Juan Manuel Chávez: «Todo lector debería asumir su condición de persona frente al libro»

Latinos y otros peregrinos (Editorial San Marcos, 2013) es el nuevo libro que presenta el escritor Juan Manuel Chávez, en el que a través de un viaje a Italia realiza una comparación y evaluación cultural desde el punto de vista de un migrante que evoca paisajes peruanos de Ayacucho y Junín.


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Por Carlos Alberto Rosales (@rosalespurizaca en Twitter)


Después de obtener el premio Copé Plata en la XII Bienal de Cuento (2002) y la primera mención del Premio Nacional de Novela Federico Villareal con La Derrota de Pallardelle  (Fondo Editorial de la UNMSM, Lima, 2004); Juan Manuel Chávez (Lima, 1976), escribió el libro de cuentos Sonríen los desamparados (JC Sáez Editor, Santiago de Chile, 2006) y el ensayo Lima. Un camaleonte tra due specchi (Donzelli Editore, Roma, 2006), prologado por Mario Vargas Llosa.


En esta entrevista nos habla sobre su última obra Latinos y otros peregrinos (Editorial San Marcos, 2013), que se presentó hace poco en el Museo del Libro y de la Lengua de la ciudad de Buenos Aires en Argentina y que en las próximas semanas se presentará en nuestra capital. 


Como él mismo lo precisa, este libro es mucho más que una crónica de viaje en la que relata su recorrido por algunas ciudades italianas durante semana santa. Latinos y otros peregrinos es un canto a la subjetividad, acompañado de un registro fotográfico que expresan el punto de vista del autor sobre las ciudades y el viaje como instrumento literario. 


Cada visita a una ciudad italiana motiva en el autor recuerdos de lugares peruanos, como Ayacucho y Junín, que salpican en la descripción para obtener así un texto híbrido que se apoya en la crónica para coquetear con la novela, profundiza en la reflexión con ciertas pinceladas de ensayo y el acompañamiento visual mediante fotografías que nos aproximan a la mirada que el autor tiene sobre el viaje. 


Latinos y otros peregrinos viene acompañada de un librillo titulado Cuatro ciudades, sus tantos imaginarios y un escritor con su cámara que, con una portada que simula ser un pasaporte, se convierte en la puerta de entrada para extraer los detalles más atractivos del Cusco, Valparaíso, Cuenca y Cartagena, porque tal como dijo Claudio Magris, «no hay viaje sin que se crucen fronteras».


Sin embargo, no solo hablamos de su última obra. Esta entrevista también fue motivo para hablar sobre otros temas como la condición literaria del viaje, la importancia del libro como vehículo cultural, la evolución de la capacidad crítica del lector durante los últimos años, el papel que debe asumir un lector cuando se enfrenta a un libro y las fronteras que debe atreverse a cruzar un escritor para lograr un texto logrado.



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Latinos y otros peregrinos, va mucho más allá de tu recorrido por varias ciudades italianas en Semana Santa
Claro, es mucho más que eso, la idea era hacer un libro que refleje cómo el viaje es el afán de recorrer más que llegar, la necesidad de mirar e interrelacionarse. Este libro, toma como excusa la semana santa en Italia para evaluar cultural, histórica y políticamente la condición de una persona que está migrando permanentemente. Me gusta sentirme foráneo. Ser extranjero para este libro supone el gusto de comparar culturas. De hecho, es el libro más artístico que he concebido en la medida que no solo están en juego las palabras, sino una visión artística. 


¿Qué función representa la interrogante y la fotografía que preceden cada capítulo?
Cada capítulo del libro es una tentativa de respuesta personal a una ciudad y su cultura. La fotografía es una sugerencia de respuesta, pero que como toda hipótesis, se confirma o se descarta. Es un libro de hipótesis sobre el viaje mismo, que es íntimamente humano. Lamento que en el Perú no tengamos más trenes, viajar en tren es una experiencia literaria más enriquecedora que hacerlo en bus o avión.


En ese sentido, ¿cuál es el eslabón entre la representación visual y el relato que haces de tus viajes?
La fotografía por sí misma, además de hablar del lugar, también nos muestra a quien captura dicha imagen. En este libro quería que las palabras hilvanaran con algo más, que el lector se acerque al autor mediante la fotografía, que es un espejo de dos caras.


Estamos frente a un texto híbrido que combina varios géneros
La tentación de un texto de esta cualidad híbrida es que termine siendo una miscelánea caprichosa sin sentido. Me preocupa cuando nos queremos poner extremos y no logramos comunicar al lector, cuyo papel me interesa cada vez más. Como escritor me esfuerzo que el lector entienda lo que quiero decirle, ofrecerle las herramientas para que el acto comunicativo del libro llegue al mensaje que el mismo lector ha descubierto, no el que trato de decirle. El libro debe tener un manejo de la atención, que merezca leerse de la primera hasta la última página, de lo contrario no está funcionando.


