El camino hacia uno mismo: “Bajo la sombra”, de Jack Martínez

Presentamos una reseña de Bajo la sombra, la primera novela de Jack Martínez Arias, la cual será presentada por su autor este miércoles 20 de agosto, a las 7 p.m., en la Casa de la Literatura Peruana. La obra nos introduce en los intersticios del dolor producido por una ausencia: la del padre muerto que el protagonista no conoció.

ResenaBajoLaSombra

 

Por Rómulo Torre Toro*


I

Escribir una novela implica escribir sobre cosas que duelen. Es decir, sobre cosas que nos importan de verdad. Escribir, por ejemplo, sobre nuestros muertos y la huella que dejaron en nuestra vida. Porque todas las vidas están definidas por la muerte, no la propia, sino la de los otros, la de quienes nos amaron y amamos. Bajo la sombra (Animal de invierno, 2014) la primera novela de Jack Martínez (Lima, 1983) nos introduce en los intersticios del dolor producido por una pérdida o más bien, por una ausencia, quizás la peor de todas: la de un padre muerto al que nunca se conoció. Pero también nos introduce en los intersticios de una búsqueda, la búsqueda de uno mismo, que es también la búsqueda de la autenticidad.

 

II

La novela nos narra de forma fragmentada y alternada dos historias: la del protagonista presente, Joaquín, y la del ausente, su padre. Joaquín tiene una relación muy estrecha con la muerte, porque ella señala dos momentos cruciales en su vida, dos hechos que desencadenan un cambio de rumbo en su camino e inician, por añadidura, la formación de su individualidad. La primera es la muerte que le dio la vida, la del padre. Nunca lo conoció, pero es para él la sombra más grande bajo la que ha vivido, el modelo del que siempre fue una copia imperfecta, la más imperfecta y borrosa de todas. La muerte del padre define la dinámica familiar de la novela. La madre es una mujer obsesiva que nunca aceptó la temprana muerte de su esposo y aún menos la soledad. Pero sobre todo, nunca aceptó lo único que le quedó de él: su hijo. La madre somete a Joaquín a un constante y sistemático maltrato, que va desde el reproche sin pretexto hasta la comparación más humillante: “Parece que la inteligencia no se hereda de padre a hijo. Ya tienes quince años y no destacas en los estudios”.

Esa dinámica familiar que conduce la madre es la que hace del muerto la gran sombra de la novela, el gran ausente que atraviesa y condiciona la vida del hijo. Además, genera otro movimiento en Joaquín: el desplazamiento hacia el margen. Y no me refiero a los márgenes sociales, sino a los íntimos. Joaquín no es dueño de su vida, es la copia defectuosa de otro, y al mismo tiempo no forma parte de su familia. Eso lo empuja al vagabundeo, a la soledad, al hermetismo: “Terminaba las clases y acompañaba a algunos compañeros hasta sus casas. Luego caminaba por la ciudad. Aún hoy podría reconocer cada metro de sus veredas. Observaba vitrinas, admiraba los videojuegos, me sentaba en los parques. Por la noche volvía a casa y entraba en silencio”. Salir de esa relación conflictiva con la madre requiere un paso más hacia el margen. Salir de casa significa hacerse hombre, intentar salir de la sombra íntima. Sin embargo, Joaquín entró en otra: en la sombra social.

 

III

Caratula_Sombra_Jack¿Pero quién es el padre? Esa es la segunda historia que nos narra la novela. El padre es un estudiante que está haciendo un doctorado en filosofía en Estados Unidos. Es un escritor que “comienza historias” que nunca alcanza a terminar. Es, por último, un hombre que quiere cerrar una etapa de su vida. Por eso decide escribir una novela, una novela que sea una suerte de despedida de su juventud y de los sueños que la acompañaron. Con ese fin, empieza a escribir un diario que debe ser una especie de “laboratorio de la ficción”, tal y como señala Piglia. En ese diario, el padre quiere “…encontrar el tema sobre el cual escribiré, la forma en que escribiré esa historia y luego esbozaré algo. Después estas páginas se convertirán en la base sobre la que construiré el producto final”.

