Fernando de Szyszlo: «Con la biblioteca de Valdelomar empezó mi afición a la lectura»

Sus méritos como pintor no los discute nadie. Fernando de Szyszlo es más que un artista plástico, es una presencia permanente en el debate político y también en el ámbito intelectual. Conversamos con él sobre su vínculo con la literatura, que empieza con Abraham Valdelomar, ilustre tío suyo y uno de nuestros mejores cuentistas que ha visto nacer nuestro país.


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Por Jaime Cabrera Junco
¿Hablar de literatura con un pintor? En el caso de Fernando de Szyszlo Valdelomar (Lima, 1925) esa pregunta está de más. Su vida ha tenido -y tiene- un vínculo muy fuerte con la literatura. Interesados en la figura de Abraham Valdelomar Pinto, hermano de su madre, comenzamos esta charla en su casa, rodeados de cuadros, esculturas, y a pocos metros de una de las bibliotecas más ilustres de este país, con autógrafos de escritores como Juan Rulfo, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, y más. Participó también en esta charla Marlon Aquino, admirador de la obra del gran narrador iqueño.  


Usted ha dicho que desde niño creció bajo la presencia permanente de Abraham Valdelomar en casa de su madre. Incluso decía que su abuela lloraba todos los días la muerte de su tío. ¿Qué le contaba su abuela de él?
Bueno, cuando yo ya tenía edad para interesarme mi abuela ya estaba muy vieja. Ella murió a los 88 años, en 1940, cuando yo estaba en cuarto año de secundaria. Para entonces estaba completamente ciega  y poco capaz. Entonces, no tuve con mi abuela conversaciones sobre Valdelomar; sí conversé sobre él con mi madre, con algunos de mis tíos y mis primos. Como usted sabe, Valdelomar murió a los 31 años en 1919, yo nací en 1925, pero el recuerdo de Valdelomar en la casa de mi madre era muy fuerte. 

¿Y su madre qué le contaba de Abraham Valdelomar?
Ella me hablaba sobre todo de los viajes que hacía él, de esa inquietud permanente que tenía de ir a provincias para dictar conferencias sobre arte. Yo me acuerdo de un abogado peruano que ya murió, un piurano José Ortiz Reyes -era hermano de Judith Westphalen, esposa de Emilio Adolfo Westphalen-. Él me contaba que en Catacaos, Valdelomar fue a dictar una conferencia sobre arte y que su padre, que era agricultor, lo llevó a ver la conferencia. Aunque era niño dijo que se acordaba de su manera de vestir, con sus cuellos de la camisa sin corbata, y que a partir de esto empezó a decirse ‘cuellos a lo Valdelomar’. 

Era una personalidad que no pasaba desapercibida…
Y no quería pasar desapercibido. Según uno lee en la famosa carta que le escribió al doctor Francisco Valega, allí le decía «yo he tratado de sacar a los escritores peruanos a la cocina y los he llevado al salón». Entonces, por eso tuvo ese esfuerzo de agredir, de ser rebelde, de ser agresivo con la sociedad de Lima que en esa época menospreciaba un poco a los intelectuales, a los artistas. 

Era por eso mismo un provocador
Sin embargo, este tipo wildeiano, danunziano lo que escribió transcurre en una aldea de Pisco, en haciendas… es muy curioso esto. Cuando Valdelomar hablaba en serio, habla de su tierra natal, de Pisco, de Ica.

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¿Quiere decir que en la familia Valdelomar estas poses, estos desplantes, lo consideraban precisamente eso?
Bueno, le voy a decir, que la familia de mi madre era de clase media iqueña, entonces era gente muy modesta y que no era dada a la literatura. Este «milagro» que sucedió en una familia iqueña, de que naciera una persona como Valdelomar (ríe), entonces todo el mundo estaba muy deslumbrado con él. Pero no se hablaba de literatura, estoy seguro. Tuve la suerte de heredar la biblioteca de Abraham Valdelomar y allí empezó mi afición a la lectura. Empecé leyendo a Julio Verne a Alejandro Dumas.

