Santiago Roncagliolo: «El humor es la única manera de decir algo inteligente»

Volvió al Perú para presentar su última novela, Óscar y las mujeres (Alfaguara, 2013), su obra más humorística, pero que, según dice, es la que más trabajo le costó escribir. En esta entrevista Santiago Roncagliolo habla de su obra y afirma que su interés, ante todo, es contar historias. 

 
 

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Por Jaime Cabrera Junco
 
Cada libro suyo genera mucha expectativa tanto en sus lectores como en la prensa. Y no solo aquí sino también en España, país donde vive desde el año 2000 cuando viajó a estudiar cine y con la ilusión de dedicarse a escribir. Regresó al Perú para presentar Óscar y las mujeres (Alfaguara, 2013), una novela que le tomó 15 años en terminar de concebir y que es su obra más abiertamente humorística. Este libro dio pie a esta conversación con Santiago Roncagliolo (Lima, 1975), quien responde también sobre otros temas.
 
 
 
Tienes 38 años y ya llevas 14 libros publicados, entre novelas, cuentos, obras de teatro y obras de no ficción. Esto te hace un escritor prolífico…
Sí, me he vuelto veterano muy rápido, pero es que no hago nada más. Me paso todo el día escribiendo, me encierro en un estudio de un quinto piso sin ascensor al que nadie quiere subir y del que yo no quiero bajar porque luego tengo que volver a subir.. y trabajo todos los días, me paso todo el día metido en un mundo que no existe. Me gusta hacer libros, me gusta inventar historias o contar historias reales y siempre pienso que es un trabajo que no va a durar mucho, pero ya van unos años y creo que puedo seguir haciendo libros, creo que no moriré en los próximos años.
 
 
Tu padre, el hoy canciller Rafael Roncagliolo, fue quien te hizo leer tu primera novela: Tiburón. ¿Cuántos años tenías cuando la leíste?
 Tenía 8 años. Mi papá pensaba que a esa edad ya estaba en condiciones de leer cosas sin dibujitos  y me ofreció que me compraría cualquier novela de verdad que viese en una librería. Fui a la librería y todas las portadas eran aburridas para un niño de ocho años, pero había una en la que se veía a un tiburón persiguiendo a una mujer desnuda y dije «yo quiero ese» y esa fue la primera novela que leí.
 
 
Lo curioso es que se trata de un libro que inspiraría una película y en tu obra hay mucha influencia del cine…
Es que yo siempre crecí entre la cultura popular y la alta cultura, digamos. Entre narradores muy sofisticados del ‘Boom’ latinoamericano con los que todos crecimos, pero también del cine. Cuando yo quería ver una historia me iba al cine, y por eso mi trabajo tiene de ambas cosas.
 
 
¿Y qué otras lecturas recuerdas que consideres importantes, que te hayan marcado?
Empecé leyendo muchos libros de Agatha Christie. En el hotel Bertram fue el primer libro que leí de ella, y luego en algún momento mi mamá me decía que ya estaba bien de leer tonterías, a los 9 años, y me dio La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada, de Gabriel García Márquez, y no entendí nada, pero había una manera interesante de ver el mundo. Entonces crecí leyendo mis libros de cultura popular y otros de literatura latinoamericana.
 
 
¿En qué momento empiezas a escribir? En una entrevista contabas que lo hacías a escondidas por el temor a lo que digan tus compañeros de universidad que en ese entonces hacían críticas implacables de obras de autores consagrados..
Sí, escribía a escondidas en la universidad. Me daba mucha vergüenza y, además, pensaba que para ser escritor tenías que ser candidato a presidente, escribir 700 páginas y ganar un Nobel. ¡Era muy difícil ser escritor! Empecé a escribir sin decírselo a nadie y envíe un cuento a un concurso de Ceapaz y allí me empecé a sentir más seguro, había ganado algo, me decía que ya era un escritor y seguí escribiendo. Pero nunca pensé que iba a vivir de los libros, esto ha sido una feliz e inesperada eventualidad. Siempre pensé que iba a vivir de escribir cosas como guiones, discursos políticos o periodismo, y al final de lo que vivo es de escribir mis libros.
 
