Renato Cisneros: «Me interesa escribir textos que sean muy audiovisuales»

Empezó de muy joven su romance con la poesía, pero ahora anda de novio con la narrativa. Acaba de publicar Raro (Alfaguara, 2012), su segunda novela, que con una prosa ágil engancha tanto como en sus celebrados y comentadísimos post del blog Busco novia.
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Hace radio, televisión y escribe una columna de opinión en el diario La República. Hasta hace unos años hacía literatura bajo presión, es decir escribía crónicas para El Comercio. Renato Cisneros se desenvuelve eficazmente en todos los frentes, pero en la escritura parece que siente como pez en el agua. Esta es la charla con este periodista, que acaba de presentar su segunda novela titulada Raro (Alfagura, 2012), que coincidentemente es también el nombre de su protagonista. 

Jorge Eslava decía en una crítica cuando publicaste tu primera novela, Nunca confíes en mí: «el poeta Renato Cisneros sigue de coqueteos con la narrativa». ¿A estas alturas, este ‘coqueteo’ es ya más bien un noviazgo o un sevinacuy (matrimonio a prueba)?
A mí me interesa la narrativa para consumirla y producirla, y creo que eso tiene que ver con mi trabajo periodístico. El hecho de haber estado tanto tiempo acostumbrado a la prosa periodística creo que fue despertando en mí un interés cada vez más creciente por hacer narrativa. Yo empecé haciendo poesía, publiqué tres libros de poemas, pero ahora lo que me pasa, mis urgencias expresivas encuentran en la narrativa un mejor punto de fuga y por ahora estoy haciendo narrativa, lo que no quiere decir que ese vaya a ser el único formato en el que trabaje a futuro. Ojala algún día pueda volver a escribir poemas.

Decías que no has vuelto a escribir poesía porque todavía no es el momento, digamos para seguir con esa analogía ¿estás distanciado con ella? 
Lo que pienso es que la narrativa es un instrumento para el escritor y que más bien un escritor es un instrumento para la poesía. Con la poesía siento que uno es más un pararrayos de ella y no tanto un titiritero. Entonces, si soy coherente con eso, tendría que decir que dependo más de ella que ella de mí, y por ahora parece que ella ha roto palitos conmigo, me está haciendo la ley del hielo, me ha quitado el habla.

Hablemos sobre tus primeros pasos como escritor partiendo que un escritor es ante todo un lector. ¿Recuerdas cómo fue tu primer contacto con los libros? ¿Qué libros leías de niño?
El primer libro que me marcó, porque además fue el primero que oficialmente leí, fue Robinson Crusoe. Era una versión ilustrada, que con el tiempo además le agarré mucho cariño a la historia porque podría ser hasta una metáfora de un escritor: un tipo al que el azar y las circunstancias lo arrojan a una isla desde la cual tiene que aprender a convivir consigo mismo primero y luego aproximarse a la civilización. Y bien visto puede parecer una analogía de lo que tiene que hacer un escritor, a veces tomar distancia para poder mirar el mundo, retratarlo y tener una distancia crítica respecto a eso que va a narrar, eso que quiere nombrar. 

Decías en una columna que todo lo que habías leído entre los 14 y 20 años se lo debías a tu tío Luis Jaime Cisneros. 
Esto siempre lo digo, él no te prestaba los libros sino que te los recetaba. Había un asunto medicinal detrás de cada préstamo que él te hacía y de esa época me acuerdo tanto de Demian de Herman Hesse, La Montaña Mágica de Thomas Mann, En busca del tiempo perdido (Marcel Proust), y poesía de Sologuren, Blanca Varela, en fin. Creo que fueron los años en los que más frecuentemente lo visitaba, me eduqué como lector y él me enseñó básicamente a leer. Si no hubiera sido por él, probablemente, mi aprendizaje literario hubiera sido más chato, más retardado.

