Alejandro Neyra: «Hay que ser fiel al estilo que uno tiene»

Conversamos con el autor de CIA Perú, 1985. Una novela de espías (Estruendomudo, 2012), ganadora del IV Premio de Novela Breve 2012 de la Cámara Peruana del Libro. La novela que nos presenta este autor satiriza las aventuras de espías en un contexto difícil para la historia peruana: estamos en vísperas de las elecciones presidenciales de 1985 y el accionar armado de Sendero Luminoso crece vertiginosamente. Alejandro Neyra conjuga humor y contexto histórico. El resultado ha tenido su recompensa, y por si fuera poco el autor acaba de obtene el Premio Copé de Plata en la Bienal de Cuento organizado por Petroperú.


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Por Jaime Cabrera Junco

Es de tarde en el Palacio de Torre Tagle, sede de la Cancillería peruana. Un joven diplomático, de saco y corbata, aparece en escena. El bello edificio, con sus  patios, sus balcones y el carruaje del marqués que lo habitó, nos remiten a la Colonia. El mirar hacia atrás, al tiempo que fue, es un recurso habitual de los escritores y eso es lo que precisamente hace Alejandro Neyra (Lima, 1974), en novela de CIA Perú, 1985. Una novela de espías (Estruendomudo, 2012), obra que nos presenta al agente secreto austriaco Malko Linge -personaje ficticio creado por Gérard de Villiers- que viene a nuestro país para evitar que la izquierda llegue al poder y con el objetivo de capturar a Abimael Guzmán. 

Ganaste el Premio de la Cámara Peruana del Libro por esta, tu primera novela, y acabas de quedar segundo en el Premio Copé de Cuentos. ¿Los premios reafirman tu vocación? 
Creo que todo premio es una suerte de refuerzo psicológico que necesitamos. Yo escribo por diversión, ante todo; estudié literatura y siempre me gustó escribir desde muy chico, pero ganar un premio es un refuerzo para la propia vocación, pero sobre todo para seguir escribiendo. En realidad el oficio de escritor es un oficio permanente, digamos que el premio da un respaldo de que quizás lo que uno está escribiendo no es tan malo.

Y cómo tomas esta suerte de dicotomía escritor-diplomático. ¿Cuál prevalece en tu caso?
Son dos profesiones que desde siempre están muy bien vinculadas. Antiguamente el diplomático era el que viajaba, conocía el mundo y lo describía. Entonces era de la poca gente que tenía contacto con el mundo exterior, pues tradicionalmente ha sido una carrera de escritores. Actualmente hay muchos diplomáticos que se dedican al oficio de escribir. Yo tengo la suerte de ganarme la vida escribiendo, no ficción (sonríe) sino desde papeles diplomáticos y hasta discursos, que es una suerte de género literario. 

Entonces, eres un escritor  más que un diplomático
Yo creo que sí. Digamos que el premio ha ayudado en eso y ya no tengo tanta vergüenza en decir que soy escritor y diplomático (ríe).

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En ‘Lee por gusto’ siempre buscamos conocer a un escritor, indagar sobre sus influencias. En tu caso, ¿qué escritores han sido importantes o consideras que te han motivado a escribir?
He ido variando en mis escritores favoritos, y un escritor que hasta ahora me gusta es Georges Perec, que es ídolo máximo porque hace ficción pura, fantasía y lo hace a través de novelas extraordinarias. Y también Borges, quien es el summum de la creación, quien es una constante a la que hay que volver siempre. De los peruanos, Vargas Llosa y sobre todo Ribeyro, pero alguien quien considero que tiene la prosa más fina del Perú y no es muy valorado, me refiero a Luis Loayza. Todos sus trabajos son de filigrana.  

