Juan Rulfo y la soledad del mundo

Pocos libros tienen el poder de sumergirnos en un desconcertante viaje a un mundo en el que las fronteras entre lo real e imaginario no se pueden detectar fácilmente. El genio literario de Juan Rulfo nos regaló Pedro Páramo, gran novela a la que rendimos homenaje con este artículo de Alina Gadea.

 
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Por Alina Gadea Valdez*
 
Es sabido que Juan Rulfo se dedicaba a escribir secretamente después de largas horas de trabajo en un lugar tan poco adecuado para la creatividad de un escritor como una oficina de migraciones. En ese tiempo nadie hubiera sospechado que ese empleado sería después autor de una joya literaria como el libro de cuentos El llano en llamas, ni menos que escribiría una novela que pasaría a ser un mito literario. Escribía un texto que nunca vio la luz, que  destruyó por considerarlo excesivamente sentimental y complicado, hipersensiblemente autobiográfico. Nunca lo sabremos. Pero en 1953 escribió Pedro Páramo, novela única en su género de extraordinario lirismo. Historia marcada por la soledad que lo acechaba desde la niñez y cuyo telón de fondo es la miseria de la tierra. 
 
 
Uno de los comienzos más notables de la narrativa contemporánea: «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo».  Su naturalidad con dureza dulce y triste nos coloca en una situación muy particular con la que no podemos dejar de sentirnos involucrados como seres humanos. 
 
 
A lo largo del texto nos va dejando, con un inconfundible lenguaje, la imagen del hombre abandonado a la desolación de un mundo hostil. Es en definitiva una proyección de lo dura que puede resultar la existencia humana. Rulfo nos muestra en resumidas cuentas, la soledad del hombre.
 
Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer. 
 
 
Pienso que este clima de profunda soledad que se respira en el libro tiene dos raíces, una histórica  y otra personal. La primera tiene una esencia colectiva,  compartida en general en América Latina como herencia de la época colonial, producto de innumerables abusos e injusticias. Él así lo expresó una vez como «la atmósfera de terquedad, de resentimiento acumulado desde siglos atrás». Y una raíz personal o emocional, asentada en la infancia del autor en los sentimientos de abandono y orfandad. 
 
 
 
LAS LECTURAS DE PEDRO PÁRAMO 
 

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La complejidad de esta novela hace necesaria varias lecturas. Más allá de los saltos en el tiempo y en los puntos de vista, él usa un recurso de interpolación por el que incluye pensamientos y recuerdos de distintos personajes, entrecortados y colocados o incrustados por los lugares más impensados de la narración.  Así en medio de una descripción de la naturaleza inundada de vitalidad, la voz de la madre de Pedro Paramo y a continuación los recuerdos de este hablándole a Susana San Juan: 
 
Al recorrerse las nubes, el sol sacaba luz a las piedras, irisaba todo de colores, se bebía el agua de la tierra, jugaba con el aire dándole brillo a las hojas con que jugaba el aire. -¿Qué tanto haces en el excusado, muchacho?… Pensaba en ti Susana, en las lomas verdes…
 
 
Tiene una estructura particular que no va por capítulos sino por fragmentos en que la acción que transcurre se da a nivel de la conciencia de los personajes. Conforme avanzamos, vamos descubriendo que todos están muertos. Tanto Juan Preciado como nosotros sentimos que perdemos la vida con ellos. 
 
 
El argumento aparentemente sencillo de este personaje buscando a su padre en Comala, después de prometérselo a su madre moribunda es visceral, intenso, profundo. Pasa del resentimiento del abandono paterno trasmitido por su madre a la ilusión de encontrar a este ser y luego al desencanto y desconcierto de hallar solo un pueblo fantasma. Es tanto que al corroborarlo, muere rodeado de todos ellos, como contagiado por el mismo destino. El encuentro con su padre solo se da a nivel simbólico a través de los recuerdos y relatos de los demás personajes que cuentan las historias de Pedro Páramo. Este pueblo tendrá finalmente un destino terrible, el de un infierno, como un tercer espacio a parte del supuesto edén evocado por su madre y el pueblo abandonado con el que se encuentra. 
 
 
Diversas historias se van entrelazando a lo largo de la trama con dos niveles: uno el de Juan Preciado quien narra la acción y un segundo nivel en el que los narradores son los interlocutores que va encontrando por el camino y que solo son almas. 
 
 
De la misma manera, hay dos temas que se encuentran: la búsqueda del padre y la del paraíso perdido, ambos cercados por mitos mexicanos tales como las ánimas en pena o el galope del caballo muerto. 
 
 
Un elemento básico en esta novela es la ambigüedad, particularmente en lo que se refiere a la frontera entre la vida y la muerte. El mundo de los muertos se entrelaza con el de los vivos. Nos identificamos con Juan Preciado porque el autor nos comunica un estado de ansiedad e incertidumbre en esos dos días
que pasa el personaje en Comala antes de morir como una sombra más. Sentimos algo similar al leer esas páginas. 
 
Me siento triste -dijo. Entonces ella se dio vuelta. Apagó la llama de la vela. Cerró la puerta y abrió sus sollozos, que se siguieron oyendo confundidos con la lluvia. El reloj de la Iglesia dio las horas, una tras otra, una tras otra, como si se hubiera encogido el tiempo. 
 
