Cuando Keanu Reeves fue «Varguitas»

Hoy Mario Vargas Llosa está de cumpleaños, y nosotros, sus lectores, también lo celebramos. Por eso hemos querido rendirle un homenaje abordando un aspecto que pasó desapercibido en el Perú de los noventa. Nos referimos a la versión cinematográfica de la novela La tía Julia y el escribidor. Nada menos que Keanu Reeves tuvo el papel principal. Nos remontamos al año en que (¿felizmente?) el escritor había perdido las elecciones.

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Por Marlon Aquino Ramírez

En setiembre de 1990, cuando Mario
Vargas Llosa ya había perdido las elecciones presidenciales, se estrenó
Tune in tomorrow, adaptación de una de
sus novelas más populares,
La tía Julia y
el escribidor
(1977). La película, dirigida por el inglés Jon Amiel, con
guión de William Boyd, se tomaba ciertas libertades con respecto a la historia
del libro, pero mantenía su espíritu risueño y su contrapunto entre realidad y
ficción. Contaba además con un interesante elenco conformado por la bella
Barbara Hershey (quien ya había participado en filmes como
Hannah y sus hermanas (1986) y La
última tentación de Cristo
(1988) y a quien vimos recientemente como la
estricta madre de Natalie Portman en
El
cisne negro
). Así como por un Keanu Reeves que todavía no se había hecho
conocido
por
Drácula de Bram Stoker
(1992), ni mucho menos era aún el famoso Neo de
Matrix (1999). Y, por supuesto, estaba el estupendo Peter Falk
(protagonista de
Colombo, exitosa
serie policial de la década de 1970), que prácticamente se convirtió en la
estrella de la película.

 La historia ya había sido llevada
años antes a la pantalla chica como telenovela. Esta fue producida por la RTI
colombiana y se estrenó en el Perú el 24 de mayo de 1982 (vía Pantel). La
versión estaba aprobada por el propio Vargas Llosa y tenía en el reparto a
Víctor Mallarino, Carlos Muñoz y Gloria María Ureta. Por lo poco que he podido
ver aquí
,
los resultados no fueron muy notables.

 Caso contrario al de Tune in tomorrow que, particularmente, es
la adaptación al cine que más me ha gustado de una novela de Vargas Llosa.
No
solo porque se trata de una historia muy divertida e inteligente, sino porque en
ella es donde se puede apreciar claramente algunas de las técnicas favoritas de
nuestro Nobel, como el uso de los vasos comunicantes y las fluidas mudas de
nivel de realidad. Esas que no siempre han cuajado bien en sus obras de teatro
(pienso en La señorita de Tacna y Kathie y el hipopótamo). Ya desde las
primeras escenas, cuando se van presentando los créditos de la película no
mediante letras sobre la pantalla, sino a través de la voz de un locutor radial
-personaje de la historia- sabemos que estamos pisando un terreno en el que
realidad y ficción se comunican ingeniosamente.

 Como en el libro, se cuenta aquí la
truculenta historia de amor
entre un joven redactor de noticias radiales y su
tía, una mujer divorciada que poco a poco va cediendo a la pasión y al
idealismo de este. Solo que aquí no estamos en Lima, sino en Nueva Orleans. El
bisoño periodista no es Varguitas sino Martin Loader (un no siempre desenvuelto
Reeves); la atractiva y desprejuiciada tía, interpretada con encantadora
elegancia por Hershey, se llama Julia sí, pero con el nombre pronunciado en
inglés.
Lo particular de su romance no pasa desapercibido para Peter Carmichael
(Falk), que es el nombre que tiene aquí el escritor de radioteatros Pedro
Camacho de la novela.

 Carmichael, quien ha hecho
estallar con sus estrambóticas radionovelas los índices de audiencia en la WXBU
(estación radial donde también trabaja Martin) ve en las experiencias de esta
particular pareja una interesante cantera de donde extraer situaciones y
diálogos para sus historias. Por eso no escatima en vigilarlos, grabarlos y
provocar en ellos sentimientos y pasiones que le permitan ser testigo de lo que
él llama «el impacto de la realidad». Digamos que se «roba» las palabras de los
amantes, y cuando Martin se lo increpa al enterarse de ello, Carmichael le
responde que ¿acaso los enamorados no se roban también las palabras de los escritores?
De modo que ladrón que roba a ladrón… Y Carmichael termina así robándose
también el show, pues sus
excentricidades, como su fijación por atacar a los albaneses («un hombre tiene
que odiar algo») o su manía por el uso de disfraces (de mucama, monja,
cardenal, rabino, bombero…), así como sus gesticulaciones caricaturescas
terminan por ir multiplicando las sonrisas del espectador. Pero también, entre
broma y broma, gana nuestra atención gracias a frases impactantes como aquella
de que «Life is a shitstorm, and when it’s raining shit the best umbrella
is art»
(«La vida es una tormenta de mierda, y cuando la mierda llueve el mejor paraguas es el arte»).

 La banda sonora dirigida por el
genial trompetista Wynton Marsalis y la ambientación de la historia en la Nueva
Orleans de los años 50 también merecen destacarse, pues contribuyen a darle a
la comedia una atmósfera distendida en la que, como en las películas de Woody
Allen
, a ritmo de jazz los personajes van desarrollando sus jocosas peripecias.
Amiel supo encontrar escenarios que reuniera características muy semejantes a
de la Lima en la que transcurre la historia original
, con ese espíritu de pueblo
en el que aún no se ha dado la gran revolución tecnológica, y aún prevalecen los
pasatiempos sencillos, como escuchar la radio, a la que de cierta forma también
se rinde homenaje.

 Tune in tomorrow fue lanzada en el mismo
año que exitosas películas
como El joven
manos de tijera
, la tercera parte de El
Padrino
, Ghost  y Danza
con lobos.
Si bien no tuvo como estas una masiva acogida entre los
espectadores
sí obtuvo algunas distinciones, como el premio del público en el
Festival de Cine de Deauville (Francia). No sé si alguna vez se estrenó en
algún cine peruano (en esa época lo que se relacionara con Vargas Llosa no era
precisamente bien recibido), pero siempre ha sido una de esas trivias que
intercambian la cofradía de los vargasllosianos. En mi caso, recién pude verla
completa en Youtube
 este año. Lamentablemente, está en inglés y aún nadie se ha animado a
subtitularla en español (aquí alguien de la cofradía debería poner manos a la
obra) y por eso no tiene la difusión que merece. Sí, que merece, porque al
margen de su comparación con la novela, se vale por sí misma para conseguir su
objetivo
: divertir con humor inteligente. Hoy que Mario está de cumpleaños qué
mejor manera de celebrarlo sino reviviendo la historia de ese joven que soñaba
con ser escritor y vivir en París, y la de ese chalado escribidor de
radioteatros, incansable máquina creadora que no escribía para vivir, sino que
vivía para escribir.



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