Los inmortales, una disparatada reflexión sobre la condición humana

Manuel Vilas, poeta y narrador español, es el autor de Los inmortales (Alfaguara, 2012) una novela protagonizada por excéntricos personajes, entre ellos el autor de El Quijote, Miguel de Cervantes Saavedra. Esta obra tiene mucho de humor, aunque también de reflexión. Vilas ha llegado a Lima para participar en el Festival Internacional de Poesía de Lima.

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Acabo de tener un recuerdo de mi época universitaria. Estábamos
en una tediosa clase de lingüística, cuando Eric Aguirre, un gran amigo, arrancó
una hoja de papel de su cuaderno y empezó a escribir una historia en la que
interactuaban escritores, políticos, personajes de ficción y de la fauna farandulera
limeña. Esas historias rocambolescas -que llamaríamos después ‘chistocuentos’-,
eran también un espejo humorístico de la realidad. Otro ingrediente que hacía
graciosas a estas historias era que sus protagonistas aparecían con los nombres
alterados aunque fácilmente reconocibles.

Menciono todo esto porque cuando llegó a mis manos la novela
Los inmortales (Alfaguara, 2012), del
español Manuel Vilas, de inmediato recordé esos ‘chistocuentos’. La obra, cuyo
protagonista principal es Miguel de Cervantes Saavedra -que se hace llamar SA-,
es un relato en el que se mezclan personajes históricos como Juan Pablo II -Ponti
en la novela-, Pablo y Vin (Picasso y Van Gogh),  Mother T (la Madre Teresa de Calcuta), el rey
Juan Carlos de España, así como actores y otros artistas. Al leer esta historia
uno puede pensar que el autor tiene una imaginación desbordada o que quizás
está loco
(y ojo que esto ya se lo han dicho antes).

El núcleo de la historia es el hallazgo de un manuscrito -una
alusión a El Quijote- en el año 22011. En ese documento se da cuenta de una
época en que los hombres tenían una vida efímera, ultimada por la furia del
tiempo y por las enfermedades. El escrito es encontrado en la galaxia
Shakespeare
, donde creen que conocer este pasado es una amenaza para sus
solemnes habitantes. «Si estas páginas fueran divulgadas, la fealdad y la
comedia
regresarían a la vida», dice un arqueólogo de esa galaxia sobre el
texto.  La mortalidad para ellos está
asociada no solo a lo débil sino también a lo loco, a lo torcido.

Algunos pasajes de esta disparatada historia son, por
ejemplo,  cuando Cervantes escribe sobre
una laptop en la sala de espera de un aeropuerto mientras escucha en su MP3 la
canción Cecilia de Simon &
Garfunkel. También cuando el cantante de Joy Division, Ian Curtis, convertido
en un gran caballero, o ver que el Papa y la Madre Teresa de Calcuta se pierden
en los supermercados y cantan éxitos de Rafaela Carrá. O cuando el Juicio Final
es amenizado por un concierto de Elvis.

«Estos inmortales son cómicos. Así pinto nuestro tiempo y
buceo en las alienaciones
de nuestro presente», dijo el autor en una reciente
entrevista en el diario El País. Aunque parezca lo contrario dice que no le
obsesiona la muerte
sino saber qué es la vida. «Lo único que me preocupa es el
hecho de que se desvanezca el gozo de estar vivo».

¿Y dónde está la reflexión en esta novela? ¿O todo es
producto de la locura e imaginación? Esta reflexión se trasluce en la condición
de inmortalidad
de sus protagonistas. Esto también lo podemos encontrar -por supuesto
que una clave más filosófica- en el cuento El
inmortal
de Borges
. ¿Si la muerte produce miedo, entonces sería un gran
alivio no morirnos? ¿Ser inmortales nos daría tiempo para hacer aquello que en
la vida corta que tenemos andamos siempre postergando? A veces el humor, como
decía líneas arriba, es un espejo de la realidad y esto lo encontramos en esta
novela.



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