Felices cuarenta, padrino

Un día como hoy, hace cuarenta años, se estrenó El Padrino, un clásico del cine de todos los tiempos. Francis Ford Coppola adaptó junto a Mario Puzo la novela del mismo título que escribió este y la convirtió en un éxito de taquilla. ¿En qué radica la vigencia de esta película? En este post queremos rendir un homenaje a esta obra maestra. 


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Por Marlon Aquino Ramírez

Como he escrito antes en este blog, la trilogía de El Padrino ocupa el primer lugar en mi lista de películas favoritas. Y es que, como también decía en ese artículo, ni mil horas de un curso de Religión o de Educación Familiar hubieran podido enseñarme tanto sobre el valor de la familia. Suena exagerado, pero para mí es así. Se podría entender esto como un elogio del crimen organizado, pero no, hablamos de películas, de ficciones, no de la vida real. Además, esta saga de Francis Ford Coppola que hoy cumple cuarenta años de estrenada no es solo una historia de gánsteres. Es la historia trágica de un hombre, Michael Corleone, que por querer proteger a su familia, termina contribuyendo a su destrucción. Si bien cuando uno escucha «El Padrino» piensa inmediatamente en Marlon Brando, el monumental actor que encarnó a don Vito Corleone, para mí el verdadero protagonista de la saga es Michael Corleone (Al Pacino), cuyo ascenso y caída abarca las tres partes de la historia. Un Michael que puede ser cualquiera (no necesariamente un mafioso) que está dispuesto a pagar cualquier precio con tal de proteger a los suyos. La familia lo es todo, esa era la gran lección.

El Padrino es memorable además por la maestría de su ejecución. El guion, escrito por Mario Puzo y Coppola, emplea técnicas eficaces que alcanzan momentos notables como en la escena en contrapunto del bautismo, en la primera parte. Las actuaciones son cada cual más descollante, comenzando con la de un Marlon Brando metido en la piel de don Vito Corleone, especie de señor feudal que administra justicia, premios y castigos siguiendo un código paralelo a la ley del Estado. Un hombre que puede amenazar de muerte, pero que jamás dejará de mostrar afecto por sus hijos. Y también la actuación de un Al Pacino que ya desde la primera parte aunque joven, mostraba un enorme talento para expresar el conflicto interior del hijo menor de Vito. Y qué decir de James Caan interpretando al vehemente Santino Corleone; de Robert Duvall como el fiel «consiglieri»; de Diane Keaton y su vía crucis como esposa de Michael; de John Cazale expresando el dolor de Fredo, el Corleone más débil… Actuaciones conmovedoras desarrolladas en un ambiente sugestivo modelado por una estupenda fotografía que le añade cierto toque de glamour al mundo de la mafia. Todo ello acompañado por una banda sonora de antología cincelada por el talento del italiano Nino Rota. 

Podría hablar mucho más acerca de esta trilogía, pero sería en vano. El cine es un lenguaje que no se puede traducir en palabras, pues este apenas puede darnos una limitada idea de sus alcances. Lo mejor que puedo hacer por estas tres películas que año a año me conmueven con la misma intensidad, es recomendarlas con entusiasmo. Porque están ahí para mostrarnos lo complejos que somos los seres humanos, nuestras luces y sombras, nuestra grandezas y miserias. Pero sobre todo porque El Padrino siempre nos recordará que hubo una época en que el cine no necesitó ni de 3D ni de millonarios efectos especiales para ser espectacular.


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