«El semental» o el poder político como vicio

¿Un militar que escribe novelas y guiones de cine? Carlos Freyre, capitán del Ejército peruano, asiste todas las noches a un ritual místico: enfrentarse con la hoja en blanco para poblarla de ficciones. Su novela El semental (Estruendomudo, 2012) fue finalista del IV Premio de Novela Breve 2012 de la Cámara Peruana del Libro y en este artículo presentamos un acercamiento al autor y en particular a esta obra.


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Por Carlos Alberto Rosales* (@rosalespurizaca en Twitter)

La vida castrense hace fluir su sangre de viajero y en esas visitas fugaces ha logrado desarrollar una habilidad: reconocer cada ciudad por su aroma e inmiscuirse en sus calles para atrapar historias. Luego de haber escrito el guión de Vidas paralelas, una película que narra la lucha que sostuvo el Estado peruano con el terrorismo, participó como coguionista de Gloria del Pacífico, que se encuentra en pleno rodaje.


Su debut en la novela lo hizo hace dos años con El fantasmocopio y el año pasado presentó Desde el valle de las esmeraldas. Su más reciente incursión es El semental (Estruendomudo, 2012), que le valió quedar finalista en el IV Premio de Novela Breve 2012 de la Cámara Peruana del Libro.


POLÍTICA Y AMOR EN CAMAS SEPARADAS

La obra hace un recorrido por los conflictos internos de un alcalde, Nicolás Cabello, que estira al máximo los artificios políticos que le ofrece su cargo para conseguir la reelección. Su ambición desmedida lo lleva a cometer infinidad de atropellos legales, sobreponiéndose a cuanta piedra encuentre en el camino, pero descubre un gran obstáculo: los deseos reprimidos que su esposa revela mientras duerme. 

Cansada por la desatención e insatisfecha con los hijos que le dio, Carlota Farge, mujer del alcalde, busca hacer realidad su sueño, pedir los servicios de Ladislao de la Caravaca, un hombre que recorre todo el país ejerciendo una sola habilidad: procrear seres fuertes.

Ladislao de la Caravaca no es un gitano cualquiera, es un semental que desata las más sórdidas pasiones femeninas, quienes lo buscan por ser capaz de ‘mejorar’ la raza humana y están dispuestas a alquilar su cuerpo con tal de traer al mundo un hombre robusto, apto para las labores del campo.

A través de esta obra, Carlos Freyre hurga en el lado más oscuro que habita en todo político para mostrarnos a un personaje capaz de fabricar un amor artificial y usarlo como excusa para expandir una familia, a la que no quiere, con tal de ajustarse a los esquemas que yacen en el imaginario colectivo tradicional y hacerse del poder.

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En la historia vemos una sociedad cuyos valores chocan frontalmente con el oficio que Ladislao ejerce. Sin embargo, con el paso de las páginas, el lector advierte que los habitantes de aquel lugar son capaces de derribar sus prejuicios para plasmar una esperanza: que la tierra donde habitan dé como fruto un hombre que les haga despertar de la pesadilla política en la que han vivido.

Con una prosa que destila una clara influencia de García Márquez y por ratos dotada de un humor irónico, la novela de Carlos Freyre logra su mejor momento en la escena final, cuando Carlota Farge se dirige a conquistar su anhelado sueño y lo hace con tal determinación, que el pueblo entero se levanta a aplaudirla, alentado por la voz de un locutor que cubre el hecho como si narrara la final de un campeonato de fútbol.

Los goles que más duelen no son los que se perfilan en un estadio, sino los que rozan la malla de los afectos como si fueran un artefacto decorativo. Un matrimonio que nace del cálculo político termina ensombrecido por la ruptura entre el eros y el ágape, el rostro erótico y reflexivo del amor. En ese sentido, la historia pudo haber abordado mejor el choque entre la ausencia de afecto y los estereotipos que habitan en el mundo interior de Carlota Farge.

Por su parte, el autor, conocedor de las artimañas que se cocinan en el poder, proyecta muy bien en el escenario ficticio los riesgos de reducir el ejercicio de la política en una sola persona; condenando al pueblo que representa, a vivir sumido a los caprichos de un caudillo y a los efectos casi narcóticos de su pasión por el poder. 



EL PODER: VICIO IRREFRENABLE

Con la historia en la mano, nos sentamos a conversar con Carlos Freyre en un café miraflorino minutos antes de presentar El Semental, en la  última edición de la Feria del Libro Ricardo Palma. En el diálogo nos confesó que el mejor regalo que le ha dado la vida militar para usarlo a diario en el oficio de escribir es la disciplina. Gracias a ella dedica todas las noches a inventar historias. 

A los ocho años empezó a asociar imágenes gracias a las tradiciones de Ricardo Palma. Desde entonces descubrió en la lectura la materia prima para escribir. Esa idea lo persiguió por varios años, hasta que de forma espontánea empezó a escribir guiones de cine y luego novelas. 

«El político latinoamericano es un animal mitológico«, dice Freyre al hablar sobre El semental. «Mi novela tiene mucho que ver con el poder de la naturaleza, representando en un hombre que con su capacidad procreadora puede cambiar la historia de un pueblo, y otro poder surgido de las urnas, encarnado en un alcalde que quiere perpetuarse en el cargo». 

El poder oscila como un eje gravitatorio a lo largo de toda la novela y en sus engranajes fluctúa un amor que no existe y una pasión por consumarse. «Hay una crítica contra el uso indiscriminado del poder, que es el vicio más vil en el que puede caer el hombre, más fuerte que el sexo y la ludopatía. El problema es cuando usas el poder como un acto de vanidad.  Es complicado manejar los hilos del poder cuando no se tiene una buena formación. La vida no es el imperio de las casualidades, las naciones son el dominio de las constancias». 

Antes de terminar nuestra charla, le preguntamos a Freyre sobre sus cinco libros preferidos, aquí la
lista: 

1. Ulises, de James Joyce.

2. Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez.

3. No me esperen en abril, de Alfredo Bryce Echenique.

4. La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.

5. El nombre de la rosa, de Umberto Eco.
*Carlos Alberto Rosales Purizaca es periodista. 


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