierna. El texto tiene trece cuartillas de longitud. Mi trabajo en bruto, transcrito, tiene 135 páginas. Ahí pueden ver esa proporción que te digo, me encanta acumular mucha información cuando hago mi trabajo de campo. Hemingway hablaba del iceberg, nos recordaba que la punta del iceberg que sobresale del agua es un octavo del total. Siete octavos están sumergidos en el mar. Con el periodismo es igual, lo que el lector lee en una publicación o texto es solo una parte de lo mucho que investigó el periodista.  Cuando la información es muy justa en relación con lo publicado, estás corto de material.

Para las crónicas, es muy importante acompañar al personaje un día sí y otro también para saber cómo es su comportamiento no solo una vez, sino siempre.

Me gusta interactuar con los personajes tanto tiempo como sea posible, pero también procuro ser amable con ellos. Es como una aventura en la que estamos embarcados los dos. Tengo mis necesidades, tengo mi plan; pero el personaje tiene derecho a que se le respete su vida, que no lo invada y no que sea un tipo de sombra que lo incomoda y persigue. Ser amable significa que voy a ir muchas veces pero no lo voy a fatigar. Así como tengo paciencia para poder encontrar los hechos y el alma del personaje, también la tengo para que el personaje se sienta a gusto conmigo y que me deje entrar en él. Si yo pretendo que voy a ir hoy a durarme diez horas con el personaje, yo voy a durármelas, pero no sé si el personaje va a querer estar diez horas conmigo.

Cuando hablaba de la crónica, hacía mucho énfasis en que la crónica no solo narra, sino también que informa. ¿Podría intentar esbozar una definición de la crónica?

Hemingway escribió una crónica en un pueblo de África. El primer párrafo decía lo siguiente: “Este pueblo es tan pequeño como el cementerio de Kentucky, pero muchísimo más aburrido”. En esa crónica Hemingway está interpretando. Informa cuando te dice cuántas personas viven en ese lugar, cómo es la temperatura. Escribir crónicas es una mixtura entre la visión personal del autor y los datos que hay que dar para que la visión tenga un soporte. Se trata de informar de manera interpretativa, informar a través de detalles y una cierta subjetividad. Los autores de crónicas somos los únicos periodistas que usamos sin ponerlos colorados la palabra subjetividad.

Ha mencionado que una de las claves para encontrar estos rasgos o detalles en los personajes es no siempre preguntar, sino también guardar silencio. En muchos casos, los rasgos o claves se pueden encontrar en los comentarios que haga el personaje cuando no responda preguntas.

Muchos periodistas están más pendientes de la pregunta que van a hacer después, de lo que el personaje les está respondiendo en el momento. Esos periodistas no están dialogando con el personaje, utilizan al personaje como excusa para hablar consigo mismo en voz alta. Aparentemente están en un dialogo, pero en realidad están en un monologo. Hay un tipo de periodismo en el cual ciertos editores tienen una idea acerca de un tema y buscan a un número determinado de personaje afines a esa idea para que les den la razón. Aparentemente tienen muchas voces, pero tienen la misma voz: la suya. El periodismo ha sido eso durante mucho tiempo, una especie de monólogo multiplicado engañosamente con varias voces para dar la idea de una pluralidad cuando no es tal. Pluralidad es cuando contrastas estas voces, cuando tienes una voz que te diga: “Tú estás loco. No me gusta lo que dices”, y eres capaz de poner eso en el texto.

va 3Como tallerista, ¿qué problemas encuentras en el periodismo que se hace ahora?

La dispersión. Hoy en día hay un montón de gente que no es capaz de concentrarse por más de 5 minutos. Una de las características del ser humano que más se ha resentido es la capacidad de poner atención. La gente ya no quiere que la llamen por teléfono porque eso va a significar que van a estar 5 minutos dedicados solo a la persona que los llama. En cambio, si esta les habla por WhatsApp, ahí sí pueden hacer otras cosas al mismo tiempo como montar una foto en twitter o poner un estado en Facebook. Estamos acostumbrados hoy en día a hacer las cosas con el 20% de la atención. Tenemos ese vicio de creer que si dejamos de conectarnos durante un tiempo a esos aparatos, nos perdemos de algo que está sucediendo. Yo supe lo que era la vida cuando no había celular, supe lo que era la vida cuando no había ni siquiera computadora, cuando uno era capaz de escucharse a sí mismo. Ahora eso se está perdiendo.

