Lecturas de Madrugada 5: «Cortos», de Alberto Fuguet

Es uno de los pocos escritores latinoamericanos actuales que más ha afianzado su propuesta y el que más transmite, afirma Gabriel Ruiz Ortega sobre Alberto Fuguet. En esta quinta entrega de Lecturas de Madrugada comenta Cortos (Alfaguara, 2004), un libro que puede ser visto como «el laboratorio» de este autor chileno.

 
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Por Gabriel Ruiz Ortega*
 
En alguna oportunidad, no muy lejana por cierto, escuché más o menos lo siguiente: «Alberto Fuguet es un gran escritor que aprendió a escribir luego de publicar varios libros, tuvo que ser famoso para que aprendiera a escribir muy bien».
 
 
No sé cuán cierta sea esa opinión. Hasta suena mezquina. Lo que sí muy bien es que el autor chileno tuvo que recorrer un largo camino para que se le reconociera como una de las voces capitales de la narrativa latinoamericana contemporánea. La primera vez que escuché de él, en el primer lustro de los noventa, se hizo referencia a que era el escritor de la derecha chilena, un producto de su sistema económico. Obviamente, quien lo dijo era un literato que leía mucho, pero era de esos que leían con el ojo izquierdo, y en base a ese ojo izquierdo valoraban. Este dato nos sirve para darnos cuenta de cómo puede ser vista y apreciada una poética desde sus inicios y de cómo esta se abre paso. Y por más extraño que parezca, esta poética se abre paso entre los senderos de la fama, nunca dentro de los difíciles senderos que recorren los desapercibidos. Por demás, es el público el que ha legitimado su poética, siempre, pero siempre ha estado con él. El público no se ha dejado influir ni atarantar por la férrea resistencia valorativa de la crítica literaria, tanto la que se practica en la academia y en los medios.
 
 
En estos días he estado releyendo Mala onda y mientras lo hacía me venía el recuerdo de Sobredosis. Tanto la novela y el cuentario me gustaron cuando los leí, pese a ciertas falencias y grietas en el andamiaje estructural de ambos, había pues una furia, sea patente y latente, en el nervio narrativo, una furia que incomodaba, y también una tristeza, una agobiante tristeza, casi tanática. A medida que avanzaba la relectura, tenía la fugaz sensación de que no estaba ante un escritor, es decir, no ante uno que transmitía escribiendo literatura, sino ante uno que transmitía narrando. Porque Fuguet es una máquina de narrar y si lo conocemos como escritor es porque la literatura era el medio que se adecuaba más a su urgencia de narrar. De haber sido su deseo, especulo, y de haber tenido las posibilidades, Fuguet sería primero director de películas y de cuando en cuando escritor.
 
 

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Uno de sus títulos que entre nosotros pasó relativamente desapercibido, fue Cortos (Alfaguara, 2004). Lo leí en el año 2008, inmediatamente después de una novela suya que me había gustado hasta el exceso, Las películas de mi vida. Cortos podría ser visto como el laboratorio de Fuguet, su cocina creativa en donde se condensa el nervio de su poética, tanto literaria como visual, en donde nos preguntamos constantemente qué es lo que estamos leyendo. Sin embargo, preguntarse qué es lo que se está leyendo, no es más que una pérdida de tiempo, no tiene sentido alguno ubicar los relatos dentro de alguna parcela, sea esta literaria o visual. Cortos no es más que narración, gran narración que consigue lo que algunos libros y películas: ser otra persona, tener otra visión de la vida, no feliz, obvio, luego de haber incursionado en sus páginas.
 
 
Los relatos que conforman la publicación, podrían ser catalogados como cuentos y cortometrajes. Y más allá de las estructuras que emplea, Fuguet no descuida el punto único, axial, que una narración debe exhibir: la configuración de los personajes, que bien podrían ser la versión treintañera del adolescente y bipolar Matías Vicuña, el recordado protagonista de Mala onda. El primer relato, Prueba de aptitud, cuentazo en todo el sentido de la palabra, que a lo mejor, espero que sí, en el gran futuro figurará como un texto medular de la cuentística latinoamericana, nos da las suficientes luces del camino a seguir en los demás relatos: un viaje al pasado ochentero a través de la tristeza, viaje motivado por el presente de la indefinición existencial y los golpes sin avisar de la depresión, tan común en quienes deben sobrevivir la fase de los treinta. En el mismo respiro del relato, quedan también Más estrellas que en el cielo, Road Story y La hora mágica (Matiné, Vermouth y Noche).
 
 
Creo que no caería en la mera exageración: Fuguet es uno de los pocos escritores latinoamericanos actuales que más ha afianzado su propuesta y el que más transmite. Porque eso es lo que todo escritor tiene que cumplir: no escribir bien, sino transmitir. Cortos no será su título más representativo, pero sí el que más expone su envidiable acervo creativo, acervo que no solo se nutre de la tradición literaria.
*Gabriel Ruiz Ortega, nació en Lima, en 1977. Es autor de la novela La cacería (2005) y hacedor de tres antologías de narrativa peruana última: Disidentes (2007), Disidentes 1. Antología de nuevas narradoras peruanas (2011) y Disidentes 2. Los nuevos narradores peruanos 2000 – 2010 (2012). Es librero de Selecta Librería y administra el blog La Fortaleza de la Soledad
 
 
 
 


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