Venderlo todo: a propósito del ‘boom’ Jeremías Gamboa

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Presentamos algunas reflexiones sobre cómo, debido al lanzamiento de Contarlo todo, se han venido reforzando algunos mensajes de emprendedurismo y ‘éxito’ (¿comercial?), enfocándose esta vez en un escritor que acaba de publicar su primera novela. El discurso de la Marca Perú llevado al plano de la literatura.

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Por Marlon Aquino Ramírez
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Este domingo por la noche el programa Punto final de Frecuencia Latina emitió un reportaje titulado “Jeremías Gamboa revoluciona el mundo de la literatura”. Al día siguiente, pude leer en varios muros de Facebook entusiastas comentarios que celebraban el raro acontecimiento de que un programa de televisión haya dado cobertura a un suceso literario. ¿Acaso no es eso lo que necesitamos los peruanos, más cultura y menos entretenimiento barato?, ¿no estamos ya cansados del mercantilismo de los dueños de los canales de televisión que solo piensan en ganar dinero a como dé lugar? Por supuesto que sí. Lamentablemente, el reportaje sobre el exitoso escritor Jeremías Gamboa tuvo de todo, menos literatura. Para empezar, porque de su novela Contarlo todo, que supuestamente es el motivo por el cual es “exitoso”, apenas si se habló. Y los pocos que dijeron algo del libro en este reportaje fueron aquellos cuya opinión difícilmente podría ser considerada como objetiva: los editores que siempre dirán que su producto es fenomenal y Mario Vargas Llosa, quien, además de recomendar al novelista debutante a la agente literaria Carmen Balcells, prestigia el libro con sus palabras para el cintillo. Pero ningún crítico literario dependiente o independiente aparece ante las cámaras hablando del libro. Aun cuando varios de ellos ya han escrito sobre la novela, algunos elogiando cautelosamente la novela y contando el argumento (como Ricardo González Vigil); y otros yendo a contracorriente como Guillermo Espinosa Estrada, que la ha calificado como “novela de superación personal”. Por mi parte, creo que el “fenómeno Gamboa” va más allá de la literatura, y que, a nivel nacional, bien podría calzar en la estrategia comercial de moda: la Marca Perú; y a nivel internacional, en un nuevo intento por restaurar la bonanza económica de la época del Boom latinoamericano (como los constantes intentos de encontrar a la fuerza al “nuevo Vargas Llosa”).

La estrategia de la Marca Perú enfatiza aspectos como la superación personal, el emprendedurismo y el patriotismo. Su truco es instalar en la mente de los consumidores-ciudadanos la asociación entre comercio y patriotismo, buscando que cada vez que aquellos se enteran de que un producto peruano ha llegado al mercado internacional inmediatamente se les infle el pecho de orgullo y digan “estamos” triunfando, cuando la verdad es que los que ganan con nuestro patriotismo son solo unos cuantos empresarios y no “todos los peruanos”. Desafortunadamente, esta idea del país como marca trae de la mano la sobrevaloración del éxito económico. Es decir, la simplista idea de que seremos un país desarrollado solo cuando seamos ricos.

PostJeremiasG2Pues bien, este discurso de la Marca Perú, que empezó por celebrar “nuestro” éxito gastronómico (en un país con altas tasas de desnutrición), ha ido extendiéndose por diversos campos como el deporte, la música y el cine. Respecto a este último tenemos el caso reciente de la película peruana más vista de todos los tiempos (en el Perú): ¡Asu mare!, la historia de éxito del actor y comediante de stand-up Carlos Alcántara. Precisamente, las numerosas coincidencias entre esta producción cinematográfica y Contarlo todo, evidencian el uso del mismo guion. Así, la historia de la novela sigue semejante itinerario al de ¡Asu mare! En palabras de Guillermo Espinosa Estrada: “[…] el libro se convierte en la lista de sus éxitos —la obtención de una beca universitaria, el rápido ascenso en sus trabajos, el noviazgo con una señorita de sociedad, la tenacidad con que persigue su vocación […]”. De otro lado, tanto en la novela de Gamboa como en la mencionada película se celebra un mestizaje pacífico, que en verdad solo es ilusión o utopía dadas las profundas diferencias socioeconómicas en el Perú real. Cito nuevamente a Espinosa: “[…] el personaje de Gamboa se ´blanquea´ progresivamente. Por eso justo a la mitad de su transformación se le describe como ´un tipo mestizo, por ratos algo blanco, por ratos algo indio, no sé, un tipo que es como varios a la vez y oscila, como los camaleones´”.