¿Y cuántos libros aproximadamente tenía esta biblioteca?
No era muy grande. Era muy selecta, pero no muy grande. Antes de que llegaran a mis manos se habían desperdigado mucho. No sé cómo habrá sido originalmente cuando Valdelomar vivía, pero seguro que era muy grande porque era un gran lector. 

¿Cuándo fue que decidió donar los libros que tenía usted de la biblioteca de Abraham Valdelomar?
Los libros se los llevó un primo hermano Eduardo Nugent Valdelomar, que era profesor de un colegio en Chaclacayo, y formó muchos escritores distinguidos como Alfredo Bryce. Lo que yo doné a la Biblioteca Nacional fueron sobre todo cartas, eran lindas cartas, y textos manuscritos de las conferencias que daba. 

Me contaba usted por teléfono, antes de esta entrevista, que se había enterado que algunos de estos manuscritos se habían perdido.
Sin duda…Yo los doné cuando murió mi madre, debe haber sido en 1967 o 1968. Muchos años después un estudiante de San Marcos me comentó que estaba haciendo su tesis sobre Valdelomar y me consultó si le podía darle acceso a algunos textos inéditos o a papeles, pero le dije que todo lo que tenía de Valdelomar lo doné a la Biblioteca Nacional. Él a su vez me respondió que casi no había nada, que las cartas se las robaron o se han perdido. Ojalá que no sea cierto. 

¿Y qué objetos de Valdelomar conserva?
Bueno, algunas fotos, algún manuscrito por ahí debo tener, pero nada importante, pues todo lo valioso, incluso una carta preciosa que él le escribió a su madre (abuela de Szyszlo) cuando estaba en Roma escribiendo El caballero Carmelo y le preguntaba «¿cómo se llama esa planta que crece en las acequias en Ica y que sirve para curar las paperas?» Y era el yantén. Esa carta la doné a la Biblioteca Nacional. Espero que si se la han robado esté en otras manos, es decir, que no se haya perdido y que pronto reaparezca.

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¿Y de todos los cuentos y poemas de Valdelomar cuál es el que más le gusta?
Creo que de la poesía lo que más me gusta es Tristitia y El hermano ausente en la cena pascual, y de los cuentos, hay muchos…están Los ojos de Judas, El caballero Carmelo, Hebaristo, el sauce que murió de amor…son lindos cuentos.

¿Y cómo así empezó a leer los cuentos de su tío? ¿Desde niño?
Claro (ríe) porque en mi casa era de ley leer El caballero Carmelo. Cuando iba a la casa de Pisco del hermano mayor de Valdelomar, un abogado llamado Anfiloquio, me enamoré del paisaje, de Paracas y pensé en hacer un estudio allí, pero cuando lo consideré seriamente ya era muy viejo para irme a vivir allí.

Y usted, que es un gran lector, ¿cuál considera que es el valor literario de Valdelomar?
Creo que haber descrito la vida sencilla, modesta de una aldea peruana. Ese mundo pequeño, pero lleno de contenido y de profundidad. Yo creo que es una obra importante.

¿Don Fernando y sería muy exagerado decir que la obra narrativa de Valdelomar ha tenido un impacto en su labor de pintor en la representación de los paisajes?
Yo siempre he tenido mucho interés en Valdelomar y en su obra, pues usted sabe que yo comencé muy en vanguardia en pintura, empecé con el cubismo. Mi generación estaba preocupada sobre todo por poner al día la cultura peruana con lo que pasaba en el mundo, que no siempre tuviera que llegar con 50 años de atraso. En esa época no hubo vínculos entre la poesía y narrativa de Valdelomar, pues yo estaba tratando de hacer en pintura una cosa contemporánea, pero creo que sin duda tiene que haber influido en mí la obra de Valdelomar.