 
Mencionas siempre que tienes más referentes del cine que de la literatura para contar historias. ¿Esto revela que eres un cineasta frustrado o un escritor interesado en contar historias centrándote en imágenes?
Un cineasta frustrado (ríe). Yo escribo las historias que me gustaría ver. Lo que pasa también es que tengo amigos que hacen cine y ellos se pasan buscando dinero como tres años para una película, y en ese lapso yo escribo tres libros. Luego tienen que trabajar con gente. Yo, los personajes con los que trabajo sino se portan bien los mato, en cambio ellos deben trabajar con seres humanos y me parece un horror. Mi único límite es mi imaginación, no hay producción ni dinero, entonces todo lo que escribo es muy visual, muy cinematográfico, pero el libro tiene toda la libertad que no tiene el cine.
 
 
Escribiste algunos guiones de telenovelas como Amor serrano y Girasoles para Lucía. ¿Qué aprendizaje obtuviste allí?
Mucho. Las telenovelas son una buena escuela para escribir, pues necesitas 40 páginas para mañana y no hay excusas de bloqueo creativo. Pero sobre todo, escribir guiones de telenovelas te enseña a escribir diálogos.
 
 
¿A qué escritores consideras tus referentes?
Cambio de referentes para cada libro, pues como son muy distintos busco recursos e inspiraciones en autores muy diferentes. Para Óscar y las mujeres sobre todo hay una inspiración en los autores satíricos en inglés. Los ingleses se llevan mejor con el sentido del humor que nosotros, tienen una gran tradición de autores satíricos, divertidos como Martin Amis, Philip Roth, Tom Sharpe, Alan Bennett, me inspiré mucho en ellos para escribir de humor sin complejos, a ellos no les parece nada de malo ser
divertidos.
 
 
 
 
 
EL ESTILO DE SUS HISTORIAS
 

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La prosa de Roncagliolo fluye con rapidez en todos sus libros, atrapa al lector y ese quizás sea su mérito. Incluso en sus obras de no ficción como La cuarta espada y El amante uruguayo, el humor es un elemento que matiza la historia y humaniza a sus personajes. Este es el estilo de este autor, quien es consciente de ello y reconoce que siempre procura que cada uno de sus libros sean leídos con mucha atención de principio a fin. 
 
 
El humor es uno de los temas que predominan en tus novelas, incluso en Abril rojo, que tiene la forma de un thriller…
Creo que nadie se ha dado cuenta de que yo siempre escribo con humor (ríe). ¡Por favor resáltalo! Todos creen que yo soy muy serio, que me paso toda la vida sufriendo…y no… Abril rojo es una novela de humor negro, en realidad, hasta que todos empiezan a descuartizarse. Pudor también es una comedia, lo mismo Memorias de una dama…A su extraña manera Tan cerca de la vida lo es, incluso en mis libros de no ficción. Por eso escribí Óscar y las mujeres. ¡A ver si alguien se da cuenta de una maldita vez de que soy un escritor de humor! (lanza una carcajada).
 
 
 Cuando salió Pudor dijiste: quiero que sea una novela cercana, no para intelectuales 
Sigo pensando lo mismo de todas mis novelas.
 
 
¿Y no te ofende cuando catalogan a tu obra como ‘literatura light’?
Ehh…no. Yo creo que hablo de temas muy importantes, muy profundos y serios. Incluso Óscar y las mujeres, que es una comedia, habla sobre el amor, la masculinidad, sobre la narrativa y la ficción. Pero siempre quiero que sea entretenido, creo que leer estas historias no deben ser una tortura sino un placer. Siempre quiero que mis novelas sean divertidas, tengan suspenso o algo que te hagan leerlas. Leer no es algo que te obliguen a hacer sino lo haces porque te gusta hacerlo. 
 