Tus primeros poemas los escribiste en el colegio a los 14 años y los vendías a tus compañeros. ¿Es a partir de ese momento que lo de la escritura te lo empiezas a tomar en serio o simplemente era cosa de juego?
Creo que siempre me lo tomé en serio, pero sin saber que era un asunto tan serio. Para mí escribir siempre ha sido fascinante pero desgastante también. Esta idea que tiene Watanabe del hielo, al que puedes arrancarle una expresión de belleza pero para eso tienes que erosionarlo, y al hielo tiene que dolerle antes de poder producir algo bello. Para mí la escritura se parece mucho a ese proceso un tanto doloroso, al que puedes sacar una expresión magnífica respecto de algo, pero con mucho trabajo de por medio. Es como el bloque de hielo que tienes que martillarlo bastante y pasarle la sierra eléctrica antes de que quede convertido en una escultura preciosa.

¿Y antes de esos poemas había escrito otras historias o cuentos?
De chico, cuando tenía 8 o 9 años, escribía cuentos de terror. Cuentos de no más de 300 palabras, pero luego no he encontrado en todo lo que he hecho después una consecuencia de eso, nunca he vuelto a escribir cuentos y me fascina la literatura y las películas de terror, pero nunca ha sido ese un tópico que se manifestara de nuevo ni en la poesía ni en la narrativa. Lo que ahora más me interesa es la complejidad de las relaciones humanas, creo que esa es mi gran obsesión en términos temáticos.

Lo cual se vuelca mejor en la narrativa porque la poesía es más intimista…
Es más intimista, más hermética, en cambio en la narrativa tienes la posibilidad de explorar varias subjetividades y analizar de pronto, a partir de un juego de personajes, no solo las relaciones amorosas, sino las de padre e hijo, las amicales, las dependientes, subordinadas, en fin. Es el tema que más me interesa por ahora.


«EL PERIODISMO ME CAGÓ LA POESÍA»

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En el ambiente donde transcurre nuestra conversación hay dos zonas bien marcadas. Tenemos una pared donde hay decenas -acaso cientos si es que los ponemos a contar- de muñecos. Y en otra zona, un estante lleno de libros. Mientras que por un lado están Leono, el Gato Félix, Mario Bros, el robot El Vengador y hasta Shrek; en la biblioteca resaltan Así hablaba Zaratustra, el Martín Fierro, El ladrón de orquídeas, entre otros. Personajes de plástico, los unos, y de papel, los otros. Estamos en el estudio de Renato Cisneros, y mientras preparamos la cámara para grabar la entrevista, él aprovecha para concentrarse en su laptop.  Es poco más de la una de la tarde y hacía unas horas que este personaje de carne y hueso tuvo un programa de música y noticias en radio Oxígeno.

En tu trabajo en el periodis
mo escrito ¿la poesía te ha ayudado a la hora de escribir tus columnas y crónicas? 
Siempre digo en clave de broma que el periodismo me cagó la poesía, que ahuyentó o estranguló mi voz poética porque las necesidades eran otras, porque nada más poco literario que una redacción periodística, por lo menos para alguien que estaba acostumbrado a escribir en un ambiente absolutamente silencioso. Era imposible escribir poesía en la redacción. Y entonces creo que entré en una suerte de transición de una escritura más lírica, más poética, el veneno de la prosa periodística fue maleándolo todo hasta pulir más narrativa. Pero la voz poética no sé donde está, la he extraviado.

En una entrevista de la época en que publicaste tu primer poemario, Ritual de los prójimos, decías que era evidente la relación con tu padre que ejercías a través de la poesía. Es algo curioso porque tu próxima novela tiene que ver con el vínculo paterno.
Dentro del tema que me interesa de las relaciones personales, humanas, el tema de la paternidad es un asunto que me toca directamente porque quizás sea a partir de la muerte de mi padre que yo también tomo conciencia de que ese es un tema a resolver literariamente. Aparece la figura de mi papá en los poemas, en general, en todos mis libros o en todas las cosas que he escrito, hay figuras paternas o paternales en relaciones que se establecen con cierta paternalidad.