Se menciona también que Valdelomar era un personaje contradictorio, pues aunque se le atribuyen algunas frases racistas, él mismo decía que era zambo y se alisaba los cabellos con gomina. 
De Valdelomar lo único que no se puede decir es que era racista. En realidad él lo que hizo fue darle vigencia al escritor mestizo, provinciano, de clase media. Y claro, esa pose wildeana y desafiante era para ponerse a la altura y demostrar que tenía derecho a las mismas cosas que las personas que manejaban el país en ese momento.

Hay otro aspecto de la vida de su tío que no está muy claro y en el que se tejen muchas versiones, me refiero a su supuesta homosexualidad. 
Mucho se ha dicho. Yo le diré que no tengo manera ni de afirmarlo ni de negarlo, pero me imagino que por el hecho de que era tan admirador de Wilde y de su pose se le atribuyó esa homosexualidad. Él también hizo desplantes típicos de comienzos de siglo, de ofender, de chocar. Yo conocí a la novia de Valdelomar que se llamaba Consuelo Silva Rodríguez, que iba a almorzar a mi casa una vez por semana. Siempre mantuvo muy viva la presencia de Valdelomar. Claro, cuando él murió, ella se fue a vivir a Francia y regresó cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial.




EL PINTOR Y SU VÍNCULO FUERTE CON LA LITERATURA

Fernando de Szyszlo tiene 87 años y una lucidez envidiable. Lo esperamos en la sala de su casa y su figura aparece desde el segundo piso. Baja las escaleras a un ritmo que ya quisiera tener cualquier persona que pase las cinco décadas. En los diarios de la semana en la que transcurre nuestra charla, De Szyszlo aparece opinando sobre la coyuntura política del Perú. Es un hombre comprometido con la realidad. Hasta hace poco fue presidente del Museo y Lugar de la Memoria, un proyecto que ha generado mucha controversia de un lado y otro. Dice que en las mañanas lee todos los diarios y está permanente informado de lo que sucede, sin embargo -asegura- pinta todos los días. La galería Fórum de Miraflores presenta en estos días una exposición con sus cuadros pintados en el último año y medio. Ver todo esto nos hace entender que la vejez es simplemente un estado de ánimo.


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Quisiera empezar a hablar de algunas líneas en común que hay entre usted y Valdelomar. Por ejemplo, él empezó dibujando…
Sin duda. Era un gran dibujante y caricaturista, todo el mundo decía que era  muy bueno, todo el mundo recuerda ese retrato de Percy Gibson.

Y bueno, usted empezó escribiendo poesía…
Sí, empecé a hacerlo como todo el mundo. Escribí poesía y prosa, pero nunca seriamente sino como adolescente. Luego cuando ya fui mayor y pintor una vez escribí un cuento de dos páginas que lo publiqué en la revista Mar del Sur, de Luis Jaime Cisneros y Aurelio Miró Quesada, pero después de eso nunca publiqué hasta que comencé a escribir sobre pintura, sobre política.

¿Y nunca se le cruzó por la mente ser escritor?
No, nunca. Cuando terminé el colegio pensé en ser arquitecto y entré a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Estuve año y medio allí cuando me di cuenta que no sabía dibujar y me matriculé en el curso nocturno de dibujo de la Escuela de Arte de la Universidad Católica y esa misma noche que comencé a dibujar me di cuenta que esa era mi vocación.

¿Y escribe eventualmente? ¿Tiene un diario?
No. He publicado un libro que ha sido reeditado, se llama Miradas furtivas y recopila artículos a los que he sumado las cosas más recientes que he publicado sobre arte, política, entre otros temas.

Su relación con la literatura a lo largo de su vida ha sido permanente. No solo por haber sido sobrino de Abraham Valdelomar sino por su cercanía y vínculos con escritores
Mis mejores amigos son escritores, la mayoría se han muerto. (Jorge Edurado) Eielson, (Javier) Sologuren, Blanca (Varela)… los de la Generación del 50 casi todos han muerto. He tenido pocos amigos pintores. 

