Jeremías Gamboa: “La literatura me sirve para entender lo que temí e intuí”

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La reedición de su libro de cuentos Punto de fuga fue el pretexto para finalmente poder entrevistar a Jeremías Gamboa. Pasados unos meses de la ‘tormenta’ que generó Contarlo todo, el autor analiza con calma y con la piel más curtida sobre las críticas que recibió por la publicación de su primera novela que fue lanzada bajo una campaña de marketing inusual en nuestro medio.

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Por Jaime Cabrera Junco ([email protected])
Foto: Colectivo Phoss

Definitivamente el Jeremías Gamboa de ahora no es el mismo al que le pedí una entrevista en febrero. Aún estaba fresco todo el cargamontón de críticas que recibió por su primera novela, y cuando conversábamos se le notaba a la defensiva. “Ya he hablado mucho sobre la novela, dejémoslo mejor para más adelante”, me dijo cortante cuando lo abordé en la presentación de un cuentario de otro autor peruano. Gracias a la reedición de Punto de fuga, su primer libro, conversamos finalmente y ahora, con más calma analiza la ‘tormenta’ ocasionada por Contarlo todo.

Han pasado ya más de seis meses luego de la polémica e intenso debate que generó la publicación de tu novela Contarlo todo. ¿Cómo te encuentras ahora y cómo asumes ya con cierta distancia los comentarios sobre el libro?
Me parece estupendo que haya ocurrido esto. No pasaba hace mucho tiempo que un libro generara pasiones tan encontradas de los dos lados. Hubo de todo. Hubo comentarios de los que no vale la pena siquiera referirse, y algunos interesantes de uno y otro lado. Hace mucho tiempo que un libro no generaba una polémica tan enardecida. Cuando esto explotó, yo era un autor que había publicado un solo libro…recuerdo que un periodista español me dijo que debería estar muy feliz porque hace mucho tiempo que no ocurría esto en España ni en otras partes de América Latina, que ellos miraban con mucha envidia lo que estaba ocurriendo en el Perú porque se estaba debatiendo de esta manera sobre un libro. Por un lado hubo esto, y por otro me ha pasado que he tenido la experiencia de conocer a familias enteras que han leído el libro, que me dicen incluso que lo han discutido en casa, lo cual me parece impresionante. Creo que buena parte de la lectoría que tuvo y está teniendo Contarlo todo se ha debido al calor de ese debate.

En algún momento mencionaste en tu columna en Asia Sur que habías recibido “ataques arteros” y “comentarios con mala leche”
Esa columna la escribí antes de presentar el libro, y como la escribí antes estaba justificado mi malestar porque estos eran comentarios de gente que no había leído el libro. Antes de irme a Guadalajara, cuando el libro no estaba a la venta en el Perú empecé a leer comentarios descalificadores de mi novela cuando esta no había sido leída. Cuando ya estuve en México me estaba preparando para lo que sabía que iba a ocurrir. Porque si mi novela ya había generado esta serie de comentarios y de diatribas, sabía que cuando saliera mucha gente la iba a leer para encontrarle problemas y denunciarlos. Entonces, en ese momento que era muy interesante a nivel literario (ríe) estaba empezando a vivir en carne propia esa paliza que iba a venir, escribí esta columna, porque no podía creer que había gente que hablase mal de un libro que no había leído.

Las críticas a Contarlo todo han sido de diverso calibre, tanto las a favor como en contra. ¿Con qué críticas coincides y con cuáles discrepas?
Bueno, cuando ya llegué a Lima y empezó la tormenta, lo que decidí -y lo que he hecho- fue no empezar a defender mi libro puntualmente contra un texto, contra un crítico. Creo que un libro se defiende solo. En ese sentido, me mantuve al margen de la crítica, el libro hace lo que tiene que hacer, es una primera piedra del debate y lo demás no le toca responder al escritor salvo con otro libro. En ese sentido, tu pregunta me hace pensar en algunas cosas muy interesantes. Primero, que la reedición de Punto de fuga complementa una visión un poco sesgada que se ha tenido de Contarlo todo. Un libro es un lugar en que un escritor explora -en mi caso por lo menos- un tipo de extensión y ciertos tipos de recursos. Punto de fuga es un libro de mucho control, de un lenguaje muy controlado con textos muy cuidados que generó muy buenas críticas, pero que yo sentía que no tenía la libertad que podía explorar en una narración. Contarlo todo ha sido un libro de largo alcance en el que me he permitido toda la libertad posible, todo el desenfreno posible. Tiene un lenguaje por momentos no cuidado, digamos muy torrencial y, además, sentía que el centro de la novela era ese. Es una novela que se me impuso, no es una novela que hubiera diseñado, en ese sentido ese tipo de críticas no solo las comparto sino que además las hago mías porque sentía que el libro era así. Si uno busca un libro controlado, de diseño, Contarlo todo no es el libro que cubra esa demanda, es un libro más de la exploración, de una cierta libertad, es un libro muy gritón, lo sé, y en todo caso, hay aspectos de Contarlo todo que no sacaría y que más bien me hacen pensar en lo que falta de cara a un tercer libro. Si algo me gustaría hacer ahora es un libro que conjugue la libertad y el diseño que tuvo Punto de fuga.