 
Y será por eso que te critican el hecho de que estas historias vendan más…
Hay gente que dice que soy comercial, me parece que es el mejor insulto que me pueden hacer (ríe). Pero no soy tan comercial porque me arriesgo mucho, lo que es comercial es hacer siempre la misma novela porque entonces todos saben qué producto van a comprar, eso es comercial. Yo cambio mucho y corro muchos riesgos, pero siempre siento que mis libros deben ser entretenidos.
 
 
¿Qué elementos debe tener una buena historia?
(Piensa unos segundos) No sé si haya elementos… una buena historia debe ser una historia que quieras leer, que hable de sentimientos que tú tienes, pero que a la vez te saque de tu mundo y te muestre otros personajes, te muestre un mundo que no conoces. Pero es muy difícil dar muchas reglas porque la novela es un género muy amplio. Entre Seda, de Alessandro Baricco, y Guerra y paz, de Lev Tolstói, hay millones de posibilidades abiertas. Hay gente que ha escrito como Cabrera Infante en el que el protagonista es el lenguaje, hay novelas intimistas…Como condición una novela debe contar una historia.
 
 
¿Y a qué le das más importancia tú? ¿A la historia o la forma de contarla?
Pienso mucho en la historia, pero me he dado cuenta de que vengo de una tradición que automáticamente siempre ha pensado mucho en la forma, entonces necesito, por ejemplo, que Abril rojo tenga las cartas del psicópata y  los informes del fiscal…siempre una propuesta formal porque es lo que en mi tradición literaria siempre ha sido lo normal.
 
 
¿Y cuál es tu método de escritura? ¿Tomas notas, escribes directamente en la computadora?
No tomo notas nunca porque a veces tienes una buena frase y con tal de insertarla arruinas todo lo demás. Yo lo que hago es pensar mucho la historia antes de escribirla, incluso años, y…escribir en la computadora directamente porque una novela es como una canción, depende de cómo va sonando escrita, entonces a lo mejor tienes un buen estribillo pero quizás no sirva para esta canción… y lo mismo pasa en la novela.
 
 
Hay una clara intención de no repetirte en temas. ¿por qué?
Esto, que parece la búsqueda de un estilo, es en realidad mi estilo y eso se lo debo a Luis Jaime Cisneros, quien me lo hizo notar cuando le mostré mi primer libro de cuentos.
 
 
 
 
IMPRESIONES SOBRE SUS LIBROS
 
Era difícil hablar de todos sus libros en apenas media hora, así que solo le mencionamos algunos de ellos, sobre todo los que más elogios y críticas generaron. Roncagliolo, que en estos días ha tenido una maratónica comparecencia en los medios de comunicación, da muestra de que hablar no le cansa y en esta entrevista lo hemos sabido explotar.  
 
 

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 ¿Cómo ves a la distancia Abril rojo (Premio Alfaguara 2006), si bien no es tu primera novela, pues antes publicaste El príncipe de los caimanes y Pudor?
Abril rojo fue muy importante, tuvo un gran éxito y me acercó a lectores de todo el mundo, pero todos los éxitos tienen una trampa, que es si vas a ser esclavo de ellos. O sea, cuando un libro va muy bien todos están esperando que hagas el mismo libro todas las veces. Así que después de él el objetivo fue hacer algo muy diferente para tratar de ser yo mismo, y no ser un rehén de mis libros. Ha costado mucho dejar de ser solo el autor de Abril rojo, pero lo he conseguido, soy un autor con mi nombre y no de un libro.
 
 
En el caso de La Cuarta Espada que tuvo muy buena recepción en el extranjero, pero te granjeó muchas críticas en el Perú. Una de ellas se refería a que en la contracarátula del libro se hiciera una comparación con A sangre fría, de Truman Capote, y que ‘humanizaras’ a Abimael Guzmán.
Sí, claro. Yo tengo personajes y son humanos. Es curioso que la misma crítica hicieran los de Sendero Luminoso. Los más radicales decían que no había que hablar de personajes, sino de causas de la violencia, y yo decía que soy un periodista, necesito personajes para contar historias, si no tengo personajes no tengo una historia. Eso es lo que interesaba en el libro porque si Abimael Guzmán fue un psicópata caído del planeta Marte no hay nada que podamos hacer para que no vuelva a ocurrir algo así, es muy importante contar cómo era ese personaje.
 
