«La colección» o la quimera de una Lima que nunca existió

Grecia Cáceres es una escritora peruana que reside en Francia y ha regresado para presentar su cuarta novela titulada La colección (Editorial Altazor). Alina Gadea nos presenta su comentario sobre esta obra, cuyo lenguaje exuda lirismo.


GreciaCaceresNovelaPosgt.jpg

Por Alina Gadea Valdez*

Hace algunos años llegó a mis manos un libro de Grecia Cáceres que me gustó muchísimo. Gracias a La vida violeta hicimos contacto a la distancia pero con la cercanía que nos da esta pasión común por la literatura. También descubrimos haber compartido el patio del Colegio Franco Peruano, en el que curiosamente nunca nos vimos.  Finalmente la magia de los libros nos reúne después de toda una vida. 

Hace poco supe que publicaría su novela La Colección, con Editorial Altazor, sello bajo el cual escribo. Fue una grata sorpresa para mí, así como lo es el haber presentado esta magnífica novela con la que me siento muy identificada por distintas razones. 

 Se trata de un texto completamente original, escrito con oficio y añoranza. Grecia es dueña de una prosa muy de ella, única en su estilo. La  mayor parte de esta narración es una prosa poética, con un vuelo lírico que no deja cada tanto de aterrizar en la realidad. Roza pues la fantasía sin perder su eje realista. Para finalmente «subvertir», como ella dice, la historia que nos ha sumido en la contemplación estética y en lo subjetivo, encontrando  una resolución mundana a la acción dramática. Escrita con entrega y autenticidad, vislumbro cierto dejo de nostalgia por la peruanidad. Lo adiviné antes de conocer a Grecia apenas leí la historia del estrambótico Enrique y lo confirmé en una conversación que tuvimos  durante el trayecto en el bus que nos llevó a Trujillo en el viaje que hicimos con la Editorial Altazor para presentar nuestros libros. 



AFÁN NOSTÁLGICO

Desde el inicio me atrapó la historia mientras que me costaba entrar en la mente de su protagonista, el complejo Enrique, hombre algo excéntrico y de una rara sensibilidad que simboliza una extremada finura: la de un hombre obsesionado por el pasado del Perú, en particular por sus tesoros precolombinos. Absorto en la estética, idea una estrategia para capturar por unos momentos la presencia de su amada…. La verosimilitud en este relato es parte fundamental de la narración. Todos creeremos posibles y nos identificaremos con las reacciones más absurdas de este ser especial y entrañable y caminaremos junto con él por las calles antiguas de Lima, de esa Lima de Chabuca, que como bien dice la autora, tal vez nunca siquiera existió, sino que fue parte de una entelequia nuestra, en nuestro afán nostálgico y romántico por retener nuestra Lima en una quimera

Los quiebres de la historia mantienen una tensión y nos llevan con inquietud junto con Enrique a develar el misterio del paradero de estas joyas de valor inestimable.  A mí, en particular, me pareció contemplar cómo relumbraban las joyas de oro precolombino en ese estrecho y penumbroso cuarto del Centro de Lima. De esa Lima decadente y siempre quieta, monótona  y lenta en medio de los cambios inminentes históricos, políticos y sociales. 
Cada personaje ha sido labrado con gran profundidad psicológica, asumiendo una voz particular, una oralidad. Queda plasmada la idiosincrasia limeña, la antigua, la oligárquica, la del nuevo rico, la del matriarcado, la del machismo, la del emergente, la de una especie de hidalgo criollo como nuestro alucinado Enrique, quien solo aspira a gozar de la belleza y pasar desapercibido en la vida en aras de un amor improbable.  

Me he sentido muy identificada con este personaje; reconozco en él, en su entorno y hasta en la colección iniciada por su padre algo extremadamente familiar y creo que Grecia ha querido que algo así suceda con cada uno de nosotros en un claro homenaje a Lima, a sus orígenes y a su particular manera de ser, en que estamos inmersos cada uno de nosotros de alguna manera. 

El tema de la preservación del valor de los bienes del Perú milenario es un punto fundamental en esta importante novela. Su belleza; la fascinación que ella nos causa. El valor de la cultura que aún se resiste a ser ignorada o reemplazada por el comercio y la modernidad es un tema universal que le da más peso a la novela. Esa eterna dicotomía que parece en estos días acrecentarse peligrosamente poniendo en riesgo lo único que nos queda y que es un vulnerable e inmenso tesoro. 



