Nuevas publicaciones de editorial Caja Negra

Tras su reciente presentación en la Feria del Libro Ricardo Palma, Grupo Editorial Caja Negra nos comparte tres de sus nuevas publicaciones, entre las cuales se encuentra Saber matar, saber morir, de Augusto Higa, ganadora del Premio Novela Breve Cámara Peruana del Libro.

 

 

1. Entre el cielo y la tierra, el fuego

Este es un libro de cuentos de la escritora Gaby Cevasco (Ica, 1952), quien tiene una particular preocupación por la descripción del paisaje, pero es en la interacción entre los escenarios y las tramas de las historias que el libro alcanza su mayor valor. La vida del campo, las costumbres y lugares comunes están presentes en las narraciones de la autora, cuyos personajes son productos de las circunstancias de su propio ambiente.

 

LA MUESTRA. Un fragmento del cuento Noche de caza

Sin título-3La Luna se alza sobre las colinas ondulantes y da a la arena una tersura aterciopelada. El suelo es liso, salvo en la cuesta de la colina, en la que se eleva una palmera enclenque y, en la hondonada, unas rocas y unos hierbajos que tiemblan imperceptibles al escurrirse una culebra entre sus tallos. El cielo, de un azul intenso, está cubierto de estrellas. Un peregrino podría guiarse por las constelaciones que, nítidas, marcan sus perfiles. La negra silueta de un mochuelo asoma trémula entre las ramas de la palmera y su canto lúgubre roza la noche.

Sobre la colina más alta aparece un perro salvaje solitario. Baja lento y olisquea el aire que dirige su rumbo. Un roedor huye en la penumbra, pero el perro no lo ve, parece ir hacia una meta cuyo origen marca su instinto. Asciende un montículo, olfatea la brisa, desciende hundiéndose en la arena. Da un rodeo para evitar el cuerpo que se extiende boca abajo, pegado a la línea donde empieza a elevarse la duna. La respiración del perro se hace fuerte y húmeda sobre las ropas cubiertas de polvo, el cuello tembloroso, los cabellos revueltos en la nuca ensangrentada.

Un gemido ronco, profundo, sale de la boca entreabierta del hombre. El perro retrocede hasta chocar con una piedra ovalada, cubierta de sangre. Huele los bordes antes de lamer despacio, minuciosamente.

 

 

2. Saber matar, saber morir

En la periferia del jirón Parinacochas, en el violento barrio El Porvenir, en La Victoria, de pronto aparecen cuerpos de muchachos abaleados, mutilados o acuchillados. Nadie sabe quién los ha matado y, sin embargo, los cadáveres proliferan, están allí, a la vista pública, en el centro de ese universo desquiciado y miserable.

Esta es la trama de Saber matar, saber morir, la novela de Augusto Higa Oshiro ganadora del Premio Novela Breve Cámara Peruana del Libro 2014, cuya historia se ambienta en los años en que Sendero Luminoso pedía cupos a los comerciantes de Gamarra, mientras la ciudad era asediada por explosiones de cochesbomba y demás actos de violencia.

 

LA MUESTRA: Un fragmento de Saber matar, saber morir

SABER MATAR, SABER MORIR OK FINAL.cdrPálida luz del mediodía, congestionadas calles, individuos mohosos, rugidos de carros, el humo de las combis, paredes viejas de los edificios de Parinacochas. Allí estaban, en la esquina, el revoltijo. Nadie lo quería, nadie lo deseaba, pero del embrollo surge inmaculado el gordo Joe, blancas zapatillas, pantalones bombachos. Equívoco, parece bailar sobre la acera, entre ruidos de los vendedores ambulantes, se mueve compadrito, observa huraño, desganado. Pajarraco, duro e implacable, el cuerpo se distiende, carcomido por la excitación, se desliza con las manos en los bolsillos, respirando aplomado. Naturalmente, es un día ordinario, arriba la intensidad plomiza del cielo, y los microbuses y los camiones dejan estertores en la pista ancha. Cruzan los cachivacheros. Las mujeres rollizas. La mar de gente trepidante. Suben y bajan rumbo a Gamarra y Antonio Bazo. En esa imagen inviolable, la calle semeja un animal manso, los kioscos atiborrados de menjunjes, los trípodes de madera con sus tablas de ropa, y las carretillas de cebiches y picadillos.

