Rescate 3: «El edificio de la calle Los Pinos», de Jeremías Gamboa (2007)

En este nuevo rescate, Francisco Ángeles nos presenta un cuento que abre el libro Punto de fuga y que se enriquece a la luz de los otros relatos. Jeremías Gamboa publicará el próximo año su primera novela que es esperada con mucha expectativa.

 
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Por Francisco Ángeles *
 
Un poquito de contexto: los ocho cuentos que incluía Punto de fuga (2007), el primer libro de Jeremías Gamboa (Lima, 1975), componían un conjunto bien articulado, con un horizonte común hacia el cual todos apuntaban. Y esta unidad no se manifestaba tanto en su cara más superficial (estilo, tono, influencias, etc.), sino en algo bastante más profundo: entre todos construían un retrato de Lima, o más precisamente, de una obsesión que acosaba a sus personajes: romper los límites de una Lima segmentada, llena de barreras invisibles. Por una especie de vacío interno o por condición social, todos los personajes del libro son marginales, y por ello buscan en el movimiento a través de la ciudad el lugar en el que creen que las cosas pueden cambiar (y donde, sobre todo, ellos mismos pueden cambiar). Recorren la ciudad, se detienen en cines o discotecas o casas de zonas más privilegiadas en busca de esa identidad que ellos mismos o la sociedad o la extracción social les ha negado. Pero finalmente siempre terminan volviendo al punto de origen sin haber conseguido lo que buscaban. 
 
El edificio de la calle Los Pinos, cuento que abre Punto de fuga, es doblemente valioso, ya que no solo exhibe el valor de texto en su propia autonomía, sino que además se enriquece a la luz de los otros relatos de la colección. Pineda, el protagonista, se ha mudado poco tiempo antes a Miraflores, a un extraño edificio de oficinas que por las noches permanece vacío. Es la única persona que vive en el lugar, nadie más entra después de terminada la jornada laboral y, para ahorrar electricidad, por las noches los veinte pisos quedan completamente a oscuras. ¿Cómo puede vivir en un lugar así? Pineda responde que al despertar y mirar por la ventana, alcanza a ver, al fondo, el perfil casi invisible del mar: «Es como vivir en otro país, es como no estar en el Perú… Como si fuese un lugar mío, mi lugar, ¿entiendes?». Esta frase revela la búsqueda, a veces desesperada, a veces perdida de antemano, de un espacio dentro de la ciudad en el que los personajes de Gamboa puedan encontrar esa parte de sí mismos que, en sus actuales condiciones, se les escapa. Pero, debido a los problemas que se presentan, Pineda fracasa. Y ese fracaso parece el símbolo de una condena aplicada sin piedad hacia todos quienes intentar reubicarse fuera del espacio que les ha sido previamente asignado. Aunque esa especie de destino inexorable se mantenga fuera de nuestra voluntad, y aunque esté diseñado incluso antes de nuestro nacimiento, los mecanismos de control siempre terminan presentándose para poner las cosas en su lugar. Este fantasma controlador, en El edificio de la calle Los Pinos está materializado en el desconocido que irrumpe una noche en el edificio vacío del protagonista. El desconocido perturba la aparente normalidad de su vida. Es una amenaza, es el elemento que no debería estar ahí. Pero finalmente es el protagonista quien escapa y con ello se pone en evidencia que quien no debería realmente estar ahí es él, el mismo protagonista. 
 
Cuento extraordinario, de una riqueza simbólica y una fuerza perturbadora, El edificio de la calle Los Pinos es, creo, el mejor cuento de Punto de fuga, y debe sin dudar contarse entre el puñado de mejores publicados en la década pasada por los quienes entonces eran los nuevos escritores peruanos. Gamboa publicará su primera novela, que venía trabajando por largo tiempo, en 2013. Las expectativas son altas. Al tanto estaremos. 
 
 
LA PALABRA DEL AUTOR:
 
«Hace ya cierto tiempo, cuando tenía cerca de 25 años y quería vivir fuera de mi casa -y probablemente fuera de mí mismo-, alquilé de una manera bastante precipitada un piso en un edificio de oficinas en la calle Los Pinos, en Miraflores. A los pocos días de hacerlo me arrepentí en el alma: descubrí que era el único residente de todo el edificio. Tras una serie de eventos macabros que me hicieron vivir al borde del colapso durante varios meses, decidí dejar el lugar, y después, escribir un relato sobre él. Intenté varias versiones en mi mente pero ninguna me convencía. Una vez, en un café de la ciudad de Trujillo, recordando la zona intermedia de Los detectives salvajes de Bolaño, y también al narrador de El gran Gatsby, me imaginé lo que podría pasar si la historia no la contaba Pineda, el personaje que vive en esa casa de locos, ni tampoco un narrador omnisciente, sino un amigo alertado por los sucesos de una noche delirante y errática en ese edificio. Entonces fue que la voz, el tono, los personajes y el argumento del relato aparecieron como lanzados por una ráfaga. Sería el primer relato que escribiría en toda mi vida en el que sentiría claramente que aquello que aparecía en la pantalla era de alguna forma mi voz, aun cuando la sentía dubitativa y algo nerviosa. Volví a Lima y escribí de un tirón el cuento. Era el primer relato de mi primer libro como escritor, pero aún no lo sabía».
 
 
EL CUENTO:
 
Pueden leerlo en la web de Prisa Perú, clic aquí para acceder a el relato.
 
 
 
*Francisco Ángeles es escritor, crítico y periodista, con publicaciones en diversos medios académicos y periodísticos peruanos y extranjeros. Su primera novela, La línea en medio del cielo (2008), fue muy bien recibida por la crítica. Creó y dirigió el colectivo literario  Porta 9, y en los últimos años viene ejerciendo como codirector de la revista de literatura El Hablador, en cuyo blog escribe la columna «Doble click». Vive en Filadelfia, donde sigue un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania. Actualmente alista la publicación de su segunda novela.
 


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