¿Las relaciones con los padres marcan? Mira sino a Vargas Llosa, incluso a Kafka, que en su Carta al padre presenta un desgarrador testimonio de la relación con su papá.
Creo que determinan mucho tu carácter, tu identidad, tu personalidad. La relación con la madre es otra cosa, es una relación más de amor; con el padre está la figura del respeto de la corrección. Fui muy amigo de mi papá, pero siento que después de muerto he aprendido a conocerlo más que cuando estaba vivo. Sé que esto va a sonar medio raro, pero espero que se entienda: lo peor que me ha pasado en mi vida es lo mejor que le ha pasado a mi escritura. Es decir, creo que es en el dolor donde uno se confronta y las circunstancias dolorosas son más didácticas y son un combustible mucho más fiero para escribir.

Me llamó la atención la frase con la que dices que comenzará tu novela: «así como un padre no está preparado para enterrar a su hijo, un hijo no está preparado para desenterrar a un padre». ¿Te está costando mucho desenterrar el pasado de tu padre? (N.R.: el padre de Renato fue ministro del Interior durante la dictadura militar y luego ministro de Guerra durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde).
Sí, porque es un acto subversivo que no está en el plan ni de los enterrados ni los que pretenden desenterrar, y es trabajoso, no puede ser muy grato. De hecho imagínate así como en un desentierro te encuentras con huesos, un cadáver podrido; desenterrar a tu padre en términos literarios, biográficos, es un trabajo igual de pesado. Es una cosa que me quiero tomar con calma. 


RARO: NO HAY PRIMERA (NOVELA) SIN SEGUNDA

El tránsito de la poesía a la novela no tiene nada de raro en un escritor.Digamos que todo poeta puede ser un gran novelista, pero lo inverso sí es prácticamente imposible. Renato Cisneros publicó hace dos años su primera novela, Nunca confíes en mí (Alfaguara), a la que le antecedieron tres poemarios y la versión libro de Busco novia, que reúne los más celebrados post de su exitoso blog. Precisamente de esa página surgió el argumento de Nunca confíes en mí, donde la línea entre realidad y ficción prácticamente estaba disuelta. En cambio en Raro, su segunda novela, el personaje fue inventado y perfilado por él junto con Alfonso Vargas Saitúa (Robotv), quien se encargó de hacer las ilustraciones que acompañan el libro. El protagonista de esta historia se llama precisamente Raro, tiene 25 años, y atraviesa por tres crisis en simultáneo: una amorosa (se entera de la traición de su enamorada), familiar (no soporta estar en su casa) y vocacional (detesta la carrera de Derecho y siente que quiere dedicarse a escribir). La novela nos narra cómo este personaje empieza a ordenar sus ideas y su vida. 


Dices que no te gusta que digan que con Raro quieres «zafarte» de tu pasado de blogger. Y lo menciono porque comentabas que publicar para Internet te permitió crear una prosa más ligera y divertida para ti y a tomarte menos en serio.
De lo que yo he tratado de abdicar es del término blogger, que me parece que denomina más una actividad tecnológica que se refiere más a una plataforma y que no subraya tanto la escritura. Pero ese es un tema que no tiene que ver con lo otro, yo escribí el blog Busco Novia durante tres años y fue bacán porque me permitió conocer a un determinado tipo de lectores, me permitió convertirme en alguien un poquito más 2.0, y escribir para Internet fue una experiencia tan gratificante que cuando renuncié a El Comercio, abrí mi propia página web. No tendría sentido querer negar un pasado en el blog cuando después he abierto uno. Lo que me molestaba era puntualmente la palabra, pero era una cuestión de nomenclatura no la actividad. 

¿Pero antes procurabas escribir algo más trascendental y no tan ligero?
No, lo que ocurre es que de pronto en la actividad periodística lo que no tenía era ningún tipo de feedback, ningún tipo de referente del lector. Cuando escribes en un periódico es un público imaginado, es un acto de fe que te vayan a leer. No sabes quién te lee, por ahí te lee tu familia, tus amigos, pero no gente extraña. Y en Internet sí había público diverso al que no conocía y que de pronto tenía opiniones a favor y en contra respecto de lo que yo escribía. Entonces eso me acostumbró también a escribir cierto tipo de texto. Pero yo te diría que a mí me interesa escribir textos que tengan muchas entradas sensoriales, que sean muy, si quieres, audiovisuales, y eso puede crear la idea de ligereza, cosa con la que estaría en principio en desacuerdo. Creo que cuando los textos son más audiovisuales y cuando hay referencia respecto de lo que se escucha, se percibe, de cómo está construido el ambiente y uno puede imaginárselo en la cabeza, el lector de pronto se involucra mucho más. Entonces cuando escribo también pienso con todos los sentidos  para que el lector pueda imaginarse perfectamente lo que estoy contando.