¿En qué momento te planteaste ser escritor?
Para mí la literatura es juego ante todo. Es una vocación que viene desde que tengo uso de razón. Mis hermanas mayores dicen que desde muy pequeño creaba cuentitos o chistes, y un recuerdo claro que tengo es que hacía parodias de las películas de terror que me gustaban mucho. Empezaba a escribir «Desde el castillo de Drácula…»  y acompañaba los textos con dibujitos. Creo que, ya tomándomelo más en serio, fue importante haber estudiado literatura en San Marcos, donde me di cuenta -no solo con los profesores sino con los alumnos- que me faltaban muchas lecturas y que lo que escribía no era tan bueno como creía. 

Empezaste escribiendo cuentos y ahora has dado este salto a la novela, que es la primera. ¿Cómo ha sido este aprendizaje?
Creo que ha sido un pequeño salto, pues escribía muchos cuentos que tenían estructura de novela. La suerte que he tenido es que mientras estudiaba una maestría en Estados Unidos, dentro del poco tiempo libre que tuve pude armar una estructura de la novela. Es cierto que hay que planear muy bien la estructura y salió la primera versión de esta novela (que ganó el premio).



LA PARODIA DE UNA PARODIA DE LA REALIDAD

Alejandro Neyra ha estudiado Derecho en la Universidad Católica y Literatura, en San Marcos. Trabaja actualmente en la Cancillería y conjuga su carrera diplomática con la literatura. Es colaborador de la bitácora literaria El Hablador y de la revista Buensalvaje. A lo largo de la entrevista Alejandro sonríe muchas veces, se nota que lo suyo es el humor, encontrar el lado gracioso de lo cotidiano. Por ejemplo, recuerda que de niño, cuando los noticieros mostraban el avión en el que el  papa Juan Pablo II viajaba hacia Ayacucho, él gritó «¡Boom!», como anticipando una tragedia. Cuenta que al hacer eso, sus padres, lo miraron y le recriminaron diciéndole que nunca vuelva a hacer esas bromas. En la novela uno de los personajes es un joven diplomático, un alter ego suyo que empieza su carrera. Por lo menos en la ficción, Neyra pone a un lado la diplomacia y se burla de esta carrera vinculada a cocteles, frases almidonadas y buenos modales. 

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CIA Perú 1985….dices que es una parodia, que surgió tras la lectura de esta serie de Gerard de Villiers, en la que su protagonista, el espía Malko Linge, llega al Perú en un año convulso. ¿Por qué la planteaste como una parodia?
El género de espías es una parodia de la realidad, nadie en su sano juicio cree que una persona que llega al país en dos semanas va a arreglar el mundo. El protagonista en 15 días se acuesta con todas las chicas que quiere, todos los intentos para matarlo fallan…Inmediatamente dije «esto es imposible en el año 85», y como me gusta mucho el género del humor, de la parodia, me di cuenta que podía armar algo más estructurado enfrentándola con la historia real, que es
una preocupación por la que surge esta novela. Hay un intento por divertir, pero también de reflexionar sobre lo que vivió el Perú en esa época.

Para contextualizar a quienes todavía no han leído la novela, hay un personaje que lleva los hilos narrativos, que es un álter ego tuyo, es un diplomático, que incluso se burla de la carrera.
Hay un poco de eso (sonríe). La carrera diplomática es una carrera donde se vive un poco en una ficción. Eso de que vamos a cocteles, somos felices y somos hipócritas es falso. Yo lo puedo decir. Este aura del diplomático, conocedor del mundo, todo este ambiente para mí es simpático. En la novela tenemos a estos dos personajes, el espía austriaco que habla casi todos los idiomas, y el diplomático, que es un chico ingenuo que acaba de entrar, a lo largo de la novela se complementan bien y los dos van cambiando de manera de pensar.