La figura del padre es la de un hombre en crisis que busca comenzar otra vez. Sin embargo, lo que afronta no es un reinicio, sino el final definitivo. Después de sufrir un desmayo le diagnostican una enfermedad incurable que lo matará irremediablemente. Ahí empieza su transformación. Hasta ese momento el padre es un marido ausente, absorbido por las labores universitarias, por las lecturas pendientes y por sus proyectos personales. Gabriela, su esposa, es una compañía inevitable, alguien que deja de ocupar un lugar en su vida. De hecho, el padre de Joaquín empieza a negarse la posibilidad de vivir fuera del ambiente académico. La vida está en los libros, en la lectura, en ese espacio que abren fuera de la realidad: “Se aprende mucho más aquí. Y se vive mejor. Aunque cuando hablo con mis nuevos compañeros me dicen que no demo tomarme los seminarios muy en serio, que debo tener una vida. Que debo salir, pasear, beber, distraerme con otras cosas de vez en cuando. Eso repiten siempre: debes tener una vida”.

El padre es un personaje que vive según lo que lee. Este bovarismo, por ejemplo, lo conduce al deseo de tener un hijo. Las teorías evolucionistas que lee en clases sustentan su decisión y es la razón que le da a su esposa cuando se la comunica: “Le dije que no era por amor. La quería, sí, pero no había decidido tener un hijo por aquella razón. Lo deseaba porque me había sentido cautivado por las propuestas de la filosofía evolucionista…”. El padre constituye así la primera figura del intelectual que nos propone la novela de Jack Martínez: aquel que está absorbido por la teoría. Es el intelectual puro cuya vida empieza y termina en la biblioteca y que atraviesa la línea divisoria entre la realidad y la ficción como si fuera una continuidad. En más de una forma, el padre de Joaquín es un personaje excesivo que vive en permanente actividad especulativa.

La enfermedad, como dijimos, modifica radicalmente la lógica del padre. La inminencia de la muerte hace que la vida cobre su real dimensión: descubre la materialidad de su existencia. En otras palabras, descubre que es un ser frágil unido a la vida por un delgado hilo, descubre que era un cuerpo en lento estado de descomposición. Entonces, el conocimiento y los proyectos intelectuales –sus únicos proyectos– pierden importancia. La noticia de la concepción de Joaquín termina por descolocarlo. Anticipa lo que le espera a su hijo sin él, desamparado en su país miserable y expuesto a la debilidad de su esposa. Ese hijo que fue concebido por la teoría, sin amor, piensa, no puede llegar. Esa decisión, sin embargo, ya no podrá tomarla. El padre cobra conciencia de la vida, de la realidad, de lo concreto, en el instante exacto en que sabe que va a desaparecer. La vida le da de lleno en toda su muerte.

 

IV

JackResenia2La segunda figura del intelectual que nos propone la novela es la de Sebastián y, por extensión, la de los intelectuales a los que podríamos llamar “locales”. Sebastián, un artista que interviene las paredes en distintos puntos de la ciudad, es el referente más importante en la vida de Joaquín después de su padre. Es él quien lo impulsa a seguir un taller de pintura en la universidad, a formarse intelectualmente y, en general, es la persona a la que más admira y respeta. Sebastián irrumpe en la novela con un discurso que es, al mismo tiempo, estético y político. Propone un nuevo tipo de arte que, alejado de los círculos académicos, se refugie en la realidad. Es decir, propone un arte “auténtico” que se nutra de la violencia callejera, la muerte, la pobreza y la esperanza.

Ese refugio en la realidad, sin embargo, no es más que un discurso vacío. Un discurso que no se sostiene en ningún conocimiento del referente y que resulta, nada más y nada menos, una impostura, una falsa preocupación por los problemas reales y sus soluciones. De ahí también que los intelectuales “locales” se definan por el doble discurso: “Parecía que los estudiantes también andaban obsesionados con los cadáveres. Pero a diferencia de los muertos de Waldo, los de los estudiantes pertenecían a otro tipo de guerra. Una guerra de la que los estudiantes no habían sido testigos, una guerra civil anterior que no le dolía pero parecía seducirlos. Porque eso vende, decían a media voz, entre amigos. Eso es para no olvidar lo que ha sucedido en nuestro país, para que no se repita, decía en voz alta, entre desconocidos”.

