Feria de Bogotá: más libros, La Cueva de Gabo y el pabellón de Portugal

Presentamos un resumen de nuestra visita al pabellón infantil y juvenil de la feria y de otros espacios interesantes como La Cueva de Barranquilla, aquel bar donde Gabriel García Márquez se reunía con sus amigos y maestros periodistas en la década del 50.


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Por Jaime Cabrera Junco desde Bogotá


En la capital de Colombia en estos días la atención de los medios de comunicación está centrada en el controversial proyecto para aprobar el matrimonio homosexual. En RCN hacían una encuesta virtual para tomarle la temperatura a la población que tiene opiniones divididas. El día que el Senado debatía la polémica iniciativa en la plaza Bolívar -la Plaza de Armas de la ciudad- había una manifestación a favor de la ley, y ni la intensa lluvia -que aquí es cosa seria- amilanaba a los jóvenes activistas. Sin embargo, en el oeste de la ciudad los colombianos y los invitados extranjeros seguían acudiendo a la Feria del Libro con sus paraguas extendidos para protegerse de la intensa precipitación, que felizmente no duró más de dos horas.


La feria, como comentaba en un anterior post, tiene un área de casi cinco veces más a la de Lima, y su pabellón de literatura infantil y juvenil no está de relleno, todo lo contrario, pues es muy extenso y  presenta mucha variedad de títulos para todos los bolsillos. Las trasnacionales como Santillana, Planeta o Random House, tienen sus stands aparte, y de todos el que más me gustó fue el del Fondo de Cultura Económica tanto por los libros como por el diseño, y es que como dicen, todo entra por los ojos.


Una experiencia interesante y que sigue en marcha a pesar de las dificultades presupuestales es Fundalectura, una organización sin fines de lucro que desde 1990 promueve la lectura con diversas actividades en los colegios y también las redes de bibliotecas públicas. En su stand en la feria presentan una colección de libros, de varias editoriales que a su vez han sido divididas por edades. Dentro de la visión de esta institución está posicionarse en 2015 en todo el país a través de sus programas de fomento a la lectura. Un ejemplo a seguir y que de inmediato me llevó a pensar en qué anda el programa estatal llamado PromoLibro.


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Volviendo al pabellón de editoriales independientes hay un sello que no puedo dejar de mencionar. Se trata de la Biblioteca Libanense de Cultura, una editorial que pertenece al municipio de Líbano, ubicado en el departamento de Tolima. Allí conversé con su director, Carlos Flaminio Rivera, quien contó que desde hace 10 años vienen publicando textos de autores locales, pero también de otros países. En el momento de mi visita estaba allí el poeta Juan Manuel Roca, quien al enterarse de que era del Perú me contó que fue muy amigo de Antonio Cisneros, quien poco antes de su muerte tenía la intención de viajar a Bogotá para la presentación de una antología de sus poemas que había sido editado por este sello libanense. «Según me contó su hija, el correo electrónico que me envió fue una de las últimas cosas que él escribió antes de morir», dice y luego comenta que viajará a Lima en julio para el homenaje póstumo que se le realizará al ‘Oso hormiguero’ en la feria del libro.



LA CUEVA DE BARRANQUILLA

Así como Portugal es el país invitado de la feria, Barranquilla es la ciudad homenajeada aquí, y por ello se ha preparado una exposición que recrea La Cueva, un bar fundado en 1954 donde la bohemia literaria y periodística de mediados del siglo pasado se reunía a conversar de libros, de amores, o de la «vaina», es decir de la vida. 


El pabellón 18 está tomado por esta muestra que nos presenta uno a uno los personajes ilustres que visitaron aquel bar, entre ellos Gabriel García Márquez, quien por entonces trabajaba como periodista en El Heraldo y tenía por maestros a Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, y donde iba también el célebre librero español Ramón Vinyes, inmortalizado como ‘El sabio catalán’. 


Luego de haber estado cerrado por 30 años, en 2004 La Cueva ha abierto sus puertas, pero ya no como bar, sino que se ha creado una fundación del mismo nombre que busca fomentar la creatividad y la cultura en Barranquilla. Este pabellón presenta también un rincón en el que todos los visitantes -incluso el que escribe esto- se toman fotos con unas gigantografías de tamaño natural en las que aparece Gabo con sus otros dos compadres «mamagallistas». El lugar es la sensación de la feria y sin duda el espacio donde más fotos se toman los visitantes.





MAR DE LETRAS

El pabellón de Portugal, país invitado, además de presentar los títulos de sus escritores más representativos, sintetiza su historia, presenta en imágenes la geografía e incluso su gastronomía. «Desde mi idioma se ve el mar», es el lema que se lee en paneles y afiches, recordando la expresión del escritor portugués Virgilio Ferreira. 
La semana pasada fue el lanzamiento mundial de un libro póstumo de José Saramago titulado La estatua y la piedra, acto para el que asistió su viuda y traductora, Pilar del Río. El Nobel de Literatura 1998 tiene un lugar muy importante en este pabellón y se ofertan sus obras tanto en portugués como español. Asimismo, hay títulos de otros autores representativos como Antonio Lobo Antunes o Gonçalo Tavares, quienes no pudieron venir junto con la delegación de escritores y poetas de su país que ha prepar
ado también ciclos de cine, charlas con ilustradores y espectáculos musicales.


La lluvia evita que la gente vaya en gran número a la feria, pero a partir de las seis y hasta la hora de cierre, que es a las ocho, la concurrencia aumenta notablemente, y en la noche cuando visité el pabellón de Portugal había una regular cantidad de visitantes. Por cierto, el país invitado del próximo año a la feria de Bogotá será el Perú y una vez terminada esta edición 26, los organizadores empezarán las coordinaciones para ver qué escritores llevará nuestro país y qué actividades se presentarán. Aquí, al menos, elogian mucho nuestra gastronomía y me han hecho sentir como un involuntario embajador de la Marca Perú, ojalá el próximo año también sepan más de nuestra literatura.







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