Si bien estamos ante una novela breve, hay en ella una línea clara sobre el contexto histórico que vivió el Perú en esos años. Por ejemplo, esbozas una teoría sobre la muerte de Augusta La Torre, la esposa de Abimael Guzmán. ¿Qué tanto te interesa como tema volver a la época de la guerra interna? Tenemos muchas novelas de autores contemporáneos sobre este tema, y hace poco Diego Trelles, otro escritor joven, ha publicado una novela que regresa a aquellos años de terror.
Justo en la presentación de la novela de Diego Trelles (Bioy), que es una muy buena novela, escuché a Miguel Gutiérrez decir que en el Perú se ha escrito mucho sobre violencia. Creo que es natural que ahora estén apareciendo novelas de esa época, sobre todo de escritores que han vivido ese momento durante su niñez. Como es el caso de Santiago Roncagliolo, Diego Trelles, y yo mismo. Aparecen en la novela estos temas como la muerte de la Camarada Norah (Augusta La Torre) o el atentado contra Domingo García Rada (expresidente del Jurado Nacional de Elecciones). Para mí era básico. Si quería ambientar una novela de espías en el año 85 tuve que pasar por la cronología de la Comisión de la Verdad, que es brutal y hay que leerla. Uno cuando la lee es impresionante, la cantidad de atentados y muertes. Si bien mi novela es irónica, es inevitable tocar esos temas y los dejo para la reflexión, en el epígrafe menciono un discurso de Salomón Lerner (presidente de la CVR). En mi caso tenía como meta que la lea gente joven y se pongan a reflexionar porque el Perú ha estado viviendo una etapa de tranquilidad, pero debemos recordar lo que pasó.

Y como escritor ¿qué temas te interesan más?
Humor siempre. Para mí la literatura es juego, pues tengo un trabajo serio que es la diplomacia. A mí me gusta escribir, disfruto mucho escribiendo y disfruté escribiendo mucho esta novela. Creo que he logrado, aun en el tema más serio de la novela, que es lo que pasó en el Perú en los 80, todavía pueda incluir una dosis de humor y de ironía. Para ambientar la novela yo me divertí mucho porque empecé a leer noticias de la época, los programas de entonces -Risas y Salsa, Trampolín a la fama…-, hice un rastreo y trato de ver la parte graciosa sin caer en el facilismo. El humor es un eje permanente en lo que hago. Creo que el humor es algo que define también la peruanidad. Cuando uno llega a superar un problema se ríe de ello, o por ejemplo, en los velorios se cuentan tantos chistes, eso nos define un tanto.

¿Y qué reto literario tienes luego de esta novela?
Que no boten de mi trabajo por burlarme de mi carrera (ríe). No…mi primer reto es seguir escribiendo. Mi reto fundamental es seguir encontrándome estos espacios para escribir. Tengo un libro de cuentos listos, también tengo unos ensayos en los que busco novelas en las que aparezcan peruanos o se mencione al Perú, ese es mi hobbie. Así fue como encontré SAS El hombre en el Perú que fue el origen de lo que he escrito. Lo siguiente serio que escriba va a ser algo que recupere a los dos personajes. No sé cómo, quizás sea la historia del alter ego diplomático que se vuelve espía… mucha gente cree que los diplomáticos somos espías.

¿Qué clase de escritor aspiras a ser?
Aspiro a ser auténtico con lo que escribo. No aspiro a ser un escritor famoso o ganar el Nobel evidentemente. Todos los que escribimos, y esto es inevitable y es bueno decirlo, necesitamos cierto reconocimiento. En todos los escritores, así sean inéditos, hay esa necesidad de trascender que está más allá del reconocimiento de salir en la tele. Yo quiero seguir escribiendo y que me sigan leyendo. Sobre todo no quiero ser un escritor que se traicione a sí mismo. Hay que ser fiel al estilo que uno tiene. 


CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR ALEJANDRO NEYRA

1. Ficciones, de Jorge Luis Borges. 

2. La vida instrucciones de uso, de Georges Perec.

3. El Quijote,  Miguel de Cervantes.

4. La trilogía de Ítalo Calvino (especialmente El barón rampante).

5. Los cuentos de Luis Loayza. 


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