De esa manera se construye el intelectual ambiguo, aquel que practica un arte en apariencia crítico, innovador, riguroso, pero que no hace más que postular una realidad inexistente y distorsionada por intereses ajenos. La distancia que separa a este tipo de intelectual de la realidad concreta se ilustra con los sueños y proyectos que alimentan Sebastián y Álex, el taxista que asalta a los pasajeros que suben ebrios a su vehículo. El primero desea ganar concursos, revolucionar el arte nacional con su propuesta, ser considerado “el héroe y el genio” que salva a su época de la mediocridad. Las aspiraciones de Álex son mucho más modestas, socialmente inferiores y los obstáculos que se le presentan más menudos pero por lo mismo más difíciles de sortear. Álex desea comprar un camión y dedicarse al transporte de madera, pero para eso debe acabar el colegio nocturno que nunca aprueba y del que es siempre el peor alumno. En esta oposición está la clave del intelectual ambiguo, aquel que pregona un compromiso estético y político que se contradice con sus actos, con sus intereses, con su moral. Con sus sueños de clase media.

 

V

JackResenia3La familia no siempre es un espacio de amor. La familia, muchas veces, es el espacio del conflicto, de la violencia. Resulta interesante que el inicio de las actividades delincuenciales del protagonista, Joaquín, coincida con el inicio de su independencia. Que ese sea el mejor modo de escapar de casa y empezar una nueva vida. La marginalidad social como consecuencia de una marginalidad más íntima, más privada. De hecho, podríamos decir que los factores que deciden su paso a la sombra de la ley son otras sombras: la del padre ausente y la de la madre obsesiva. Cuando empieza a ayudar a Álex en el robo a los pasajeros, lo que consigue es romper con el control materno e iniciar una búsqueda que hasta ese momento estuvo postergada: la búsqueda de sí mismo. En este proceso de hallar su propia personalidad y asentar las bases de su individualidad juega un rol importante el diario paterno.

Con propósitos idénticos, adquirió una cantidad importante de libros que terminaron siendo, como él, una réplica de la biblioteca de su padre. La lectura de esos volúmenes es un modo de aproximación, pero marca también un límite que no se atreve a cruzar: “Muchas veces me pregunté cómo eran los libros de mi padre por dentro. ¿Cuáles habrían sido los pasajes subrayados? ¿Tendrían notas en los márgenes? ¿Qué dirían?”. La lectura marca, además, otro límite: el de la propia sensibilidad. Joaquín no se atreve a marcar sus libros, a subrayarlos y escribirlos. No registra sus reacciones frente a lo que lee, porque hacerlo significa dejar su huella, una huella que no es más que la copia de otra, la del padre.

De ahí la importancia del diario, porque guarda el testimonio de un hombre que siempre ha estado con él, pero que todavía no conoce. En él está registrada la huella original de ese hombre que ha sido su gran sombra. La lectura del diario –y el descubrimiento del fracaso que representa– abre dos posibilidades para el protagonista: continuar el trabajo que su padre no pudo terminar, es decir, escribir la novela que otro planeó, o empezar otro relato, el de su propia vida: “Esa novela que yo intenté completar y no pude. Porque no tengo talento para la ficción. No pude siquiera encontrar la tercera historia que él andaba buscando, fui incapaz de inventar otro personaje. Tras ese fracaso, lo único que pude hacer al leer el cuaderno de notas fue escribir estas páginas, contando mi propia vida, la real, la que duele”. Contar la vida es hacerse cargo de ella, asumirla. Con el fracaso termina su búsqueda e intenta, esta vez sí, esta vez en serio, comenzar de nuevo.

 

 

*Rómulo Torre Toro (Lima, 1987). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado reseñas y cuentos en la Bitácora de El Hablador y Germinal (Actualidad, política y cultura)


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