Contabas en una entrevista que Raro no es una novela de argumento,

 pero sí de múltiples voces que se cruzan y que su mérito era perse
guir el retrato de eso que somos «un puñado de vidas efímeras y contradictorias».
Todos los personajes que aparecen en Raro son personajes muy contradictorios que en realidad no es otra que la contradicción humana, que

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 tiene que ver con la insatisfacción, con buscar con cosas que no necesariamente queremos o con negar cosas que deseamos pero que no nos animamos a buscar. Y por otro lado, hay un deseo de trascendencia que encuentro medio absurdo, porque muy pocas veces uno es consciente de lo poco perdurable que es la vida, de lo efímero que es todo. Raro, por ejemplo, sabe lo que no quiere hacer pero no tiene muy claro qué es lo que le corresponde hacer. Intuye que quiere escribir pero no se anima, necesita que lo empujen y necesita que lo entusiasmen y tiene sus propias contradicciones, porque quiere ser escritor pero no escribe. Entonces, vive un poco padeciendo con estas ideas suyas de querer romper con todo el mundo tal cual lo tiene construido y empezar a inventarse otro pero sobre bases que todavía no encuentra. Lo que me parece más interesante es que esto le pasa a Raro en Lima, y no es una Lima cualquiera, es una Lima en el 2010 y con un entorno clase media-alta que no es precisamente edificador, que es un poco histriónico, teatral, frustrante para él y Lima está convulsionada, y en un momento hay un guiño a la política por toda esta tensión que terminó revelando en el 2010 cuán fragmentados estábamos. Entonces esa es la crisis del personaje, pero que también está en una ciudad y un entorno críticos también.

¿Esta novela está pensada para un público juvenil? O los conflictos existenciales, que no tienen edad, están más próximos a los jóvenes y por eso son los que más se han enganchado con la novela.
No sé, pienso que es una novela que seguramente va a encontrar en el público que tiene la edad del personaje lectores más interesados, pero como hay muchas circunstancias y muchas cosas en las que también intervienen adultos, y donde además hay reflexiones acerca de la vida en familia y las relaciones entre amigos de paso, creo que el universo de lectores puede ser más diverso. A veces uno cree que se dirige a un determinado público y los márgenes de ese universo imaginado terminan desbordándose. Me pasaba en el blog de Busco Novia, pensaba que le escribía a chicos como yo, que tenían 30 años y cuya agenda social había cambiado porque sus amigos se estaban casando, de pronto me di cuenta de que había papás, adolescentes y chicas que leían el blog, y no tanto hombres de 30 que era mi supuesto público objetivo. Con la novela creo que va a pasar lo mismo, que hay gente que se va a aproximar a ella independientemente de la edad que tenga.

Y ya que mencioné a Internet, ¿crees que hay ahora un nuevo tipo de lector? ¿Que debido a Internet los argumentos de las novelas tienen que ser más ligeros y no tan profundos?
Mi experiencia en Internet, que en realidad no es tan tecnológica, se circunscribe a un hecho que de alguna manera desmitifica lo que se cree de Internet. He colgado textos de hasta 4000 o 5000 palabras y he visto con sorpresa que la gente los ha leído hasta el final. No es que crea que Internet esté hecho como una plataforma donde haya que escribir o leer poco. Creo que depende de qué es lo que encuentra uno en los textos. Cuando tú encuentras un texto que te está hablando a ti, creo que uno se entrega a la lectura independientemente si es en un libro o una pantalla. Ahora, es cierto que por otro lado, que la gente en Internet tiene una conducta muy dispersa, y creo que es una cosa generacional. A mí me pasa, porque lo he visto con alumnos durante muchos años, que los chicos se terminan relacionando con la gente como se relacionan con la computadora. Es decir, son incapaces de sostener una conversación sobre un mismo tema durante 25 minutos, tienen la necesidad de abrir muchas ventanas, de estar curioseando en distintos temas, son como impacientes, es una marca bien generacional que no la encuentro tanto en la gente de mi generación, pero sí en la gente menor. 