 
Nos vemos así, envueltos junto con él, en la ambigüedad en este viaje enloquecido al mundo de los muertos y abandonamos nuestros criterios lógicos puesto que nadie se puede figurar semejante situación, ni menos con tanta intensidad. 
 
Me sentí en un mundo lejano y me dejé arrastrar. Mi cuerpo que parecía aflojarse, se doblaba ante todo, había soltado sus amarras y cualquiera podía jugar con él, como si fuera de trapo. 
 
 
 
RINCÓN DE LOS MUERTOS
 

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¿Por qué Juan Preciado se somete a esa atmosfera agobiante que termina llevándolo a la muerte? Porque busca el paraíso relatado por su madre, que en realidad es solo un lugar habitado por ánimas en pena. Porque busca algo tan legítimo como lo es su propio padre. Sin embargo él y todos los demás están muertos, Abundio, Eduviges y Damiana. Juan, igual que nosotros duda de si son seres reales o solo pertenecen a su imaginación. Su sorpresa inicial se transforma en una inseguridad inquietante y más que eso en un terrible desconcierto. A partir de ese momento toma conciencia del estado real de ese lugar y esos seres y comienza a ver omnisciente, las escenas de tiempos pasados de Pedro Páramo, una tras otra. Es ahí también que entiende que ni Donis ni su hermana están vivos. Este es el punto más complejo y simbólico de la novela.  
 
 
Es curioso que sean los propios personajes, como esa pareja inexistente de hermanos los que lleven el peso de la narración. Fantasmas, narradores poco confiables que al mismo tiempo nos aportan múltiples perspectivas, dada su inaudita naturaleza, cada uno desde su profundamente subjetivo punto de vista. Por ello, en cada relato permanece siempre oculta una parte de la verdad. En ningún momento hay certeza de los hechos narrados por estos personajes. Esta ambigüedad es fundamental para que funcione la historia como tal. 
 
 
El eje de la novela es el pueblo de Comala. En torno a él giran las historias de Juan Preciado que busca un lugar y una persona que no existen y la de Pedro Páramo esperando treinta años por un amor no realizado con Susana. Ambos fracasan en sus búsquedas junto con Comala, pueblo árido, devastado y deshabitado, símbolo quizás de nuestra decadencia y olvido como pueblos latinoamericanos. De ahí el carácter pesimista de esta novela. 
 
 
Resalta también el que los muertos conserven las características de los vivos. Hablan, parecen sentir, duermen y despiertan, piensan. Forman parte de la vida. Esta dicotomía muerte-vida se convierte en una realidad única, ambigua, dual. Dos historias que se unen. Un lugar como un edén recordado por la madre y el lugar que realmente es. El pasado y el presente. Lo histórico y lo personal. La vida y la muerte. Juan preciado y Pedro Páramo. Dos fracasos. Dos personajes. Dos pérdidas: el padre y el paraíso.  Todo forma parte de lo mismo. 
 
 
El autor se permite repetir palabras dentro de la misma frase, destacar características populares dentro del lenguaje de los personajes, mitos. Lo que solo le aporta aun más expresión y estética. 
 
Jugaba con el aire dándole brillo a las hojas con que jugaba el aire. 
 
 
Así como una puntuación hermosamente caprichosa. Crea una gramática propia, con un lenguaje rural y hasta palabras muy locales con las que hace funcionar musicalmente este texto que por ello mismo es único:
 
Salió fuera y miró el cielo. Llovían estrellas. Lamentó aquello porque hubiera querido ver un cielo quieto. Oyó el canto de los gallos. Sintió la envoltura de la noche cubriendo la tierra. La tierra, este valle de lágrimas. 
 
 
 
MILAGRO EN EL LECTOR
 
Es mucho lo que se puede decir de esta novela y muchos los niveles que se esconden tras sus líneas pero nada de eso es importante al lado de lo que uno obtiene como lector al disfrutar de la poesía y la belleza de sus páginas. 
 
Cuando un escritor logra decir de manera tan bella y profunda lo que uno no puede decir, logra un milagro en el lector, el de sentir que está siendo comprendido por la humanidad entera en los sentimientos más intensos, como en este párrafo:
 
 Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ..Sus manos cruzadas sobre su pecho muerto, su viejo pecho amoroso sobre el que dormí en un tiempo y que me dio de comer y que palpitó para arrullar mis sueños. 
 
 
La desolación que venía esbozada en los cuentos del Llano en Llamas se cristaliza
en esta novela. Es el tema de fondo y llega a traspasar las fronteras del tiempo y nos traspasa también a nosotros mismos. Rulfo nos ha mostrado la soledad del hombre pero al mismo nos acompaña en lo más profundo de nosotros mismos para siempre. 
 
 
 
 
 
 
*Alina Gadea Valdez. Es abogada, graduada en la Universidad Católica. Ha participado en varias antologías de cuentos entre ellas, Primeras HistoriasMatadoras (Estruendo mudo) y Disidentes 1 (Editorial Altazor). Obtuvo el premio Copé Bronce 2006, en la XIV Bienal de Cuento de Petroperú, por el cuento La casa muerta. En el 2009 publicó su primera novela Otra vida para Doris Kaplan (Borrador Editores). Acaba de publicar la novela Obsesión (Editorial Altazor), thriller psicológico que retrata una Lima brumosa en la que se entrecruzan personajes complejos que buscan una existencia más intensa. 


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