JGamboaPhoss¿Reconoces que hubo descuido en la escritura? Se te enrostró la construcción de algunas frases u oraciones inconexas. “Intenté intentos de oraciones” o que el personaje principal apareciera primero desnudo frente a la computadora y en la misma escena utilizara una camiseta.
Porque el personaje entre una línea y la otra ya se vistió (sonríe). Hay gente que ha criticado que el disco gira a todo volumen, debí escribir “el disco gira y suena a todo volumen”…en fin, son detalles puntuales que si para alguien invalida el centro de la novela es una opinión válida, obedece a una forma de entender la literatura que es respetable.

O que también que la primera parte es muy larga, que entra mucho en detalles y que recién la novela ‘comienza’ en la segunda parte.
Bueno, he escuchado de todo. Algunas personas me han dicho que la primera parte es estupenda, que la segunda no, o que la primera parte no es interesante y la segunda sí. Le pasa a muchos periodistas que la primera parte es muy disfrutable y la segunda parte no tanto. Es un libro extenso y no necesariamente gusta a todos por igual en todas sus partes, eso me parece completamente válido.

En una entrevista en Buensalvaje el escritor y crítico Guillermo Niño de Guzmán habló de mezquindad y envidia sobre todo de otros escritores peruanos hacia tu novela. ¿Percibiste lo mismo?
Willy no era mi amigo y lo dijo en esa entrevista, y me dio mucho gusto que lo dijera. Cuando escribe su texto fue desde una urgencia suya y lo agradezco mucho y lo considero mi amigo, además es un escritor al que admiro. Me ha pasado que la mayor cantidad de buenos comentarios han sido de gente que admiro, eso es una cosa que me parece central. Durante todo este tiempo no he querido llamar a la crítica mezquina o envidiosa, no me compete hacer eso.

La lectura desde el Perú se diferencia a la que han hecho en otros países. ¿Crees que en el caso de nuestro país había como una exigencia para que te refieras a algunos temas políticos que en la novela no desarrollas?
Hay varias cosas creo. Primero que la campaña en el Perú fue mucho más agresiva que en otros países. La campaña ya no de la literatura sino del mercadeo de la novela, fue muy agresiva porque hubo una apuesta comercial por el libro –cuya publicación no era económica. Siento, y esto sí lo puedo decir porque no es una respuesta puntual a las críticas, que en Perú como el marketing fue mucho más potente las resistencias al libro también lo fueron. En el Perú se leyó con mucha más exigencia, creo que además que hubo algunas categorías que se usaron en la campaña tomando elementos de la prensa. En una reseña que apareció en La Razón, de España, se dijo que la novela era un ‘boom’ y eso se usó en Lima, y generó un tipo de lectura, y hubo gente buscando, no sé… una novela señera del boom peruano como Conversación en La Catedral. Buscaban diálogos telescópicos, pero Contarlo todo es una novela más lineal, tiene otro tipo de foco e interés de búsqueda. Entonces entiendo que en el Perú haya pasado esto y sí que hay una lectura muy distinta en el extranjero que aquí. Ahora, se lee mucho en Perú, mucho más que en otros países, las cifras son impresionantes, no las he dicho porque soy un escritor y no un vendedor. Esas son las paradojas de las que está hecha nuestra sociedad.

En las entrevistas que te hicieron tanto en la revista Ñ, de Argentina, como en el diario El Tiempo, de Colombia, hacían énfasis del papel importante que jugó Mario Vargas Llosa en el fenómeno en torno a Contarlo todo. ¿Cómo definirías el rol que tuvo él, al margen de la inspiración que significó para ti una obra como El pez en el agua?
Es un asunto que tú no puedes controlar. Sin su mediación el libro no hubiera salido en las condiciones en que salió, eso es claro. Él permite que el libro recorra un circuito que lo hizo salir en otras condiciones distintas a la de mi primer libro. Y la prensa, por supuesto, yo soy periodista y tú también, rápidamente busca las historias y esa asociación se ha dado, por supuesto no voy a dejarme de sentir agradecido y privilegiado de esa asociación. Mario Vargas Llosa es un escritor que admiro muchísimo y que fue muy generoso no solo con la novela sino también con el libro de cuentos. Además, fue una presencia -y lo sigue siendo- de motivación para seguir trabajando. Entonces cuando la prensa coge este elemento, hay dos opciones: negar el vínculo (ríe) o simplemente aceptarlo, porque es “parte de”…y he aprendido a ser agradecido en la vida y supongo que la novela seguirá abriendo su canal. Ocurre que en las reseñas que tiene Contarlo todo no todas las vinculan a Vargas Llosa sino a otros referentes.