Y eso afecta al periodismo.

Sí, y la capacidad de poner atención en el otro, de oírla verdaderamente.

Lo podemos relacionar con la crónica porque esta busca, a pesar de que la gente se desconcentra fácilmente, que el lector recuerde por un rasgo a un personaje de los tantos que ve en internet, twitter.

No tengo una idea mesiánica de la crónica. Hago crónica como otro puede hacer una noticia, una caricatura y una fotografía. Elegí un elemento del periodismo que me gusta mucho y que considero afín a mi naturaleza, pero no creo ni remotamente que sea la salvación del periodismo, ni que sea un oficio que me convierta en un profesional de mejor familia. Es simplemente algo que considero que encaja en mi naturaleza porque desde niño quería contar historias.


No es que sea un género más artístico.

No cuento historias porque crea que hay que escribir bello. Hace poco hablaba con un amigo sobre cómo hay gente que tiene ciertas distorsiones sobre el oficio y hablábamos de cómo una historia puede estar bien escrita pero mal contada. Escribir bien no es sinónimo de contar bien. Si tienes muy buena prosa, pero no sabes ordenar los hechos que cuentas, terminas por contar mal la historia. La prosa es una herramienta, no toda la escritura. Por eso Alfred Hitchcock decía que el cine es como la vida sin los momentos aburridos. Si no sabes quitar los momentos aburridos de tu prosa, la gente se va a aburrir.

Hablando un poco del proceso de uno para encontrar su voz en la crónica, ¿cuál es el ejercicio ideal que debería realizar un cronista para encontrar la suya?

No se logra por ejercicio, se logra como producto de la persistencia, del oficio, del trabajo sostenido y paciente. No hay ejercicios para que eso se logre. Veo que mucha gente me viene preguntando fórmulas, no solo a mí sino también a gente que hace el trabajo que yo hago. No se trata de fórmulas. Uno por ser amable y por quedar bien con los colegas se termina inmolando y convirtiendo en un personaje detestable porque anda por la vida dando consejos y comportándose como un gurú, como alguien que reparte bendiciones.

La materia prima de las crónicas es la gente, porque sin ellos no se podría construir el trabajo. ¿Estaría dispuesto a que un escritor haga un perfil sobre usted?

Tuve una experiencia amarga con alguien que me iba a hacer un perfil porque me pareció malintencionado. Hay una frase de Caetano Veloso, el cantante brasileño, que dice que de cerca nadie es normal. Esa frase la tengo como un dogma para mi trabajo porque como los personajes dejan que nos acerquemos a ellos, tenemos la posibilidad de ver algunas taras que no veríamos si estuviéramos lejos. Estamos obligados a ser piadosos y respetar la dignidad de los personajes. A mí la palabra perfil me indigna cuando el que trabaja este género lo considera como un sinónimo de linchamiento moral. Hay gente que cree que con el ánimo de mostrarse ecuánimes, hay que linchar al personaje, invadirle la privacidad y dejarlo como un comemierda, dicho de manera vulgar.

¿Considera que en las crónicas el mismo personaje se termina redescubriendo al leerla? Por ejemplo, en una crónica sobre usted, tal vez encuentre algún rasgo que explique algún comportamiento suyo del que no se había percatado antes.

Es posible que tú veas en mi algo que yo no he visto o que no tengo racionalizado: cierta manera de moverme, algunos tics.

¿Qué consejo le da a los alumnos de sus talleres?

El único consejo que me atrevo a darles es que no pidan tantos consejos.

¿Cuándo usted siente que una crónica no va a funcionar?

No me pasa sinceramente, si me pasara eso no podría trabajar. Tengo que lograr que funcione, ¡tiene que funcionar, sino no como!

PERIODISMO Y REDES SOCIALES

Se habla de que el periodismo, en tiempos de twitter y memes que se burlan de un hecho, está presentando la noticia de manera similar a estos fenómenos virtuales. Lo que hace la gente es noticia: se juntan varios tweets y se convierten en noticia. Jon Lee Anderson fue más severo, dijo que las redes sociales eran algo pornográfico.

