Una lectura de Los enamoramientos de Javier Marías

Fue elegida como la mejor novela del 2011 por la crítica periodística española, aunque no está a la altura de las grandes obras de Javier Marías como Mañana en la batalla piensa en mí o la notable saga Tu rostro mañana. ¿Qué hace que Los enamoramientos no sea una gran historia? Aquí le ofrecemos algunas razones.


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Por Jack Martínez Arias*

Para Babelia –suplemento literario de El País de España– Los enamoramientos fue la mejor novela del 2011. Un galardón nada extraño para quienes admiramos a Javier Marías, autor de obras maestras como Mañana en la batalla piensa en mí, Corazón tan blanco o la notable saga Tu rostro mañana.  

Hace unos días por fin la conseguí. Es cierto que la portada en blanco y negro con la fotografía de una pareja enamorada acentúa el tono melodramático del nombre. Sin embargo, el inicio de la historia logra borrar todo prejuicio. Una «pareja ideal» es destruida por un absurdo e inesperado asesinato. Con ese arranque, las páginas siguientes están lejos de narrar «enamoramientos». Al contrario, la novela reflexiona sobre la muerte, la falta, el alejamiento.

En esta primera parte, la pluma de Javier Marías es la de siempre: fluye sin sobresaltos, con naturalidad, relatando ambientes cotidianos, invitando al lector a adentrarse en un contexto que no parece extraño,  un espacio que es un calco perfecto del mundo real, de sus arbitrariedades y sus sorpresas. Así no es difícil que las páginas iniciales nos envuelvan de inmediato.

Pero volvamos a la historia. Un hombre de éxito es asesinado por una aparente confusión y su mujer, o su viuda, siente que con esa desgracia su vida también ha terminado. Dije que Marías reflexiona sobre la muerte. Sería más justo decir que reflexiona sobre los vivos, sobre los que sobreviven a la muerte de un ser amado. Entonces la novela comienza relatando ese dolor. Pero en el camino, y andando el tiempo, describe también la imposibilidad del recuerdo, la incuestionable verdad del olvido. Para los personajes de la novela, el ser que ha muerto se queda atrás en el tiempo, estático. Los que lo recuerdan lo hacen cada vez con menor frecuencia, sin importar cuán fuerte haya sido el amor que se profesó hacia él. Con todo eso, la novela parece hablar más bien de los «desenamoramientos», o del olvido.

Marías nos transmite lo que él mismo ha dado por llamar «una idea pesimista pero realista del amor». Un sentimiento que se va esfumando con el tiempo y con el cada vez más lejano recuerdo del ausente. En la novela, no importa cuánto llore la viuda a su muerto, los meses pasan y ella cambia. Marías se encarga de relatar ese proceso desde un punto de vista específico. La voz que narra la historia le pertenece –por primera vez en la novelística del escritor– a una mujer. Un personaje femenino que observa a esa «pareja ideal» es el que nos va poniendo al tanto de las situaciones que plantea el libro.

Esa voz femenina, que junto a la historia, es introducida de manera magistral por Marías se va desdibujando poco a poco con el correr de las páginas. Es decir, Marías no logra sostener coherentemente esa perspectiva. Y poco a poco va perdiendo el control de la voz femenina. La historia, lamentablemente, tiene la misma suerte al cabo de las cien primeras páginas. El comienzo vertiginoso que tiene la novela se va diluyendo y el ritmo se hace cada vez más lento. Hacia la segunda mitad del libro esta situación llega a tal extremo que la narradora interrumpe el relato de acciones importantes para introducir largas y repetidas reflexiones o recuerdos –que pueden llegar a ocupar cuatro o cinco páginas–. Esto no solo le quita fluidez a la novela, sino que también obliga al lector a volver a leer las mismas reflexiones que propone la narradora al inicio del libro, las mismas que cada vez se van incrementando en volumen pero no en intensidad ni contenido. 

Los enamoramientos, finalmente, sería otra de las obras maestras del escritor español si hubiese sido escrita en doscientas o menos páginas. No porque la abundancia sea un factor negativo en todos los casos, sino porque la historia que él recrea es buena pero no da para estirarla tanto. El argumento no permite mayor desarrollo pero Javier Marías ha creído lograrlo a punta de reflexiones y recuerdos repetitivos que rápidamente van perdiendo interés. En una entrevista cedida al mismo medio que lo nombró el novelista del año,  ha confesado que dudó mucho antes de publicar esta novela, pues no le tenía fe. Con esta experiencia, sus seguidores le rogaríamos que en el futuro desista de publicar algún otro libro que, a priori, no le convenza del todo

*Jack Martínez Arias es periodista cultural y crítico literario. Edita la revista El Hablador (www.elhablador.com) y estudia una maestría en Literaturas y culturas Latinoamericanas en la Universidad de Connecticut, USA.


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