Ricardo Fujita: “Fui el primer dibujante a tiempo completo de un diario”

Conversamos con el ilustrador Ricardo Fujita, una eminencia en el periodismo gráfico peruano, cuyos trabajos han sido reunidos en el libro “Fujita, el dibujante”, una compilación realizada por Manuel Munive.

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Ricardo Fujita en pleno arte. El dibujante demostró que su talento sigue vigente. En la parte posterior, una ampliación de las historietas que realizó para Ojo/Correo.

 

Por Daniel Robles Chian* ([email protected])

Edición fotográfica: Andrés Makishi ([email protected])

Un dibujante que desde adolescente tocaba las puertas de los diarios para ofrecer sus servicios. Un ilustrador que mostró su talento por 17 años en las diversas secciones del diario La Prensa. Un artista que desarrolló todo su potencial durante 2 años en las historietas semanales de Ojo/Correo y que concluyó su carrera artística en el área de publicidad de Backus. Un nisei al que nunca le dieron propina y que tuvo que ingeniárselas para armar ruletas caseras en tómbolas y así ganar sus primeros centavos.  Quien habla del periodismo gráfico en el Perú, está obligado a mencionar a Ricardo Fujita.  De lo contrario, contaría una historia incompleta y banal, una que contrasta con la expresividad de las historietas y dibujos de Fujita. Antes de trabajar en los diarios, tuvo que cambiar el lápiz por la comba para trabajar en el taller de herrería de su padre. Pero eso tampoco lo detuvo.

 Nuestro entrevistado tiene un valor doble: no solo contribuyó con su habilidad al periodismo gráfico, sino que descubrió a otro dibujante que años después crearía al personaje caricaturesco “Sampietri”: Julio Fairlie. Eran esos años adolescentes en donde, tras asistir al cine, dibujaba las figuras humanas de los protagonistas y compraba las revistas de historietas “El Gorrión” y la argentina “El Tony”. En un concurso de caricaturas que evaluaba Carlos Roose, otro ilustrador amigo de Fujita, el nisei se percató de un trabajo con un trazo particular y se lo comentó a Roose. Lo seleccionaron y el que firmaba era en ese entonces un desconocido Julio Fairlie, de Arequipa. El dibujante Fujita conserva en su hogar dos millares de sus trabajos. ¿Qué lo llevó a convertirse en el primer dibujante a tiempo completo en el periodismo peruano?

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Su primer contacto con el dibujo fue los círculos que realizó con los palitos de fósforos en la tierra húmeda del patio de la casa de sus tíos. Más allá de los primeros borradores, ¿cuáles fueron las primeras ilustraciones bien elaboradas que realizó?

Me críe en la casa de mis tíos hasta los 8 años porque mis padres tenían una carbonería y verdulería; estaban muy ocupados. Tuve una infancia muy aburrida y para divertirme, cogía los palitos que mi tío usaba para prender sus cigarros y con ellos hacía círculos y ondas en la tierra. Cuando estaba en primaria, le puse mayor énfasis al dibujo, mis ilustraciones eran más realistas que las de mis compañeros. Me basaba en mi entorno para realizar mis primeros dibujos, hacía automóviles, gallinas y perros.

Antes de trabajar en el diario La Prensa, estuvo en La Noche y La Crónica. ¿Cuál fue su función en estos periódicos?
No trabaje ni en La Noche ni en La Crónica. Solo insistía en visitarlos y así me hice amigos de periodistas como Carlos Barrionuevo y Alfonso Delboy. Como trabajaba en el taller de herrería de mi padre, le pedía permiso para visitar los diarios después de haber terminado.

Aparte de los diarios, ¿en dónde podía trabajar un dibujante en la Lima de 1950?
En las empresas en el área de publicidad. Había muy buenos dibujantes, me hice amigo de Paco Cisneros, él era dibujante exclusivo de la International Petroleum Company.

¿Por qué su sueño era trabajar en un diario y no en una agencia de publicidad?
Porque creía que en un diario iba a tener más trabajo que en una agencia de publicidad. En los periódicos, mis dibujos iban a salir publicados todos los días, en cambio, en el otro campo de empleo todo era más lento: presentaba un boceto, tenían que aprobarlo, luego las correcciones, el arte final, todo un proceso. Quería algo más dinámico.

Cuando le aceptaron en La Prensa tras presentar tus ilustraciones, ¿cuántos dibujos hacía por día?
Entre cinco y diez aproximadamente. Me demandaban bastante tiempo cuando eran croquis, ya que debía consultar un atlas, o cuando realizaba un episodio histórico, porque tenía que documentarme adecuadamente. En el caso de los crímenes, conversaba con el redactor que se había encargado de la noticia o me daba a leer su escrito.

