Alice Munro, la tejedora de tramas profundas

Haber recibido el Premio Nobel de Literatura le asegura a un escritor tener nuevos lectores, sin embargo, en el caso de Alice Munro, su prosa se defiende sola y antes de este suceso ya tenía el reconocimiento de la crítica que la llamaba ‘La Chéjov con faldas’. Presentamos una lectura de su libro de cuentos Demasiada felicidad, una obra que muestra cómo, al igual que el maestro ruso, lo cotidiano puede retratar con profundidad el sufrimiento humano.

PostDemasaidaFelicida

 

Por Leonardo Cárdenas Luque

No había leído nada de Alice Munro hasta que tuve que hacer esta reseña y lo hice, supongo, porque ganó el Premio Nobel y todo el mundo habla de su obra. Demasiada felicidad es un ejemplo de por qué cierta literatura debe ser premiada: es contundente en lo que comunica; es decir, estos cuentos queman y logran ese impacto por la manera directa en la que son contados, por las sentencias que resumen el impacto que lo cotidiano tiene en nosotros y, sobre todo, porque permite vernos.

La primera y la segunda conclusión se complementan: Munro avanza como una araña que teje oraciones cortas en perímetros que siempre parecen ser rodeos a lo que quiere contar, que extienden el campo de significados que el cuento puede tener y pierden el centro. Los cuentos son largos y las distancias dilatadas hasta que cae la sentencia y se encuentra a la araña: un punto álgido se convierte entonces en el nodo que da sentido a todo lo anterior, punto articulador de lo que sigue, a la vez. Luego la araña avanza más rápido que sus lectores y Munro vuelve a sorprendernos con ese tejido.

Esto no sería posible si los cuentos de Munro se movieran en el facilismo de lo banal. Como todo tiene un sentido, como las telarañas incompletas son inefectivas, la escritura de estos cuentos necesita ser profunda. Así, en el cuento que da título al libro, la autora decide contar los últimos días de vida de una matemática y escritora brillante, pero el final se retrasa por los continuos flashbacks que completan el significado que tiene su muerte. Los retratos del pasado dejan de ser más que una simple anécdota y se convierten en explicaciones profundas que dan solidez a textos con increíble densidad. Por eso los cuentos de Demasiada felicidad queman al lector, lo hacen quedar en silencio un momento, levantar la mirada y volver a leer como si nos perturbaran y tal vez eso debería hacer un cuento.

Ese es el valor que deseamos dar a Demasiada felicidad y dejar de lado las lecturas típicas de Munro que se mueven alrededor de cómo retrata sus personajes femeninos y cómo a los masculinos. Es cierto que las mujeres de Munro sufren el doble para lograr las cosas, lo cual las convierte en personajes doblemente trágicos: a) nada más por ser mujeres y tener que enfrentarse a un orden rígido y patriarcal; y b) ansían algo imposible que se llama libertad. También es cierto que cuando el protagonista es un hombre (como sucede en Madera y Cara) está desprotegido y merece auxilio (en Madera es la esposa quien ayuda al hombre fracturado, por ejemplo); lo que deshace el orden típico de los roles asignados, en la tradición, a lo femenino y lo masculino. Sí, esto es verdadero, pero no es lo que impresiona de Munro.

Lo que atrae al lector de Demasiada felicidad es el deseo narcisista —inherente a la mayoría de personas— de contemplarse en un espejo, el sórdido narcisismo de mirarse los hoyos en la cara, porque muchas de las grandes catástrofes personales (como la culpabilidad que persigue a una mujer hasta el día de su muerte por haber ahogado a una niña con síndrome de down en el mar, junto a su amiga, durante un campamento cristiano de verano —léase Juego de niños) se justifican en los detalles olvidados. En mi opinión, el lector ideal de Demasiada felicidad se encuentra en los relatos gracias a la recuperación del pasado. Lo mismo pasa en Hoyos profundos, cuento en el que un hombre cambia su vida a partir de una caída en un hoyo del que es salvado por su padre. ¿No es este ejercicio proustiano de intentar recuperar el tiempo perdido una de las formas en las que el ser humano busca la justificación de esas decisiones que no pueden explicarse y dan cuenta de lo que es: un amasijo de irregularidades o una contingencia, por decirlo de otra manera? Hay que leer a Munro, hay que sumergirse y dejarse perturbar por el fuego lento.

 

 

Leonardo Cárdenas Luque. Egresado de la escuela de Literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ha publicado cuentos en algunas revistas y un libro de relatos llamado Reunión de Muertos (2013) bajo el sello independiente Agalma. Actualmente es librero.

 



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