El Ateneo, el espléndido templo de los libros

Buenos Aires tiene más de 12 millones de habitantes, y en sus calles la gente va y viene por todos lados. Esto puede desconcertar al visitante, pero hay un lugar donde la calma y la tranquilidad reinan: El Ateneo Grand Splendid, la más bella de las librerías de este lado del mundo. Nosotros estuvimos allí y estas son nuestras impresiones.


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Jaime Cabrera Junco,
desde Buenos Aires

Buenos Aires es una ciudad que intimida. Recorrer por las
mañanas las calles del centro envuelve al forastero en una vorágine de porteños
que transitan presurosos, quizás para atenuar el frío que ya llegó a la capital
de la república Argentina con una temperatura de hasta 10 grados. Eso se siente
al caminar por la avenida Corrientes rumbo a la 9 de Julio, aquella en cuyo centro
se encuentra el emblema de esta ciudad: el obelisco.

Siguiendo la 9 de Julio, la avenida principal y más ancha de
esta ciudad -no tanto como imaginé-, llegamos a la cuadra 18 de la avenida
Santa Fe cruce con Callao, donde se encuentra El Ateneo Grand Splendid, la
librería más importante de Buenos Aires y, según el diario británico The
Guardian, la segunda más bella del mundo. ¿Pero qué hace hermosa y única a El
Ateneo? Muchas cosas, pero sobre todo su arquitectura, la cual envuelve de una solemnidad
casi religiosa a los 120 mil libros que aproximadamente se ofertan. Y ya que
hablamos de religiosidad, en la cúpula de El Ateneo hay unos frescos que
redondean la idea de estar ante la catedral de los libros.

El Ateneo Grand Splendid está ubicado en el barrio de
Recoleta -uno de los más exclusivos y caros de Buenos Aires- y su local fue
construido en 1917. Inicialmente funcionó como un teatro llamado precisamente Grand
Splendid, y mantiene su estructura original con algunas remodelaciones. Conserva
sus tres galerías así como el telón, en cuyo fondo de su otrora escenario hay
un café-restaurante. Un dato importante es que en el Grand Splendid se presentó
nada menos que Carlos Gardel, el dios del tango. El 4 de diciembre del año 2000
este viejo teatro reabrió sus puertas para funcionar como una librería tras una
década de abandono.

Si en las calles de Buenos Aires todo transcurre rápido, en
El Ateneo reina la calma. El amante de la lectura siente que esta ciudad, donde
nació Jorge Luis Borges, hace bien en honrar a los libros de esta forma. «Siempre
imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca», decía este maestro de
las letras, aunque en este caso el paraíso también se parece a una librería.

 Aunque hay muchos
títulos de literatura, desde clásicos y contemporáneos, también hay variedad de
libros sobre ciencias sociales y filosofía. Incluso, en el sótano, hay un
pabellón de literatura infantil y un sector donde se ofertan discos musicales. Por
ello el visitante puede pasarse todo un día allí, y sentarse -aunque no hay
muchos asientos disponibles- a leer algún libro que haya tomado de los
estantes. No se exige dejar la mochila o bolso en custodia, pero hay vigilantes
que desde las galerías observan por si alguien tiene la tentación de llevarse
un ejemplar.

La diferencia de precios con las librerías de Lima en algunos
casos es muy notoria. Por mencionar un solo ejemplo, Las flores del mal, de Charles
Baudelaire (editorial Cátedra), cuesta 112 pesos (unos 24 dólares). Y para
hacer una comparación, odiosa quizás, una generosa porción de parrilla para dos
personas puede llegar a costar 150 pesos (casi 32 dólares). Si Guillermo
Cabrera Infante decía que tenía que escoger entre cine y sardina, pues aquí uno
se debate entre libro y parrilla.

Así el tiempo parece detenerse en El Ateneo, y Buenos Aires
da la impresión -al margen de la coyuntura política- de ser una ciudad para
quedarse a vivir. 



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