Ahora que mencionó a Eielson. En el caso de él se dio una suerte de tránsito  de la literatura a la pintura, ¿cómo explica usted esto?
Bueno, le diré que antes de irse a Europa, Jorge ya dibujaba y pintaba en papel. En 1948, el año que se fue, hicimos una exposición doble, una sala era de pinturas mías y la otra de pinturas y dibujos de Eielson. O sea desde esa época él estaba interesado en la pintura. Y e
n París una cosa que lo frustraba mucho era que escribía en castellano y nadie podía entender lo que escribía, entonces eso fue empujándolo más hacia la pintura que tiene un lenguaje menos limitado. Y, claro, que conoció el éxito en la pintura. (De Szyszlo nos muestra una escultura en madera llamada «La puerta de la noche» que él conserva en su sala). 

Sobre Blanca Varela, poeta con la que usted estuvo casado, dijo una vez que «ella escribía cuando era imposible no hacerlo». Me llamó la atención esa frase. ¿A qué se refería exactamente?
Blanca no era una persona disciplinada, escribía cuando ya no podía no escribir. Escribía muy poco. Cuando llegamos a París llevábamos el libro Puerto Supe ,y Octavio Paz le cambió el nombre porque en castellano, para una persona que no sabe que existe ese puerto, no quiere decir nada el título. Entonces ella le dijo, «¡pero ese puerto existe!». Y Paz dijo «ese nombre le vamos a poner». Después publicó cuatro o cinco libros pequeños, de poemas formidables. Los últimos poemas de Blanca son buenísimos, muy comprimidos. 

Ahora que mencionaba a Octavio Paz él decía que usted era un intelectual que pinta. ¿Así lo siente usted también?
Bueno yo me considero un pintor, pero también me considero un intelectual en el sentido que la pintura no es lo único que me interesa, sino también la política, el destino de mi país. Nunca he participado directamente en política salvo cuando Mario (Vargas Llosa) intentó llegar a la Presidencia y allí me metí de cabeza en ese sueño que fue una gran desilusión.

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Usted tiene un mechón de cabello Vallejo, quizás la única presencia física en el Perú de este gran poeta que está enterrado en Francia. Cuéntenos la historia de cómo obtuvo este mechón.
Bueno, mire, yo siempre he sido muy admirador de Vallejo desde adolescente. Cuando llegué a París en 1949, hacía 11 años que él había muerto, y lo único que quería era conocer a Georgette (la viuda del poeta), pues quería tener un manuscrito de Vallejo (ríe). El hecho es que se me ofreció la ocasión de hacer litografías y las hice en un álbum que llamé Ocho litografías en homenaje a Vallejo y me comuniqué con Georgette por teléfono, a quien  no conocía, y estuvo muy conmovida con esto y me dijo «venga mañana que le voy a entregar un regalito», y regresé al día siguiente junto con Blanca (Varela) y entonces me dio un sobre que decía «A Gody (sobrenombre de Szyszlo) en secreto», y no me atrevía abrirlo hasta llegar a mi casa, pero estaba seguro de que era manuscrito, y no, era un mechón de cabello de Vallejo. 

Y Georgette ahorró centavo tras centavo para cambiar de cementerio a Vallejo y llevarlo a Montparnasse
Cuando ella vino al Perú, por invitación del doctor Raúl Porras, entonces él, que era ministro de Relaciones Exteriores, le dio una pensión que se la cortaron cuando el doctor Porras murió. Ella se dedicó a enseñar francés para sobrevivir. Con el paso de los años el nombre de Vallejo empezó a crecer, y con los derechos de autor, que no eran muchos, ella empezó a juntar dinero, hasta que reunió el monto para comprarle una tumba el cementerio Montparnasse porque él estaba enterrado en un cementerio obrero en las afueras de París. Ella cuenta que un día caminando con Vallejo, al visitar la tumba de Baudelaire, él le dijo «yo quisiera estar enterrado en este cementerio». Y fíjese que Georgette está enterrada en (el cementerio) El Ángel. Sobre su tumba ella le mandó a escribir en francés: «He nevado tanto para que tú duermas». Cuando ella iba a morir, además, me pidió que conservara el manuscrito original de Invierno en la batalla de Teruel, que un crítico había dicho que fue escrito en una fecha distinta a la que se le consignó. Y allí lo tengo hasta ahora enmarcado junto con el mechón de Vallejo.