El reportaje del domingo es un reportaje Marca Perú porque construye la imagen de Gamboa como se construyó la imagen de Carlos Alcántara. Gamboa es presentado como el “chico de barrio” que trabajó de vendedor ambulante (como Alcántara, que ofrecía aspiradoras de puerta en puerta, solo que Gamboa, según cuenta ante cámaras, se escondía para que no lo vean sus amigos de la Universidad de Lima), pero un chico de barrio que finalmente triunfó hasta ser, según dice el reportero, el “engreído” de la Feria del Libro de Guadalajara (por cierto, la engreída fue Sasha Grey, exactriz porno y ahora escribidora), un chico de barrio (sí, lo llaman así varias veces) que además conquistó a la chica de otra clase social (tanto este reportaje como ¡Asu mare! tienen el mismo broche de oro: el beso entre el joven triunfador y la chica de diferente origen socioeconómico). Ese es un ganador. Sí, un escritor también puede ser un ganador, es más, debe ser un ganador. Lo sugiere el mismo Gamboa cuando recuerda a sus alumnos de la Universidad Católica y la UPC viéndolo subir a un bus a “Mangomarca o a la combi de setenta céntimos” acaso pensando “¿es esto lo que me espera?”, pero no importa dice él, “después se podrán dar cuenta, ¿no?”. La pregunta es entonces: ¿se podrán dar cuenta de qué? ¿Que todos los que suben a un micro o una combi son unos fracasados? ¿Qué un escritor no es exitoso si viaja en transporte público?

De modo que poco ha hecho este reportaje para difundir literatura. Simplemente nos ha contado el éxito económico de un individuo, no un éxito literario (si es que existe algo llamado así). Y así, una vez más, la prensa peruana ha ayudado a invisibilizar las derrotas colectivas magnificando los éxitos individuales. Nos hacen exaltar el premio Nobel otorgado a “nuestro” Vargas Llosa y quieren que se nos inflame el pecho de orgullo porque “nuestro” escritor Jeremías Gamboa es famoso en Europa, para así crear la ilusión de que no, no estamos por los suelos en los rankings de comprensión lectora a nivel mundial. “Mi vida es paja, tu vida es paja, la vida de todos es paja”, dice Gamboa al final del reportaje. ¿Cómo no iba a apoyar Vargas Llosa a alguien tan inofensivo y logrado? No sé si será su sucesor, pero sí estoy seguro de que es uno de sus “héroes discretos”, un Felícito Yanaqué que también vino de abajo, trabajó duro, salió adelante, triunfó…

Seamos cuidadosos entonces. Un escritor no es un comerciante, ni un cantante pop, ni un actor de Hollywood, ni un futbolista (en el reportaje se compara la presentación del libro de Gamboa en México con la presentación de Messi en el Barcelona…). Además, un escritor que de verdad quiere contarlo todo tiene que incomodar, que criticar, que cuestionar, y no tiene que importarle decir su verdad aun cuando reciba abucheos en vez de aplausos. Mientras que un escritor que quiere venderlo todo entrega su alma al diablo con tal de ser “fichado” por una gran agente literaria y así obtener unos minutos de fama y acaso varios ceros a la derecha en su cuenta bancaria. Quiero que las palabras del principal artífice del “fenómeno Gamboa” concluyan este artículo. Sí, Mario Vargas Llosa. Pero no el Vargas Llosa de ahora, sino aquel del discurso de recepción del premio Rómulo Gallegos en 1967, aquel para el que la literatura no era “paja”, sino fuego:

Es preciso, por eso, recordar a nuestras sociedades lo que les espera. Advertirles que la literatura es fuego, que ella significa inconformismo y rebelión, que la razón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica. Explicarles que no hay término medio: que la sociedad suprime para siempre esa facultad humana que es la creación artística y elimina de una vez por todas a ese perturbador social que es el escritor o admite la literatura en su seno y en ese caso no tiene más remedio que aceptar un perpetuo torrente de agresiones, de ironías, de sátiras, que irán de lo adjetivo a lo esencial, de lo pasajero a lo permanente, del vértice a la base de la pirámide social. Las cosas son así y no hay escapatoria: el escritor ha sido, es y seguirá siendo un descontento.

 

 

Marlon Aquino Ramírez estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ahora sigue un doctorado en Northwestern University (USA).


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