(ella), una novela desgarradora y lacerante

EllaJenniferPostcritica

La reciente reedición de la novela de la escritora Jennifer Thorndike amerita esta reseña sobre esta obra que perfila a su autora como una de las mejores escritores peruanas de su generación.

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Por Alina Gadea Valdez*

(Ella) es de esas novelas que transforman al lector. Uno no es el mismo después de leerla. Se habla de libros que tocan, que remueven pero (Ella) es un libro que convulsiona y escarapela. Escalofriante, espeluznante, captura desde la primera frase. Sus palabras penetran la psiquis. No hay un momento en que la acción decaiga. La intensidad es febril, se mantiene sin darnos un segundo de tregua. Y nos deja sin aliento. Frente a la enorme oferta de libros artificiosos, comerciales o no, Jennifer Thorndike se perfila como la mejor escritora peruana por el torrente de su fuerza narrativa y una honestidad que parece provenirle de las entrañas y salirle por los poros.

Cuando salió la antología de cuentos Disidentes 1 de Gabriel Ruiz Ortega, me llamó mucho la atención el cuento Día de salida. El encierro patético, su lirismo claustrofóbico, la relación bizarra con la anciana, me hicieron pensar en Coronación de Donoso.

En un proceso narrativo muy original Jennifer ha expandido los límites de su cuento Día de salida y lo ha ensanchado en esta novela desgarradora, arrastrándonos con toda su fuerza a una vorágine. Su prosa delirante es como un torrente incontenible. Como un maretazo incontrolable. Está escrita con necesidad y también con oficio. Cruda. Auténtica. Visceral. Angustia hasta paralizarnos. El eje sigue siendo la relación patológica con una anciana encerrada dentro de una casa.

Más lacerante y transgresora que el mismo Donoso, Jennifer describe un personaje atormentado y solitario, castrado por la madre, ese ser patológicamente manipulador y esperpéntico. En cuanto a coincidencias con el universo literario de Jennifer, Donoso dice textualmente “la anciana representaba el lazo más absurdo y precario con la realidad emocional de la existencia. Él ya no tenía otros lazos”. Eso sucede en (Ella). Nos hace sentir en carne propia su aislamiento insólito, su frustración y hasta su renuncia a la vida. La anulación de una persona. Eso nos toca como seres humanos en lo más hondo. Esta novela con su prosa tan fina, tiene una lírica, por momentos resaltada por el contraste de elementos nauseabundos, tanáticos, enfermizos.

Ella2PortadaUna complejidad psicológica mezcla de decrepitud, represión, tormento, sordidez. La decadencia, el encierro y lo patético dentro de una casa en su mayor expresión. La atmósfera casi fantasmagórica en que se desarrollan los personajes que parecen ya no formar parte de este mundo, sino de uno absurdo y olvidado. Trasciende a la insatisfacción y la melancolía hasta el borde del delirio. Cierta tóxica y falsa catolicidad, la marca de la culpa. Oscuros pasajes de una vida perturbada, abusada, violentada. Plasma la naturaleza humana con las grietas por las que se cuelan nuestros más bajos instintos. La proximidad psíquica de los personajes, la verosimilitud de las emociones. Una situación que se va desparramando desde el primer inquietante párrafo, seguida de imágenes, pensamientos y voces que nos atrapan en una catarata de sensaciones indescriptibles que ella comunica con maestría.

Para la autora, a diferencia de Donoso, la casa de la niñez no es ese útero cálido en el que refugiarse de la vulgaridad, de la realidad de la vida mundana. Para ella, el útero mismo que comparte con el mellizo, es el inicio del infierno, que es trágicamente el inicio de la vida.

La esquizofrenizante destrucción de la autoestima inculcada por la madre como forma de sentir la vida. Es una especie de fantasma, una persona anulada, una oscura historia de represión, castración emocional y su consiguiente renuncia a la vida por la imposibilidad que le supone vivir, expresada con un lirismo profundo, claustrofóbico, que es asfixiante y desquiciado.

(Ella) es una novela única en su género. Desgarradora, lacerante, nos arrastra con ella a una realidad tan turbulenta como el interior del personaje principal. Jennifer no solo nos acerca a esta truculenta casa sino que hace que nos convirtamos en esa mujer. Penetrante. Su interioridad nos revela la tortura que infringe un ser humano a otro, siendo tan transgresor que nos encontramos frente a una madre y una hija como únicos seres vivos en ese mundo que es una familia. El monólogo interno y los soliloquios perturbadores forman parte de nuestro propio interior y van de la mano con la velocidad de la prosa, tal como ocurre en el pensamiento. La angustia patológica causada por el maltrato psicológico y físico nos confronta con lo más oscuro que llevamos dentro. Catártica, ayuda al lector acompañándolo en lo más hondo como para erradicar cualquier demonio que hubiera quedado atascado en su interior. La acción dramática transcurre a nivel de la conciencia y se solaza en el tormento cotidiano de encierro y represión. Visceral. Nos ataca con su intensidad. Novela escrita con premura, con voracidad, con un aliento poético crispante y ansioso que no hace sino liberarnos de nuestros fantasmas más inconfesables. Conflictiva, cruel. Cero complaciente. Contraviene lo que debería ser el más hermoso de los vínculos familiares. Plantea la disfunción total de una familia y la manipulación en todas sus formas. El personaje central, que es el narrador ha sido de tal manera conculcado en su personalidad que la pierde siendo finalmente solo una prolongación, una proyección de una mujer, de una madre, de una muerta. Frases como: “el día que yo pase por lo que ahora tú estás pasando, el horno no tendrá nada que destruir, representan la más perturbadora convicción del nihilismo, del no ser. Lo terrible que ha sido nacer de ti. Tus ladridos aumentan”.

(Ella) nos enfrenta al vacío y al miedo incontenible, insoportable. El drama que nace ya desde una placenta, lo terrible de la existencia. Su lado más sórdido y monstruoso. El sino de que ni la muerte pueda destruir a una persona que ya ha destruido una vida completa. El desperdicio de una existencia. La maldad que vive después de la muerte. Un epígrafe podría ser la frase de Shakespeare, en Julio César: “the evil that men do, lives after his death, the good is oft enterred with his bones”.

Es un texto que ofrece un desnudo, lo inconfesable sin ningún alambique. Un texto que salpica, que hiede, que nos lleva al límite en la voz de ambas, entremezcladas ambas vidas en una sola muerte, la de ambas. Y la del mismo lector que es ya parte de Ellas.

 

*Alina Gadea Valdez. Es abogada, graduada en la Universidad Católica. Obtuvo el premio Copé Bronce 2006, en la XIV Bienal de Cuento de Petroperú, por el cuento «La casa muerta». En 2009 publicó su primera novela, «Otra vida para Doris Kaplan» (Borrador Editores); en 2012, la novela «Obsesión» (Editorial Altazor). Acaba de publicar su tercera novela, «La casa muerta» (Altazor, 2014).

 



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