«Coronación», de José Donoso: un universo encerrado en una casa decadente

La escritora Alina Gadea comparte en este post una lectura personal de la primera gran novela del autor de la maravillosa El obsceno pájaro de la noche. En Coronación, la narradora encontró un nexo con un cuento que había escrito antes de leerla la obra y allí empezó una búsqueda por el universo de ese gran narrador que también formó parte del Boom Latinoamericano.


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Por Alina Gadea Valdez*

La literatura tiene una magia: nos permite entrar en una esfera única en la que nos acercamos a nuestra esencia. Nos hace entender mejor nuestra propia vida y  llegar con intensidad a otros seres humanos. 

Cuando escribí el cuento La casa muerta, aún no había leído Coronación. Un tiempo después me encontré con el libro en mis manos y desde la primera línea sentí como si hubiera conocido a José Donoso desde siempre. Desde ese momento lo busqué y lo encontré en El obsceno pájaro de la noche, en El jardín de al lado, en Casa de campo y hasta en El lugar sin límites. Disfruté cada uno de esos libros pero siempre volví a Coronación. La he releído varias veces y cada vez me siento acompañada página a página y, modestamente, reconozco en Andrés y su abuela puntos de contacto con los personajes de mi cuento La sensación de insatisfacción: la decrepitud de una mujer y de su casa; la agonía de una clase. Su  atmósfera, casi fantasmal, es extremadamente familiar para mí. 

Estos nexos que se crean con la literatura tienen una enorme riqueza en nuestras vidas. Y son múltiples. El año pasado, cuando salió la antología de cuentos Disidentes 1 de Gabriel Ruiz Ortega, me llamó mucho la atención el cuento Día de salida, de Jennifer Thorndike. El encierro patético, su lirismo claustrofóbico, la relación bizarra con la anciana, me hicieron pensar en Coronación. Y como eslabones de una cadena, todo eso me hizo pensar en otro texto mío. Así que no pude evitar identificarme con esta escritora y pensar en Donoso.  

A penas un tiempo después -hace poco-, Jennifer presentó su novela (Ella). En un proceso narrativo muy original expande los límites de su cuento y lo ensancha en una novela cruda, auténtica y visceral, cuyo eje sigue siendo la relación patológica con una anciana encerrada dentro de una casa. No me sorprendió que el epígrafe fuera una frase de Donoso. Y una vez más sentí un nexo con mi propio universo literario: la protagonista de Otra vida para Doris Kaplan sufre también el encierro en una casa decadente, tras cuyos muros se expande la vorágine de un violento cambio social. 

Es una maravillosa coincidencia literaria y un privilegio haber sido tocadas por la influencia de este gran escritor chileno.  


MUNDO DE AFUERA Y DE ADENTRO

En Coronación, Donoso nos sitúa dentro de la señorial casa de Elisa Grey de Ábalos que marca los límites con el mundo de afuera; el de un país en plena transformación. La casa contiene las tribulaciones de Andrés y su mundo interno. Un personaje atormentado y solitario, cincuentón, algo castrado por la abuela, ese ser anacrónico y oligárquico. Parece ser un testigo desconcertado de su esperpéntica abuela. Dice textualmente Donoso: «la anciana representaba el lazo más absurdo y precario con la realidad emocional de la existencia. Él ya no tenía otros lazos».   Sentimos en carne propia su aislamiento insólito, su frustración. Y yo en particular, no pude evitar pensar en las madres de Doris y de (Ella) como personajes muy cercanos a la abuela de Coronación

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Coronación con su prosa tan  fina, hasta lírica, por momentos es aun más resaltada por el contraste de  ciertos pasajes vulgares y parlamentos de gran tosquedad. La complejidad de estos seres, algunos decrépitos, reprimidos y atormentados y otros hasta sórdidos. 

Sobresalen el tema de la decadencia, del encierro y lo patético dentro de una casa en su mayor expresión. El contrapunto entre la burguesía y el hampa, expuesto sin maniqueísmos, de una manera cruda y realista. La atmósfera casi fantasmagórica en que se desarrollan los personajes que parecen ya no formar parte de este mundo, sino de uno olvidado en el pasado. En castas que desaparecieron junto con la decadencia de sus casas viejas. Con todas las taras de una antigua clase social en picada. Sumado a esto y como un rasgo del romanticismo, las descripciones encantadoras del ambiente, de cada planta del jardín. Sin dejar de lado su modernidad cifrada en sus personajes anti héroes, llenos de insatisfacción y melancolía. Y la importancia que tiene en la narración la esfera interna de cada uno de ellos: el drama que viven dentro de sus mentes. 