¿Generalmente acompañaba al reportero en las comisiones para ver el ambiente del suceso o era más común que ellos le dieran la información en el diario?
Era más común que me dieran la información en el diario. Sin embargo, una vez acompañé a un reportero y cuando llegamos a la casa del crimen, los redactores entraron primero. Me quede atrás, los perdí de vista y vi una puerta. No sabía si entrar, pero empuje la puerta y sentí que algo se balanceaba detrás de ella. Hice un esfuerzo por abrirla y lo que había adentro era el cadáver de una persona que se había colgado en una viga. Grité: “Aquí estáááá´”.

editado2Ha mencionado que fue uno de los primeros periodistas gráficos que trabajó a tiempo completo en un diario. Antes de su llegada a La Prensa, ¿se usaban dibujos para las diversas secciones o con usted se inaugura la tendencia de ilustrar secciones como deportes, hogar, amenidades, policiales, escolar, femenina, entre otros?
Inauguré el dibujante de planta, exclusivo para el periódico. Los otros ilustradores trabajaban mediante colaboraciones para los periódicos, pero ninguno lo hacía a tiempo completo como yo. Para mí, los dibujos del diario antes de mi llegada no significaban gran cosa porque a veces lo había hecho un ingeniero, que no sabía anatomía ni otros elementos necesarios para el dibujo. Mi labor era ilustrar las diversas secciones, en escolar tenía que graficar la historia de los Incas, pero también para el cierre me encargaban dibujos para la parte de deportes, femenina, provincias y otros temas.
Mi estilo era diferente al de Julio Fairlie o al de Alfonso La Torre. Ellos eran dibujantes de caricaturas, yo era más polifacético. La historieta era uno de los aspectos del dibujo que más disfrutaba.

Era más versátil, a comparación de otros dibujantes que solo se dedicaban a una sección. Otros ilustradores eran Alfonso La Torre, Víctor Echegaray, Gamaniel Palomino. ¿Ellos trabajaban a tiempo completo o mediante colaboraciones?
Eran colaboradores. Alfonso La Torre sí trabajó a tiempo completo haciendo una historieta, pero no era permanentemente de planta.

¿El diario La Prensa recibió algunos premios o tuvo más ventas por las ilustraciones que usted hizo?
En la década de 1950, batió record de ventas, le ganó a El Comercio, no solamente por mis dibujos, sino por la “escuelita” que creó Pedro Beltrán, el director del diario. Él le enseñaba a los redactores a levantar la noticia, a volverla atractiva. Una de las innovaciones de esta forma de hacer periodismo fue crear el “manifestómetro”[1], para saber la cantidad de personas que iban a una manifestación durante el periodo de elecciones. Cuando acudía más gente, se le llamaba “Señor de los Milagros”.

¿Veía a la cámara fotográfica como un rival? Porque una buena fotografía podía significar que ya no se necesitara de sus ilustraciones.
Claro, esa es la palabra. Pero siempre me sentí satisfecho porque hacía lo que la cámara nunca iba a poder hacer. Podía reconstruir episodios que la cámara no: cómo atropello un tren a una persona, un choque entre dos camiones, cómo caían los buses de los precipicios.

También ha comentado que cuando una fotografía salía mal, usted se encargaba de hacer el montaje. Cuando en una foto de un partido de fútbol no salía el balón, usted dibujabas la pelota en la fotografía para que saliera completa.
(Risas) Algunas veces a media tinta. En otras oportunidades, buscaba recortes y lo insertaba en la foto. Hay algo que generó que no me gustase el fútbol por un tiempo. Lo que sucedía era que en muchas oportunidades tenía que ir a los estadios con los cronistas deportivos y mi labor era dibujar las jugadas de gol. Había una especie de cabinas en donde solo debían entrar entre dos o tres personas, pero ingresaba mucha más gente como los amigos del director. Dentro de la cabina, la cantidad de personas no me permitía visualizar bien el partido y encima, corregían mis dibujos. Me decían: “Nooo, la pelota estaba más a la derecha” o “Por aquí no ha sido el gol, lo has dibujado mal”. Era una tortura.

¿Cuál era la situación de la cámara en ese entonces? Ha mencionado que a veces las fotografías salían mal o la velocidad de la cámara no era lo suficientemente rápida para captar algunos movimientos.
Sí, por eso a veces he tenido que recortar pelotas o incluso en accidentes de tránsito tenía que modificar un bus y hacer que luzca medio arrugado dentro de la misma foto.