¿Cuál es el valor literario del viaje?
Tiene una condición de vicio. Cuando vuelvo de un viaje estoy con la ilusión de volver otra vez, es adictivo, lo peligroso es visitar ciudades como si fueran el conjunto de figuras de un álbum. Muchos prefieren tomar la foto en vez de disfrutar de la ciudad, hay esa tentación de vicio por llenar, hay esa sensación de emergencia en la que el viaje representa salir de mi zona de confort, donde hay un aprendizaje permanente de respeto y tolerancia. El viaje me enrostra al otro y en él me veo a mí, mejora la capacidad que tengo para interactuar y ser comprendido. Conocer un lugar nuevo te obliga como escritor estar más atento al detalle, es un entrenam
iento literario maravilloso. El viaje no te hace mejor escritor, pero te prepara mejor para la literatura.


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¿Es la literatura un viaje cuyo destino no se conoce, pero al que nunca se ha partido totalmente?
Uno viaja con las maletas de sus prejuicios, de sus propios cuestionamientos, dudas y verdades. Con todo ese equipaje conocemos ciudades que nos enrostran nuestros atavismos. Por eso, este libro también muestra el equipaje de su autor porque yo sí creo que toda la literatura se hace combinando recuerdos, en el sentido más amplio, tal como Bolaño le decía a Javier Cercas. Sin embargo, no todos esos recuerdos son útiles literariamente. 


En general, ¿qué papel ha representado el libro en tu vida?
A lo largo de mi vida, el libro ha sido un profundo enriquecimiento, me ha dado más preguntas que respuestas, ha significado una forma de reflexión distinta. Me ha permitido indagar sobre la condición humana. No creo que los libros hagan mejores personas, pero sí creo que nos permite ser más respetuosos con el otro.


En ese escenario, ¿qué papel ocupa el lector?
Soy de los que creen que si empiezas a leer un libro y no te gusta, mejor abandónalo. El Quijote lo abandoné cuatro veces hasta que luego lo disfruté intensamente. El lector, tal como dijo Daniel Pennac, está en su derecho de decir este libro no me gusta o no me provoca, eso me parece clave. Todo lector debería asumir su condición de persona frente al libro, es decir, si tengo ignorancias profundas sobre un tema y las acojo en un libro, su lectura puede abrirme sorpresas. Nuestras ignorancias son herramientas potentes para leer un libro.


¿Cómo ha evolucionado la capacidad crítica del lector respecto a la literatura?
Profundamente. Cuando conversar en un bar con los amigos, ya no se creen tan fácilmente los cuentos baratos. Juan Carlos Onetti decía, qué tal si dos más dos es cinco. Creo que el lector no solo es menos ingenuo, sino cada vez más exigente porque tiene menos tiempo, lo que implica mayor ritmo y atención. Eso no quiere decir que tengamos que adaptar la literatura al lector, sino que no podemos creernos escritores con solo escribir nuestras maravillas. Hay que enjuiciarnos permanentemente, no para hacer las mejores novelas, sino las más perdurables y atractivas. Así como el lector está más entrenado en diferentes códigos, el escritor está en la disyuntiva de poder seguir jugando con las posibilidades creativas, el discurso híbrido es una manera de encontrar caminos para contar historias. 


¿Hacer o escribir literatura?
Desde mi perspectiva escribir literatura es sentarse frente a la computadora y adaptar las palabras que tengo en la mente para la ficción o no ficción; pero todo eso es una minúscula parte del quehacer de un escritor. Lo que yo hago es literatura, por ejemplo cuando voy por la calle percibo ciertos hechos que pueden encajar como escenas literarias, de esa forma, al igual que la fotografía, me apropio de algo.


¿Cuáles son las fronteras interiores que un escritor debe atreverse a cruzar para alcanzar una literatura más lograda?
Primero, dejarse de la cojudez de creer que el escritor debe hacer el mejor libro de la historia porque eso nos impide hacer el libro que podemos hacer en ese momento de nuestra vida. La primera frontera es asumir con absoluta autocrítica tus enormes defectos, una limitante es negarte a ver que por ejemplo puedes ser malo en el manejo del diálogo o en la construcción de personajes. Si te niegas a eso puede que no avances. Pero hay otra frontera, así como pasa con la pintura, fotografía o escultura, es no tener miedo a arriesgarte a cruzar otros caminos literarios. Qué penoso es encontrar a un escritor que encontró la fórmula y la repite en cinco libros más, ese no es el camino recomendable. Creo que un escritor, como todo artista, está llamado a un permanente descubrimiento, no a encasillarse. Me gusta ver la literatura como un arte de la sorpresa, del deslumbramiento inicial que tenemos, cruzar la frontera que antes nos parecía infranqueable.




CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR JUAN MANUEL CHÁVEZ


1. El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas.

2. El infinito viajar, de Claudio Magris.

3. Piedra de sol, de Octavio Paz.

4. Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

5. Ébano, de Ryszard Kapuscinski.
*Post data: Un agradecimiento especial a  Rosali Leon-Ciliotta por la fotografía. 


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