De visita en la Feria del Libro de Arequipa

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Aunque la Ciudad Blanca es ya un atractivo suficiente para visitarla, esta vez nos trae a ella la quinta edición de su feria del libro, un evento que tiene aún como gran reto seducir más a la comunidad arequipeña.

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Por Jaime Cabrera Junco

Visitar Arequipa para mí es volver a parte de mis orígenes. En esta tierra de sol abrasante y cielo celeste vivieron mis abuelos cusqueños y nació mi padre. Aquí residen mis tías y los primos que por la distancia geográfica no pude siempre frecuentar. Por eso volver a esta ciudad me ha permitido reencontrarme con la familia aunque el cometido principal, dada la naturaleza de esta página, es visitar la feria del libro.

Arequipa es la segunda ciudad del Perú si tomamos en cuenta su importancia económica y su población que supera los 852 mil habitantes. Además de la minería, el sector construcción e industrial le han reportado un ostensible desarrollo que también ha dinamizado el movimiento comercial de la Ciudad Blanca que después de Cusco es el destino más visitado por los turistas extranjeros. Ahora, ¿esta auspiciosa situación económica ha tenido un correlato en el ámbito cultural y concretamente en la feria del libro? Digamos que no con la fuerza que merecería este suelo que vio nacer a grandes hombres de letras como Mariano Melgar, Percy Gibson, Oswaldo Reynoso y Mario Vargas Llosa, por mencionar a algunos de los más conocidos.

Tarde de sábado en el parque Libertad de Expresión, de Umacollo. Aunque no hace un calor sofocante como en el norte, los rayos de sol queman con tanta intensidad que da la impresión de que estuviéramos debajo de una gigantesca lupa. La feria del libro se realiza en la parte central del parque y desde el ingreso se percibe mucho entusiasmo de los jóvenes voluntarios, que reparten el programa con las actividades y orientan con mucha amabilidad al visitante extraviado. Se nota mucha voluntad por desarrollar un evento importante que congregue no solo a escritores sino también profesionales de otros ámbitos. Sin embargo, en mi primer día aquí noté la falta de público. A pesar de ser fin de semana las salas tenían poca asistencia, aunque en la presentación del sociólogo Sinesio López, sobre las seis de la tarde, hubo algo más de 30 personas en el auditorio José Ruiz Rosas.

La oferta de libros es bastante discreta, aunque por su variedad destacan el de las editoriales independientes, librería San Francisco, Rocinante y Selecta, estas dos de Lima y esta última en alianza con el sello arequipeño Cascahuesos Editores. Haciendo la comparación con la de Huancayo que es más pequeña en espacio, digamos que a la feria de Arequipa le falta seducir más al público, y esa sensación no solo es mía sino también del grupo de editores y escritores con los que conversé durante mi recorrido. Sin embargo, es un espacio muy necesario, puesto que no hay otra actividad en la ciudad dedicada exclusivamente al libro y que congregue a editores, libreros y autores. Lo que sí me pareció un punto que merece destacarse es la visita coordinada que se realiza con los colegios, cuyos estudiantes de primaria y secundaria participan en talleres y en eventos de cuentacuentos y teatro.

La feria es organizada por un colectivo cultural denominado Artequipa –que congrega a universidades y centros culturales- y en esta quinta edición se ha propuesto recibir la visita de 120 mil personas. La programación, el centro de una feria, es también discreta y podría mejorarse aún más, y también aparentemente lo que falta para que este evento cale más en los arequipeños es la difusión. Cuando abordé un taxi le dije al conductor, como para tantearlo, que nos lleve al parque Libertad de Expresión, donde se realiza la feria del libro. “¿Cuál feria?”, respondió. Este evento, ojalá, pronto pueda superar este reto –evidentemente, nada fácil- de atraer más público en una ciudad y por extensión en un país donde se lee poco y si se hace es por obligación.

 

 



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