Generalmente los editores aprobaban sus dibujos. Casi nunca se los rechazaban. Sin embargo, una vez tuvo un conflicto con Pedro Felipe Cortázar, ¿por qué hubo este desencuentro?
Él era muy nervioso, le rompía a los periodistas las hojas de información cuando estaban mal redactadas. En una ocasión, le presenté mi dibujo para que lo aprobara y me rompió la ilustración en mi cara. Nunca antes alguien me había hecho eso. Le dije: “Oye, tú no me vas a romper nada. Tú no eres nadie, se lo voy a hacer ver a don Pedro Beltrán”. Era un tipo temperamental, se le movieron los ojos y me respondió: “Oye japonés, te voy a fregar”. Le dije que se vaya a la mierda y me fui. Pero nunca me hizo nada. Luego, se le pasó la cólera y años después, trabaje con él sin ningún problema en una publicación de las regiones del Perú llamada “Documental del Perú”.

Juan Acevedo menciona que no solo era un ilustrador que describía la noticia, sino que le daba expresividad a los personajes. ¿Cómo lograba esto?
Lo que me ayudaba era ser creativo. Podía reproducir rostros tanto de un personaje siniestro como de una persona inocente, gestos de ira o de dolor. En los dibujos humorísticos, en el 99% de los casos yo me encargaba de crear ese humor.

¿Por qué se sintió autorrealizado cuando trabajó dos años en Ojo/Correo después de pasar por La Prensa?
Porque podía realizar las historietas de crímenes que tanto había querido hacer. Se publicaban cada fin de semana. Era una gran cantidad de viñetas y el producto era de gran extensión. Fue la mejor parte mi vida histórica, leía las notas informativas y a partir de ellas producía las historietas.

Gustos y costumbres del ilustrador

Dibujo que realizó Ricardo Fujita para Lee Por Gusto

DIBUJO FUJITAUn rasgo muy particular suyo es que, a diferencia de otros ilustradores, usted guardaba todos tus dibujos. ¿Cuántos tiene guardados?
Cerca de dos mil ilustraciones. A mi ningún dibujante relacionado a la prensa me ganaba en eficiencia para producir los dibujos, los hacía de manera muy veloz y de gran calidad. A la gente le gustaba mucho la combinación de planos y ángulos que utilizaba en las historietas de Correo/Ojo, combinaba un primer plano de un carro y en la siguiente viñeta un plano más abierto de dos personas conversando. No me atraía hacerlo monótono. Por eso, en cada viñeta, cuando hacía historietas, cambiaba ángulos y planos de manera constante. Tenía facilidad para crear escenarios.

¿Por qué le interesaba tanto guardar sus ilustraciones? Leí que religiosamente cada mañana iba al diario para recoger los dibujos que había realizado el día anterior.
Te cuento una anécdota relacionada con Julio Fairlie y que responderá la pregunta. Él dibujaba para Última Hora; cuando le traían las ilustraciones que había hecho el día anterior, el cogía el original, hacía una bolita con el dibujo y lo tiraba al tacho. Yo le decía: “Oye, flaco, ¿qué estás haciendo?”. Él me respondía: “Ya salió publicado, ¿para qué lo voy a guardar?”.

¿Y a usted por qué le gustaba tanto guardarlas?
Era una idea personal. A mí me había costado trabajo elaborarlas, no podía desperdiciar ese esfuerzo y tiempo echándolas a la basura. Me había costado llegar hasta dónde estaba, había estudiado por mi cuenta, había ayudado a mi viejo en su taller de herrería, así que tenía que conservar los trabajos en los que había puesto empeño.

¿Qué no le podía faltar al momento de dibujar? Tal vez dormir bien, o luz natural.
Nunca he tenido problemas para dibujar. Había días en que dormía cerca de tres horas, a veces pasaba tres noches seguidas así. Pero al día siguiente no tenía problemas para dibujar. No me quedaba a almorzar en el diario, siempre me iba a mi casa y en ese momento tomaba una siesta de cuarenta minutos para recuperar energías.

Siendo adolescente, tuvo que ir a trabajar al taller de su padre. Esto le quitaba tiempo para dibujar y se vio forzado a interrumpir tus estudios, estudios que nunca retomaría. Por paradojas de la vida, pasó del lápiz a la comba. ¿Llegó a detestar trabajar en el taller de tu padre?
No detestar, sino más bien aceptar. Mi padre se había peleado con su sobrino, que lo estafó. Mi papá había firmado los acuerdos de la empresa que tenía junto a él en japonés, y cuando fue al juicio contra mi sobrino le dijeron que como no estaba escrito en español, no tenía validez. En el taller, yo tenía que agarrar una comba de ocho kilos. Golpeaba el fierro candente una y otra vez.

Ha comentado que algunas noches le salían lágrimas de los ojos. ¿Era por alguna otra razón además de esta impotencia por no poder dibujar?
No lloraba por no poder dibujar o por no tener la capacidad para hacerlo, sino porque tenía la idea de que me iba a quedar toda mi vida trabajando en la herrería. Pensé que la comba podía malograr mi pulso, fue un pensamiento que no se hizo realidad.

