Milan Kundera, el escritor de las más grandes contradicciones de la vida

¿Qué hace que Kundera sea Kundera? ¿Por qué sus novelas nos confrontan con sensaciones que cambian su significado de acuerdo a nuestros vínculos con las personas? En este artículo presentamos una apreciación de dos de sus novelas que grafica el universo de este escritor checo: La insoportable levedad del ser y La vida está en otra parte.


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Por Alina Gadea Valdez*

Sus novelas se pueden y se deben leer muchas veces. Cada vez será como leerlas por primera vez porque tienen tanto contenido que conforme uno experimente más, entenderá alguna capa más de las muchas que existen entre sus páginas. 

En La insoportable levedad del ser, ambientada durante la ocupación soviética (rusa) en Praga, Milan Kundera hace un despliegue filosófico entre Nietzsche y Parménides explicando la teoría del eterno retorno y su relación con el peso y la levedad del ser. Llega a la conclusión de que lo insoportable no es el peso, contenido en cosas como el amor y la compasión, sino en la levedad cifrada en la libertad. En esta atmósfera y bajo estos conceptos se desarrolla una historia de amor y de infidelidad. 

Más allá del deseo de variedad insaciable de Tomás; más allá de la anhelada levedad del ser encarnada en su relación con Sabina -personaje secundario que también busca una libertad que solo la lleva a la insoportable levedad del ser junto al insípido Franz-  está el cuadro intenso, verosímil y contradictorio sobre el ansia de amar y el miedo al amor. El sexo, la insatisfacción, la culpa, la complejidad de los sentimientos desde la añoranza por alguien a quien se ama hasta la desesperación y la angustia de estar unido a esa persona como con un grillete. La vergüenza y la humillación por un lado y por el otro la sensualidad. Lo grotesco del cuerpo y a la vez lo bello que puede ser. El peso de la cotidianidad frente a la curiosidad y la inquietud. 



EL AMOR VERSUS EL DESEO

Quizás lo que más me ha impactado de Milan Kundera es la profundidad psicológica con que construye sus personajes. Recuerdo en La vida está en otra parte al joven poeta, de niño, sintiéndose aborrecido por sus compañeros debido a la forma en que su madre lo vestía. La recuerdo a ella, enamorada de su marido muerto en la guerra, olvidándose de sí misma y hasta de su propio cuerpo que engordaba cada vez más. Y de cómo el descubrimiento repentino de una aventura sostenida a escondidas por su esposo, la llevó a pasar del enamoramiento eterno a un odio fulminante. Kundera lo explica, el pasado no está quieto; el pasado es algo que está vivo, que se mueve y que cambia permanentemente.

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Así como este concepto, encontramos a lo largo de la novela innumerables axiomas que nos obligan a cerrar el libro para tomar aire, pensar y volver a leer la idea.  Sin embargo, la prosa avanza con soltura y velocidad, a pesar de la gran densidad con que Kundera aborda los conceptos que nutren la historia. Desafiando lo complaciente, se da el lujo de ser todo lo complejo que quiere y que normalmente anclaría una narración. 

Creo que el paso de la realidad a la fantasía representada en los sueños es otra de las claves del hechizo en que caemos al leerlo. En La insoportable levedad del ser, así como en La vida está en otra parte pasamos de la vigilia al sueño de manera difusa y a la vez clara. En esta última me gustó un sueño en especial, con un diálogo que no se desprendería nunca más de mí y que se volvió después un epígrafe de una novela que escribí: «Las casas no tenían ventanas ni puertas, solo vanos». A través de uno de ellos  el poeta ingresa y llega hasta el cuarto de una mujer que está siendo violentada en su propia cama por su propio marido. El poeta se esconde debajo y espera a que el suplicio de ella termine para salir de un salto y encerrar al marido en un armario, echándole varias vueltas de llave. La mujer preocupada y a la vez aliviada le pide que no lo haga, que su marido moriría de hambre allí dentro. El le contesta que se vaya con él lejos de ahí. A otro lugar, que la vida está en otra parte. Ella le dice que no puede hacerlo. Que ahí está su  cómoda con su ropa y sus pájaros en una jaula. El poeta insiste: «Un hogar no es una cómoda ni una jaula con unos pájaros. Un hogar es la presencia de la persona que amamos»

Kundera define el amor como algo que no se manifiesta en el deseo de acostarse con innumerables personas sino que se manifiesta en el deseo de dormir junto a una sola persona. 


EL PESO Y LA LEVEDAD 

Releí estas novelas y cada vez encontré más. Esta última vez, me sentí más cerca a Teresa, ese entrañable personaje, en el que creo que muchas mujeres nos hemos visto reflejadas alguna vez. O que quizás nos ha hecho pensar en otras mujeres. Este libro supone, lo mismo que La vida está en otra parte, un psicoanálisis profundo de nuestra persona, seamos Tomás o Teresa o lo contrario de ellos. ¿Por qué la ansiedad desmedida de Teresa por Tomás? ¿Por qué su ternura infinita hacia el perro Karenin? ¿Por una terrible carencia en su niñez? ¿Por añorar que su madre la quisiera? ¿Por qué el afán exagerado de libertad y variedad de Tomás? ¿Por un deseo de apoderarse del mundo? ¿Por la búsqueda de la feliz sensación de hacer suyo un trozo de tela del mundo, cortando con un escalpelo imaginario parte del infinito tejido del universo? El cúmulo de aventuras insólitas y variadas en su tránsito de la levedad sin Teresa, al peso de volver a ella. Todo tiene un correlato psicológico y una raíz en el pasado

La compasión por Teresa, su amor y preocupación por ella son algo asfixiante y pesado, según nos dice, como un tanque ruso en plena ocupación. Para Kundera lo que se repite todos los días, lo esperado, lo necesario es «mudo». Solo la casualidad «nos habla». Ella y no la necesidad es la que está llena de encantos. La fealdad y lo chato de la rutina por un lado y por el otro, la belleza de lo inesperado. Una vez más el peso y la levedad. El vértigo, nos dice, no es el miedo a la caída, pues seguimos sintiéndolo así tengamos una valla protectora adelante. El vértigo significa que algo nos seduce, nos atrae y  despierta en nosotros el miedo a caer, del cual nos defendemos espantados. 

Estas lecturas nos remecen y nos dejan con más dudas que antes. ¿La vida es la que nos ha tocado vivir o hay una distinta que nos espera en otra parte? ¿Es mejor el peso que la levedad del ser? Mientras tratamos de averiguarlo viviendo, seguiremos releyendo a Kundera para descubrir más contradicciones en nosotros mismos, una y otra vez. 





*Alina Gadea Valdez. Es abogada, graduada en la Universidad Católica. Ha participado en varias antologías de cuentos entre ellas, Primeras HistoriasMatadoras (Estruendo mudo) y Disidentes 1 (Editorial Altazor). Obtuvo el premio Copé Bronce 2006, en la XIV Bienal de Cuento de Petroperú, por el cuento La casa muerta. En el 2009 publicó su primera novela Otra vida para Doris Kaplan (Borrador Editores). Acaba de publicar la novela Obsesión (Editorial Altazor), thriller psicológico que retrata una Lima brumosa en la que se entrecruzan personajes complejos que buscan una existencia más intensa. 




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