En la diagonal, en el otro lado, de la pared, se coloca el atravesado Chapemayta, ese marabunta, locazo y fumón, con su eterno olor a boñiga. Alucinado, burlón, sin decir nada, observa y revira el cuello. En aquel segundo clavado, cuando el cosquilleo trepa la espalda, sí, señor, y la suerte echaba tumbos en el suelo, y nadie se imaginaba nada. Entonces, como si se apagaran las luces, y en el cielo se cocinara la obscuridad, de manera que retornaba el Turri, y se abalanzaba violento sobre la víctima: curvaba el pescuezo, forcejeaba, estrangulaba. De inmediato corrían los compinches, Chapemayta, el mudo Rodas, Satanás Patiño, y el gordo Joe. Rabiosos e incisivos, doblegaban al transeúnte, lanzando trompicones, zarandeando: “¡Hijo de puta!”, “¡Maldito perro!”. En breves segundos, lo suficiente para asfixiarlo, revisar los bolsillos, romperle el pantalón, extraerle la cartera, abrocharse el reloj, y coger los objetos de valor. La víctima permanecía inmolado en el suelo. Y luego partir. Salir sin sobresaltos. Mirar la retaguardia, en medio de insultos y quejas de ambulantes: chillaban, lanzaban piedras. Pero ellos, nada. Calmosos, circulares, acompasados, partían rechinando, enrumbando por Humboldt, sobre la pifiadera: choros, pirañas, fumones.

 

 

3. Fábulas de JJ y Ben-Yí

El diplomático y escritor Carlos Germán Amézaga (Lima, 1958) nos presenta la historia de JJ, un niño de ocho años, quien al regresar a casa tendrá un encuentro especial con un perro muy extraño, con quien, a partir de ese momento se harán amigos inseparables. Esta primera incursión del autor en la literatura infantil nos muestra la mirada de un niño y sus fantasías.

 

LA MUESTRA. Un fragmento de JJ y Ben-Yí

Sin título-1“¿Qué habrá pasado?”, se pregunta JJ. Ya son más de las cinco y todavía no viene su papá a recogerlo. El partido acabó a las cuatro y media, como todos los viernes después de clases. Sus compañeros se han cambiado y se han ido y JJ todavía está allí, solo, esperando.

Se está cansando de esperar así que toma una decisión: “Iré a casa caminando”, se dice a sí mismo. “Total, ya voy a cumplir 9 años y conozco el camino de memoria”. En verdad, JJ ha hecho el camino muchas veces del colegio a casa y de casa al colegio, pero casi siempre lo ha hecho en bus o en el auto de su papá. Una vez lo hicieron juntos a pie y por eso piensa que lo conoce muy bien, y que no habrá problemas.

Así pues, JJ recoge su mochila y sale del colegio con destino a casa. La mochila parece que le pesa un poco más, claro, ha estado jugando fútbol cerca de una hora y está cansado, pero no importa, igual podría llegar con mochila o sin mochila, pues él conoce el camino muy bien y todavía no está oscuro, y papá no ha llegado, así que sigue adelante.

JJ empieza a caminar y se distrae pensando en el partido. Estuvo a punto de anotar un gol, pateó muy fuerte cuando vio que el arquero del otro equipo estaba un poco adelantado y la pelota, que iba directa al arco, al final chocó en uno de los postes y se fue de la cancha. “Qué mala suerte”, piensa JJ. Pero eso no fue lo peor, lo peor es que sí metió un gol, pero en su propio arco, un autogol, qué vergüenza, los jugadores del equipo rival se rieron y le dieron gracias, y al final su equipo perdió 5 a 4.

 

 

A las editoriales que deseen compartir sus obras con nosotros, escríbanos al correo [email protected]

 

 



No hay comentarios

Añadir más