¿A qué edad empezó a trabajar a tiempo completo en La Prensa?
A los 19 años, cuando la situación económica de mi padre ya estaba mejor. Cuando trabajaba a tiempo completo, estaba en la redacción mañana y tarde. Iba desde las diez de la mañana hasta la una de la tarde, luego iba a almorzar a mi casa y volvía para quedarme hasta el cierre, que era a las dos de la mañana, a veces hasta más.

Su educación fue autodidacta porque no estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes. ¿Cómo fue su proceso de aprendizaje? ¿Le influenció algún dibujante como Carlos Roose o Julio Fairlie?
No, más me influenciaron los extranjeros, en esa época había varias revistas del exterior que se vendían en las tiendas. Me impresionó el estilo del historietista estadounidense Alex Raymond.

¿Alguna vez se declaró a una chica con una ilustración? ¿O tal vez utilizaba los dibujos como regalo para una chica?
Lo que hacía era incluir compañeros de La Prensa en los dibujos donde representaba asaltos y robos. Los ponía como policías o como ladrones. Por ejemplo, incluía a un compañero en el diario llamado Demetrio Túpac Yupanqui, era un ex cura cuzqueño que se enamoró de una monja. Él era uno de los que retrataba.

Ha comentado que no le gustaba mucho la bohemia de los periodistas.
Me jubilé trabajando en el área de publicidad de la cervecería Backus, pero la cerveza me caía mal. Mi organismo no expulsaba el líquido, me iba llenando y no podía orinar. El siguiente día vomitaba. En las reuniones, me hacía el loco y solo tomaba gaseosa. Sin embargo, haber consumido alcohol el día anterior tampoco perjudicaba mi capacidad para dibujar el siguiente día.

En una ocasión, el presidente Odría clausuró La Prensa. Los policías entraron a la redacción y hubo un enfrentamiento contra los periodistas. ¿Estuvo presente en ese enfrentamiento?
Sí, nos sacaron a balazos. Los había mandado Esparza Zañartu. El día siguiente, entramos a La Prensa y recuperamos el diario. Ya no nos volvieron a sacar. Hay una fotografía mía colgando una pancarta en el balcón de La Prensa en forma de protesta contra esta medida del gobierno. A varios periodistas como al director y los editorialistas los llevaron a la isla El Frontón, a mí no.

¿La generación de ilustradores que trabajaba en 1950 y 1960 ha sido la mejor en el periodismo gráfico o ha habido mejores generaciones?
En esa época había mucha mayor cantidad de dibujantes y mayor campo para publicar. Última Hora hizo un concurso y publicó ocho tiras de dibujos de los mejores ilustradores.

¿La diferencia consistiría en que la generación de ahora tiene menos calidad que la suya?
La diferencia es que antes había más campo y espacio para publicar en los diarios.

¿Ve las caricaturas que se realizan en los periódicos actuales? En La República está Carlín y en Perú 21 está Heduardo. ¿Cuál es su opinión de estas ilustraciones?
Son muy buenas, a los dos los admiro y respeto. No veo ninguna influencia mía en ellos, cada uno tiene su estilo. Como te comenté, admiro a Paco Cisneros, él era mi ídolo, trabajaba para la agencia de publicidad McCann, que brindaba el servicio de publicidad a la International Petroleum Company. Pero no me dejé influenciar por él.

¿Cuál es la razón por la que ya no sigue dibujando? ¿Le ha perdido interés?
Sí, ahora más me dedico a la lectura. Desde chico me gustaba leer escritores de aventura como Emilio Salgari. Otra cosa que hago y que he intentado dejarlo, debo ser uno de los pocos peruanos que lo realiza, es que tengo la costumbre japonesa de tener un diario. Tengo un mueble lleno de 50 años de mi vida, llena de diarios, con la historia de la familia.

 

Ricardo ha escrito mi nombre en una de sus ilustraciones. Seré parte de su diario, al menos el día de hoy. Ha cambiado los dibujos por la lectura y los viajes dentro del país. Huancayo fue su último destino. Pero aun conserva su técnica: acaba de realizar una caricatura de mi.

 

[1] En el patio del diario La Prensa, se contaba cuántas personas entraban en un metro cuadrado. Luego, se medía el área de la plaza donde se realizaba la manifestación y  se multiplicaba por la cantidad de personas que habían entrado en un metro cuadrado.

 

 

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Ricardo Fujita con el libro «Fujita, el dibujante», una compilación de algunas obras del ilustrador realizado por Manuel Munive.

 

*Daniel Robles Chian. Estudiante de Comunicación y Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Cuarto ciclo. Ha realizado prácticas en la editorial Etiqueta Negra y colabora actualmente con la revista del Club Regatas.

 

 



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