En Raro hay también una crítica a la hipocresía del entorno en general, pero especialmente de la clase media-alta. Como eso de que a cierta edad uno se supone que debe conseguir ciertas cosas, tener un buen puesto de trabajo, etc. ¿Esto es así? 
Hay una clase media-alta retratada ahí y que es una clase básicamente cínica. Hay una crítica no tan disimulada a la clase media-alta de Lima, que por otro lado creo que es una capa social literariamente desatendida. Tienes en Bryce, Bayly, Ampuero, Vargas Llosa, tratamientos sobre la clase media-alta de Lima pero a veces también siento que no se le analiza tanto por el riesgo de caricaturizarla. Y a mí sí me interesa retratar a la gente que pretende vivir con glamour y con consumo. Hay fracturas internas que son bien interesantes de analizar.

Esta pregunta la hiciste para la presentación en video de tu novela, ahora te la hago a ti. ¿En qué circunstancias te sientes raro? 
Me siento raro cuando tengo que ponerme terno para leer noticias y tengo que esforzarme un poco para sonar creíble, por construir credibilidad. Me siento un poco raro, no falso, sino raro. Siento que soy yo, pero que también hay algo impostor en todo eso, hay una cierta impostación, ahí me siento raro. 

PARA FINALIZAR

En cuanto a tu gusto sobre autores, decías que prefieres a los emotivos antes que a los racionales, y por ello antes que a Vallejo optas por Eguren. 
No sé si hice la diferenciación de emotivos y racionales pero, sí, prefiero a Eguren que Vallejo, prefiero a Ribeyro que Vargas Llosa. En poetas no crearía antagonismo, porque ahí sí me vacila Lucho Hernández antes que Juan Gonzalo Rose, que Eielson, los he leído y los leo con igual interés, apego. Y más bien mis últimas lecturas, si las pongo en perspectiva, me doy cuenta de que todas tienen detrás autores que se preocupan mucho de lo psicológico y no tanto de los grandes dramas. Philip Roth, Paul Auster, Alberto Fuguet, Murakami. Siempre menciono a los mismos porque en los últimos años son los que más me han tocado. 

Decías también que en ese patrón de gustos vas definiendo tu estilo. ¿Ya encontraste un estilo? ¿Estás en busca de ello todavía?
Soy, y no tengo ningún problema en reconocerlo, un autor en formación. Tengo recién dos novelas escritas y lejísimos de consolidar una voz o de siquiera acercarme al autor que algún día me gustaría ser. Me cuesta a veces a mí mismo decir que soy escritor porque siento que soy varias cosas, en todo caso prefiero decir que soy un tipo de escritor que también
hace periodismo, radio, en fin. Siento que estoy muy lejos de encontrar una voz, un tono, una manera de escribir y espero seguir explorando.

¿Cómo te gustaría ser recordado como un gran periodista, como un gran poeta o novelista?
No podría ponerme en ese escenario. Me cuesta hacer planes, imaginarme mi vida en cinco años, incluso me cuesta imaginar mi vida en el segundo semestre de este año o la próxima semana. No es que viva a muy corto plazo, sino que sinceramente no me imagino cómo voy a ser yo o mi vida cuanto tenga 40, que no falta casi nada (faltan cuatro años) o cuando tenga 50. No puedo imaginarme cómo voy a ser recordado, pero supongo que escribir es de alguna manera un intento porque te recuerden como tus personajes son y como tus personajes hablan, como tus libros. Me gustaría que mis libros sean el mecanismo a través del que me recuerden, más que las fotos, por supuesto.

CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR RENATO CISNEROS

1. La poesía completa de Roberto Juarroz.
2. Mi cuerpo es una celdade Andrés Caicedo editado por Alberto Fuguet.
3. La carretera, de Cormac McCarthy.
4. Fuegos de Marguerite Yourcenar.
5. La realidad y el deseo, de Luis Cernuda.


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