UN ESTILO PERSONAL

GRECIAPOSTRetratro.jpg

Lo que más me impacta de esta historia es la manera de ser narrada. Hay una polifonía en muchos de los párrafos como una característica propia de Grecia, no al estilo de Faulkner sino muy a su manera;  esencial, sin excesivos adornos ni divagaciones, conservando siempre el centro en el pensamiento de Enrique. El paso fluido sin puntos ni apartes del diálogo, su musicalidad. Sus párrafos de original puntuación, la acumulación de las ideas en las frases con sus expresiones únicas. El monólogo interno empleado a lo largo de las páginas. Los interludios dentro de los diálogos, salpicados de descripciones vívidas, sugerentes. Entremezclados los recuerdos, los sueños, la densidad de las más leves sensaciones junto con todo lo que sucede alrededor. El particular hablar de cada personaje y dentro de ellos, los notables soliloquios de la madre, personaje muy bien logrado y encantadoramente limeño. 

La cercanía psíquica del lector con respecto a la historia es tanta que por momentos no solo nos sentimos cerca a todo lo que acontece dentro y fuera de la mente del protagonista y los demás personajes, sino que estamos presentes como testigos invisibles de cada escena. Grecia nos permite ser parte de esta historia paseándonos por la quebrada del salto del fraile con su brisa marina, compartiendo la ensoñación dentro de la penumbra de un cuarto en un edificio tugurizado y antiguo, oír el barullo de un antiguo café en el Centro de Lima y partir de viaje buscando el sol de Chaclacayo, su aire leve y florido. 

La escena en que Enrique y su adorada e incierta mujer se encuentran es una poesía en sí, contada con sutileza, con esmero, con los matices propios del primer y añorado acercamiento a una pareja que se cree imposible. Me hizo pensar en Sandor Marai cuando en La ama
nte de Bolsano
, precisa en varias páginas, con lujo de detalles subjetivos, todo lo que puede mover interiormente un beso en dos seres humanos. 

En la página 104:

 «Un planeta sonrosado como el nácar pasaba en su órbita severa, en medio del negror de su noche, iluminando estelas y constelaciones sin fin, lechosas, llenas de algarabías, plenas como pechos. Y él debía contentarse de ese paso fugaz como una estrella, alargando el tiempo, saludando cada pliegue, cada valle, cada redondez, la frente hundida en ese suelo feliz, tierra de otro continente. Y cuando llegara, que llegaría, explotarán los mundos en mil fragmentos, los oídos zumbando del fárrago de su propia sangre, exorbitados los miembros y la fiesta de su carne, tan frágil, sacudida, maltratada, adolorida como sublime, eterna, en medio del placer absoluto». 

El lenguaje de Grecia Cáceres es quizás lo más rico que nos ofrece La Colección. «La costumbre, costurera de la sombra, y el pasar del tiempo lograrían hacer nuevamente familiar y amable su oficina», nos dice. 

Su poética: «De nuevo el mar. Volver a ver el mar. Con algo de miedo. Volver a contemplar esas aguas agitadas, entre verde, gris y blanco. Blanco gris y verde. El movimiento perpetuo del mar frente a Lima, ante nuestras brevísimas vidas».  «La noche era clara. No había estrellas, pero la luna chinita brillaba intensamente«. 

Este vuelo lírico sin embargo nos ofrece una pausa en que podemos cerrar el libro y sentir cada palabra para volver a la lectura y encontrarnos con una escena cotidiana que nos hace aterrizar en nuestra propia realidad. 

Gracias a esta gran escritora Grecia Cáceres por regalarnos esta joya literaria tan peruana que nos acerca a nosotros mismos y a nuestra Lima que se fue o que nunca existió.  
*Alina Gadea Valdez. Es abogada, graduada en la Universidad Católica. Ha participado en varias antologías de cuentos entre ellas, Primeras HistoriasMatadoras (Estruendo mudo) y Disidentes 1 (Editorial Altazor). Obtuvo el premio Copé Bronce 2006, en la XIV Bienal de Cuento de Petroperú, por el cuento La casa muerta. En el 2009 publicó su primera novela Otra vida para Doris Kaplan (Borrador Editores). Acaba de publicar la novela Obsesión (Editorial Altazor), thriller psicológico que retrata una Lima brumosa en la que se entrecruzan personajes complejos que buscan una existencia más intensa. 


No hay comentarios

Añadir más