¿Usted cree que la relación entre Georgette y Vallejo era más que una relación de  amor era una relación de admiración de ella hacia él?
No, las dos cosas. Lo que pasa es que ella quería que Vallejo escribiera y se molestaba cuando salía a beber con sus amigos y llegaba borracho. Por ejemplo, el que tomó la clásica foto de Vallejo y Georgette en Versalles, nunca se atrevió a publicar unas fotos hasta que ella muriera, en la que él aparece sonriendo, tomando vino, lo que a Georgette le hubiera horrorizado. Lo que la sacaba de sí era que la llamaran «El cholo Vallejo» (ríe). Georgette era un personaje muy interesante, tenía mucho talento para la poesía también, yo tengo sus libros en francés y castellano.

Y a todo esto, ¿diría que Vallejo es el más grande escritor peruano?
Sin duda, sin duda. Hay muchos escritores peruanos buenos, pero Vallejo fue un genio. Efraín Kristal ha descubierto unas cosas increíbles, por ejemplo que cuando le encargaron a Octavio Paz hacer una antología de poesía latinoamericana al francés y dice que la traducción de la poesía de Vallejo se la dio a Samuel Beckett. Kristal ha probado que un parlamento de Esperando a Godot es casi una traducción de Vallejo. Específicamente del poema que dice (De Szyszlo empieza a recitar): «Considerando en frío, imparcialmente,/que el hombre es triste, tose y, sin embargo,/se complace en su pecho colorado;/que lo único que hace es componerse
de días;/que es lóbrego mamífero y se peina…



PINTAR LA MUERTE

Su biblioteca es amplísima, nos hemos deslumbrado de ver tantos títulos. ¿cuántos libros aproximadamente posee?
Tendré unos 5,500 libros. 

Perdone la pregunta impertinente, ¿y qué será de esta biblioteca después cuando ya no esté con vida?
Eso me pregunto yo (ríe), estoy indeciso. De repente si mi hijo Vicente quiere venir a vivir aquí, se queda tal como está. En todo caso la donaría a la Universidad Católica.

Usted mencionaba que hay una semejanza entre la palabra y el color. ¿Cómo pintaría usted la muerte, don Fernando?
Ah..(sonríe) Es terrible porque no hay equivalentes entre ellos, solo aproximaciones. Entonces s
iempre he sido muy consciente de la muerte, y la poesía española del Siglo de Oro me ha sido muy cercana por ello, así como Vallejo. Mi pintura siempre ha estado rondando por allí, es imposible expresarlo en palabras. Hay una pieza de Schubert que se llama La muerte y la doncella, que es una cosa hermosa, pero son sonidos. 

¿Y es consciente de que su obra lo sobrevivirá?
De eso nadie está seguro. Eso es lo terrible del arte, una cosa es cuando uno está vivo y otra cuando uno está muerto. El tiempo va filtrando, por unos métodos incomprensibles, los gustos y estos van cambiando y la gente va identificando lo bueno con el tiempo, pero eso no se sabe.




CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR FERNANDO DE SZYSZLO 

Escúchelo hablar sobre sus autores favoritos en este video.


1. En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

2. Todas las obras de Fiodor Dostoievski.

3. Toda la obra de César Vallejo.

4. Los poemas de Rainer Maria Rilke.

5.  D.H. Lawrence, «un autor que he leído con mucha pasión».


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