 
¿Qué te impresionó más de Abimael Guzmán?
Me impresionó que era un intelectual del terror. Él mismo no utilizaba armas, estaba en una casa escribiendo. Escribió 34 volúmenes en tamaño A4 que están guardados por la Policía y todo era estrategia, todo era muy frío y quizás por eso Sendero Luminoso era tan frío, era un ejemplo del poder de destrucción de las ideas.
 
 
En Memorias de una dama pasó una circunstancia especial, la realidad se involucró con la ficción. Es una novela sobre un negro literario que escribe la biografía de una mujer y por problemas legales, allí está la realidad, la novela dejó de circular…
¿Cuál es la pregunta? (lanza una risotada)
 
 
¿No es extraño que siendo acaso tu mejor novela muy pocos la hayan podido leer?
No lo sé, pero por lo menos es mi novela más buscada. Todo el mundo me pregunta por Memorias de una dama y yo nunca respondo nada, nunca digo nada de ese libro y nunca respondo ninguna pregunta. Pero por eso a la gente le interesa mucho ese libro y lo busca, es evidente que si un libro no está y su autor se niega a hablar de él y no hay una versión oficial de por qué no está, es un libro interesante (ríe), es un libro que deberías leer y entonces la gente se lo baja de Internet, se lo compra pirata, a su extraña manera es un éxito (vuelve a reír).
 
 
En El amante uruguayo llama la atención cómo retratas el ambiente literario de los años 30, incluso ni Jorge Luis Borges se libró de este ambiente lleno de envidias e hipocresías. ¿Dirías que esto se mantiene hasta ahora?
Claro. En los mercados grandes los escritores nos llevamos bien, porque no sabemos si nos peleamos con otros y este gana un premio muy importante y entonces nos hemos hecho de un enemigo que no deberíamos tener. Pero en los mercados pequeños, donde no se venden muchos libros, los escritores se odian profundamente porque no hay dinero, disputan el puesto en el pedestal y se odian y su mundo es de rencillas, peleas, intrigas, odios.
 
 
 
 
 
ÓSCAR Y LAS MUJERES: EL HUMOR Y LA ESCRITURA
 
 

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Siempre se dice que los personajes se parecen a sus autores y algunas veces estas semejanzas son más notorias. Santiago Roncagliolo dice que Óscar Colifatto, protagonista de su novela Óscar y las mujeres, tiene muchas cosas de él, pero en la mañana en que se realizó nuestra entrevista el parecido se hizo evidente. Roncagliolo no llegó al lugar donde habíamos quedado en conversar, se había quedado dormido porque un día antes había celebrado, con unos amigos que no veía hace mucho, la presentación de su última novela. Al igual que Óscar, Santiago había perdido la noción del tiempo, y fuimos a su casa, junto con otros colegas periodistas, a despertarlo. Las situaciones humorísticas también persiguen al escritor.
 
 
 
¿Cuál es el libro que más trabajo te costó escribir?
Pues, aunque parezca mentira Óscar y las mujeres. Es mi novela más fácil de leer, pero ha sido la más difícil de escribir.
 
 
¿En dónde radicaba la dificultad?
En que me ha tomado 15 años saber qué forma había que darle. Había que mezclar la historia de la realidad con la de ficción, la historia de muchos personajes, buscar el escenario adecuado..intenté tres veces escribirla y aborté todas las veces, hasta que encontré la manera de hacerlo. Es casi una novela que he parido, que me he quitado de encima.
 