Don Andrés, hombre lleno de manías y reprimido, es quien más me impacta en esta novela. Todo su refinamiento frente a la vulgaridad de villanos personajes. Y en medio de ellos, la voz de las antiguas empleadas de la casa, su oralidad y hasta su dejo, nos permite verlas y oírlas cerca de nosotros con toda su ignorancia e ingenuidad, viviendo una vida enquistada dentro de la casa, distantes de lo que realmente les habría tocado vivir. La total negación al mundo de afuera. La reclusión voluntaria de Andrés y su incapacidad de vivir una vida plena. Hasta hacerlo un ser casi asexuado. Un maniático que colecciona bastones. Este personaje inolvidable, peculiar, único; es imposible no identificarse en algún extremo de su complejo ser. Con el niño que sufrió el sello de la catolicidad desde el colegio de curas. La marca de la culpa. Los oscuros pasajes de su niñez entre la severidad y el engreimiento de su abuela. Dentro del entorno social algo frívolo y permisivo, la señora sigue siendo el estandarte de una familia. A través de los recuerdos de ella podemos vislumbrar un jardín de ensueño; el que fue en años anteriores; el que ahora luce mortecino y descuidado, como metáfora de la situación de decadencia y olvido al que ellos y su antes hermosa y elegante casa, han llegado. 


UN DESENLACE TERRIBLE

Me impacta la manera de plasmar la naturaleza humana con las grietas por las que se cuelan nuestros más bajos instintos. La proximidad psíquica de los personajes es tanta que nos hace verosím
il cada escena y nos permite observar una realidad ya perdida en las imágenes, pensamientos y voces de ellos. 

Para Donoso la casa de la niñez parece representar un útero cálido en el que refugiarse de la vulgaridad, de la realidad de la vida mundana. Fuera de la casa, se desdibuja un país entero en pleno proceso de transformación social. Convulso, hambreado, con personajes que buscan la revancha fácil de la clase por la que sienten un resabio de cólera y amargura. Retrata un abismo de educación entre unos y otros, y por consiguiente, un abismo entre sus respectivos destinos. Es el trasfondo trágico de lo social y en lo personal el drama es lo que sucede en el interior de Andrés y su aparente desapego a la vida. 

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Andrés tiene en las entrañas la culpa inculcada por la abuela como forma de sentir la vida. Su naturaleza desapasionada no lo empuja a excesos ni aventuras y a su vez su timidez le hace difícil el contacto con los demás. Los flashbacks de su infancia empalman con el tiempo presente y los arrebatos de la abuela.  Las ideas de pecado e infierno impuestas por la Iglesia y la familia están impresas en él. Taciturno vaga por la casa como una sombra o se recuesta bajo alguno de los arboles ya moribundos del jardín, para escapar una vez más de la realidad: leyendo un libro. Imposibilitado por él mismo de hacer algo de orden práctico, es un fantasma, una persona anulada. Confinada dentro de esas paredes. Su soledad da rienda suelta a largos monólogos internos y a diálogos existenciales que sostiene con su único amigo, el médico de cabecera de la familia. Todo eso en medio de una respetuosa compasión frente a las locuras de la anciana y  un hartazgo contenido hacia sus excentricidades. 

El episodio del chal es sin duda, un momento inolvidable en la narración. Tanto que quizás por eso la primera parte del libro lleva su nombre: «el regalo». El personaje de la abuela rompe todas las barreras de una educación conservadora y represiva en medio de su locura llena de racismo y de intolerancia, de sarcasmo y de soberbia. 

En Ausencias, la segunda parte del libro, el autor pone de manifiesto los impulsos más oscuros y bizarros de los personajes. Y la tercera parte que lleva el nombre Coronación, narra el  desenlace terrible y a la vez de un lirismo profundo ante el final de la ya para ese momento querida por el lector, abuela. Muere, en el colmo de la paradoja, siendo coronada por sus sirvientas. La escena patética de Andrés borracho humaniza aun más a este personaje quien finalmente, se aferra desquiciadamente a una última oportunidad de vivir algo intenso alguna vez en su vida. A la vez que representa su confusión frente a ese mundo desconocido y terrible de la pobreza, la necesidad y la delincuencia. 

Siempre buscando a Donoso leí el año pasado, Correr el tupido velo, de su hija Pilar. Sentí una inmensa simpatía hacia ella y pensé en que hubiera querido conocerla. No pude evitar identificarme con algunas de las cosas duras que contó. Tales son los lazos que crea la literatura. Unos días después me enteré de su muerte. Y sentí como cuando una persona querida nos deja. 
*Alina Gadea Valdez. Es abogada, graduada en la Universidad Católica. Ha participado en varias antologías de cuentos entre ellas, Primeras Historias, Matadoras (Estruendo mudo) y Disidentes 1 (Editorial Altazor). Obtuvo el premio Copé Bronce 2006, en la XIV Bienal de Cuento de Petroperú, por el cuento La casa muerta. En el 2009 publicó su primera novela Otra vida para Doris Kaplan (Borrador Editores). Acaba de publicar la novela Obsesión (Editorial Altazor), thriller psicológico que retrata una Lima brumosa en la que se entrecruzan personajes complejos que buscan una existencia más intensa.


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