Feliz cumpleaños, maestro Gabo

Las palabras quedan cortas para resumir lo que representa Gabriel García Márquez para sus lectores. Será por esa cercanía y familiaridad que sentimos a través de sus libros que todos nos hemos autoinvitado a celebrar sus 85 años. Sin embargo, el mejor saludo será leerlo no solo hoy, sino siempre.

gabo.jpg


Normal
0

21

false
false
false

ES
X-NONE
X-NONE

MicrosoftInternetExplorer4

/* Style Definitions */
table.MsoNormalTable
{mso-style-name:»Tabla normal»;
mso-tstyle-rowband-size:0;
mso-tstyle-colband-size:0;
mso-style-noshow:yes;
mso-style-priority:99;
mso-style-qformat:yes;
mso-style-parent:»»;
mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt;
mso-para-margin-top:0cm;
mso-para-margin-right:0cm;
mso-para-margin-bottom:10.0pt;
mso-para-margin-left:0cm;
line-height:115%;
mso-pagination:widow-orphan;
font-size:11.0pt;
font-family:»Calibri»,»sans-serif»;
mso-ascii-font-family:Calibri;
mso-ascii-theme-font:minor-latin;
mso-fareast-font-family:»Times New Roman»;
mso-fareast-theme-font:minor-fareast;
mso-hansi-font-family:Calibri;
mso-hansi-theme-font:minor-latin;}

¿Por qué tanta algarabía
por el cumpleaños de un escritor? Me hacía esta pregunta al notar las
desbordantes muestras de saludo y cariño a Gabriel García Márquez, quien hoy
cumple 85 años (que no son de soledad). Todos sus lectores, aquellos que hemos
imaginado a Macondo -parecida aunque no igual a Aracataca- sentimos una
cercanía y familiaridad por este maravilloso escritor a quien, por eso mismo,
llamamos simplemente Gabo.

«Si algo no he
olvidado ni olvidaré nunca, es que yo soy el hijo del telegrafista de
Aracataca», dijo alguna vez sin simulada sencillez, pese a que su nombre
quedará grabado junto a los nombres de otros grandes escritores que han sido y
serán.  Hoy ya no existe el telégrafo,
pero las muestras de cariño han llovido tanto -como en Macondo- a través de
Internet, un espacio en el que no existen fronteras. Lo mismo ocurre con la
obra de García Márquez, cuya fantástica novela Cien años de soledad ha sido
traducida a 37 lenguas. Hasta los chinos conocen esta historia de aurelianos y
josé arcadios.

 Me permito un
testimonio personal. La primera vez que leí -mejor sería decir intenté leer-
una obra de García Márquez fue cuando cursaba el tercer año de secundaria. Un
tío mío llegó a mi casa con Cien años de soledad y me hablaba maravillas de ese
libro. Me dijo que sus descripciones eran tan magníficas que le hicieron «oler»
la tierra mojada después de la lluvia. Eso activó mi atención, pero confieso
que me perdí en sus primeras páginas. La fascinación llegó después, ya en la
universidad, y la he vuelto a leer otras tres veces más y siempre le encuentro situaciones
diferentes. ¿Eso no le ocurre acaso a los clásicos? ¿No les pasa a ustedes con
Cien años de soledad lo mismo que con el Quijote, libro al que uno vuelve con
la ansiedad de retornar a un lugar donde estamos a salvo de lo rutinario?

 Pero no todo ha
sido realismo mágico y levitaciones al tomar una taza de chocolate en la obra
de Gabo. Su trabajo periodístico nos demuestra que las técnicas literarias pueden
contribuir a darle belleza a los reportajes. Allí están Noticia de un
secuestro,
Relato de un náufrago y la recopilación de sus artículos y
reportajes en el libro Notas de prensa. Este último una verdadera referencia
sobre todo para futuros periodistas en estos tiempos de Internet y redes
sociales. «Léase esta vaina para que aprenda», diríamos en lenguaje
garciamarquiano.

 García Márquez ha
dejado de publicar, pero no de maravillar. Reconozco que Memoria de mis putas
tristes
(2004) me decepcionó, pero esto no eclipsa todo lo que ha escrito. Muchas
veces he comentado con mis amigos las veces que me he reído con sus
pantagruélicas descripciones, sobre cómo se puede hacer poesía en prosa. Y todo
eso, dice él, no lo ha inventado, eso ocurre en realidad. Es por eso que estos
85 años se celebran tanto en Latinoamérica.

 Por todo eso, feliz
cumpleaños, maestro Gabo. Así de sencillo y sin afectaciones tal como alguna
vez él hizo cuando se encontró con Ernest Hemingway en París y le gritó: «¡Maestro!».



No hay comentarios

Añadir más