 
M
ario Vargas Llosa, cuando publicó Pantaleón y las visitadoras, decía que tenía reparos con el humor en la literatura, pero se dio cuenta de que es «un instrumento riquísimo» para descubrir una cierta experiencia de la realidad.
Para mí el humor es la única manera de decir algo inteligente sobre lo que sea hoy en día. Yo pertenezco a la generación que vio caer el Muro de Berlín y luego vio que Wall Street también era una banda de ladrones, entonces yo no creo en ninguna ideología de ningún lado…si quiero decirlo algo sobre nuestro mundo, el último recurso para hacerlo es el humor para ver cómo son las paradojas y los absurdos de las cosas. Pero los intelectuales siempre han sentido vergüenza de tener sentido del humor. Nosotros no valoramos tanto a los autores latinoamericanos humorísticos, que los hay, como Manuel Puig, como Jorge Ibargüengoitia, Alfredo Bryce…nosotros valoramos más a los serios, creo que es un error y no debería ser así.
 
 
¿Y cuál fue el origen de esta novela?
Desde que escribía guiones de telenovelas pensé en escribir un libro sobre esta fábrica de salchichas del amor. Lo que pasó fue que al final conseguí entender qué historia quería contar cuando hace unos años había estado un mes en Japón, luego en Uruguay haciendo promociones y volvía a mi casa y veía a mis hijos más grandes y me olvidaba de sus cumpleaños. Me di cuenta de que tenía que estar más cerca de la gente que me quería y de mi familia y menos metido en las historias de mi cabeza y eso es lo que le pasa a Óscar, quien tiene que salir del mundo de la ficción y entrar en contacto con el mundo real. 
 
 
Ese es el conflicto precisamente, el guionista que se enfrenta a trompicones con la realidad
Me gusta la frase de Natalia (la novia de Óscar) que le dice cómo puedes escribir historias de amor si es un tema del que no sabes nada, ese es el tema con Óscar, que es el mío. Todos mis personajes protagonistas son una versión exagerada de mí.
 
 
En el libro hay unos epígrafes que me parece que pueden ser una clave para leer tu novela: El arte imita la vida (Aristóteles). La vida imita al arte (Oscar Wilde) y La vida imita la televisión barata (Woody Allen).
El único que tiene razón es Woody Allen, lo que pasa es que Aristóteles y Wilde no tenían tele y no podían saberlo, pero la vida está mal escrita, está llena de diálogos incoherentes, personajes que se deberían cruzar y no se cruzan…Dios es un mal guionista, pésimo. Creo que los escritores y los guionistas tratamos de enmendarle la plana, vemos que la realidad está mal hecha y tenemos la pretensión de querer arreglarla, de crear historias que estén mejor ordenadas que la realidad.
 
 
Tengo entendido que estás escribiendo una novela sobre política y que transcurre en el Perú. ¿Puedes contar algo sobre ella?
No (ríe)… por primera vez no quiero hablar mucho de ella y aunque siempre lo hago eh…pero esta novela va a costar mucho trabajo, si digo algo ahora es posible que sea falso en dos meses porque todavía está muy al comienzo y me doy cuenta de que va a ser algo muy trabajoso, pero sí va a ser un regreso a los temas políticos latinoamericanos y al Perú, porque ocurre aquí después de muchos libros míos escenificados en otros sitios.
 
 
Si antes los escritores decían que aspiraban a la novela total y ahora esa preocupación no tiene el peso que le daba Vargas Llosa y otros autores, te pregunto, ¿a qué aspiras tú como escritor?
Contar historias, la misma que había en el siglo XIX en realidad. En el siglo XIX el escritor contaba historias, en el siglo XX por influjo de las ideas utópicas el escritor empezó a querer hacer algo. Mi ambición es contar historias, en el siglo XX se hicieron grandes novelas con el lenguaje como protagonista y renovándolo todo, y me parecen grandes novelas de ese momento. Pero en un sentido creo que la literatura está volviendo a ser lo que era en el siglo XIX, es contar historias. Es simple, pero es muy bonito.
 
 
 
 
 
CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR SANTIAGO RONCAGLIOLO
 
 
1. El teatro de Sabbath, de Philip Roth.
 
2. Tokio Blues, de Haruki Murakami.
 
3. Plataforma, de Michel Houellebecq.
 
4. La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa.
 
5. Estrella distante, de Roberto Bolaño. 
 
 
 
 
 
 


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