Las redes sociales son una posibilidad de comunicación, no de periodismo. Hago el periodismo por mi cuenta y entro a las redes sociales para dirigir a la gente hacia el sitio donde hice el periodismo. No utilizo la red para hacer el periodismo mismo. Respeto la forma en que cada quien maneja sus redes sociales, pero a veces me pregunto si las redes sociales fomentan el diálogo como dicen algunos, o más bien propician la superposición de monólogos. Veo que en las redes sociales se reproduce el mismo nivel de histeria que durante mucho tiempo ha primado en los medios de comunicación tradicionales, cada quien larga una frase histérica y esa frase llega tan lejos como seguidores haya para multiplicar la voz. Si tienes un millón de seguidores, tu frase se expande más que si tienes apenas 50 seguidores. El hecho de que escribas un tweet y otra persona te diga: “deja de ser estúpido”, no quiere decir que estén dialogando necesariamente.

¿Tiene algún valor ese tweet cuando uno está en una zona de emergencia o en una tragedia y comunicas, tomas una fotografía o reportas algo?

El año antepasado hice un crónica en el Chocó, de un niño que demora 5 horas para ir y volver de la escuela. Cuando iba a realizarla, anuncié en Twitter que estaba muy contento porque iba a viajar al Chocó, que es la provincia más pobre de Colombia, a hacer una crónica. Solo puse eso en un tweet y de pronto una muchacha que no conocía me escribió y me dijo: “Hola, trabajo en las Naciones Unidas. Tengo un informe inédito sobre el Choco que te puede servir”. Me puse en contacto con ella en privado y empezamos a interactuar. El informe de la ONU fue importante en la crónica. Lo cito para decirte que las redes sociales son un problema si no las sabes usar. Son una herramienta, como el bolígrafo. Con un bolígrafo puedes escribir La Iliada o sacarle los ojos a tu abuelita.

¿Qué lee usualmente? Periódicos, crónicas de otros, revistas…

Leo periódicos, libros y revistas. Solo estoy suscrito a una revista y el resto las leo en Internet. Sin embargo, no leo el periódico a la manera antigua: cuando te levantabas e ibas a leer el diario todos los días. Hay días en que no lo leo porque no me quiero enfermar. Los seres humanos creamos las novelas de ficción para poder soportar las noticias o reportajes. Es como una ventana de escape que necesitamos. Opera del mismo modo que los carnavales en ciertos pueblos. Nací en una ciudad donde la fiesta más importante es el carnaval, aunque a mí no me gustaba porque lo sentía como un pretexto para convertirnos en depredadores: la gente se ponía una máscara, bebía mucho ron, se ponía violenta. Luego comprendí que no me atraía porque realmente no había entendido la fiesta. Cuando miré el carnaval con ojos de reportero e investigué a profundidad sobre aquello, me gustó. Los carnavales son una ficción que crean los habitantes para poder soportar esa ciudad el resto del año. Durante la mayor parte del tiempo, es imposible burlarse del gobernante y hacer una crítica feroz del político ladrón. En los 4 días del carnaval, es posible ridiculizar al gobernante, es posible que algunas personas asuman una identidad que les crearía problemas en ese entorno: el tipo que quieres ser gay sale a la calle y se viste de gay, el que quiso ser emperador se viste de emperador. Los carnavales son una ficción que ayuda al hombre a soportarse a sí mismo. En estos el hombre se puede poner una máscara que muestra su verdadera forma de ser. Lo mismo pasa con la literatura de ficción, hay ciertas verdades que no se pueden contar con el rostro descubierto, en un reportaje o en una crónica, y por eso existen las novelas y los cuentos.

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Les hemos mentido. Alberto sí tiene un patrón para todas sus crónicas. Firmar con ambos apellidos. El ruego y la imposición se mezclan en la voz de Salcedo Ramos para que no olvidemos incluir el de su madre.

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE ALBERTO SALCEDO RAMOS

  1. El Llano en llamas, de Juan Rulfo.
  1. El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez.
  1. Música para camaleones, de Truman Capote. Dentro de los textos, recomienda Ataúdes tallados a mano.
  1. Fama y oscuridad, de Gay Talese.
  1. La peste, de Albert Camus.

 

 

*Daniel Robles Chian. Estudiante de Comunicación y Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Cuarto ciclo. Ha realizado prácticas en la editorial Etiqueta Negra y colabora actualmente con la revista del Club Regatas.

 



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