ContarloTodoPortadaComentaste que en una de las citas que tuviste con Vargas Llosa le expresaste algunas dudas que tenías sobre la escritura de la novela. ¿Cuáles fueron estas dudas?
Eh…digamos que en un momento fue muy importante para hacerme ver el núcleo de la novela, era una novela caudalosa, no era una novela de lenguaje y era una novela en el que el lenguaje debía invisibilizarse. Creo que fue muy útil, en ese sentido, acotar ciertos elementos hacia a los que el libro debía ir, hacia donde era la naturaleza del libro. Estoy de acuerdo con la lectura que él tuvo: soy un escritor no de lenguaje sino de imágenes. Mi acercamiento al lenguaje es mucho más funcional seguramente por el periodismo, y esa fue una cosa que él me hizo ver con mucha más claridad, mientras tenía una versión previa de la novela. Tenía que castigar más el estilo, ser más llano con el lenguaje, lucirme lo menos posible. Me dijo una cosa que a mí me parece maravillosa: que un escritor tiene que ser mucho más humilde que su libro, no se puede servir del libro, sino servir al libro. Trabajé la última versión tratando de hacerlo en pro del libro, incluso de no retocarlo demasiado de tal manera que no perdiera esa frescura, esa violencia vigorosa de la prosa de las primeras versiones. Es decir, si empezaba a cuidar demasiado el texto pensaba que iba a perder ese aspecto volcánico. Sinceramente dudo de que vaya a escribir un libro así, aunque creo que uno debe de tratar de escribir libros distintos.

¿Cuál sería tu ‘evaluación de daños’ luego de la publicación de tu primera novela? En otra columna en Asia Sur escribiste “a veces tengo ganas de que nada de esto esté ocurriendo y de que la novela nunca hubiera salido”.
¡Esa fue una pataleta de ese momento! (ríe) Mira, no compartí esa columna cuando la escribí porque lo hice desde un momento muy particular, y soy una persona no muy confrontacional, no he estado antes de la salida de mi novela en polémica con otro escritor o en mi muro burlándome de otro escritor… es mi forma de ser. Entonces, estar de pronto en ese lugar sí que era muy fuerte para mí descubrir esos primeros comentarios que decían cosas impresionantes, barbaridades realmente sobre un libro que no habían leído, me hizo ver que había una cantidad de asuntos que me excedían, que estaban más allá de lo que pudiera o no hacer con el libro, de que había una cantidad de personas que tenían asuntos allí, que de pronto el libro podía activar. En ese sentido, sentía que estaba en un momento tan tremendo que veía muy lejos la posibilidad de sentarme con calma a escribir. De esa persona de noviembre-diciembre a esta persona que está hablando contigo ha pasado un montón. Ahora tengo una capacidad de leer cosas impresionantes sobre mí y ya no me afectan. En ese primer momento, sí, fue un ‘bautizo’ de La ciudad y los perros (ríe) y me parece muy bien que haya sido así porque aprendes mucho y te genera mucha inmunidad a lo que venga.

Alonso Cueto en su columna en La República sobre Contarlo todo señalaba que “su falta de un estilo inacabado se compensa y acaso es incompatible con la fuerza visceral de su visión”. ¿Estás en busca de un estilo o es más bien esto último que menciona Cueto el estilo que quieres mantener?
A mí me encantó eso. Mira tú que cuando Alonso escribe sobre Punto de fuga lo que valora es el control, y él recuerdo que no encontraba tan acabado un cuento que se llama Tierra prometida, que a mí me gusta mucho, que tiene un lenguaje que ya prefigura el de Contarlo todo: muy libre y ese descontrol. Un crítico o un lector lo que hace -al menos el que mí me interesa- reacciona con herramientas frente al libro. Querer juzgar ideológicamente un libro sentimental no necesariamente es el mejor camino. Cuando leo libros intento comprender el centro del libro para tener categorías para valorar la obra. Las prosas no son iguales, y lo dije en esa entrevista a Ñ que di en Guadalajara antes de llegar a Lima, el estilo para mí no es cómo juntas las palabras y ver cómo suena tu frase, sino que es una manera de ver, de mirar el mundo.

Luego de toda esta experiencia, ¿cuáles dirías que son tus convicciones literarias? Dicho de otra forma cómo escribías antes de Contarlo todo y ahora, por ejemplo, tu segunda novela.
Es una pregunta bien bacán. Mira, creo que mi transformación, o sea parte de la escritura está reflejada en el mismo Contarlo todo. El personaje que empieza a narrar la novela no es el mismo que la termina, y eso es parte del propio aprendizaje que viví durante los cinco años que escribí la novela. No escribí la novela como la terminé, terminé bastante más descreído de ella. Me di cuenta de lo que la novela no resolvía lo que era yo a los treintatantos años: una novela juvenil, con ciertas características planteadas desde quién narra la novela. Creo que probablemente mi escritura futura va a ser más controlada, quizás sea un punto medio entre Punto de fuga y Contarlo todo, más algo que está apareciendo en mi escritura que tiene que ver con la edad, que es la presencia de la sensación de finitud…no es igual que el chico de 32 que estaba solo escribiendo esta novela heroica que esta persona que tiene casi 40 que sabe que tiene unos años, unas décadas de vida. La escritura se llena de otra condición, entonces uno va avanzando y descubriendo centros expresivos conforme va creciendo también.

 

 

ANTES DE LA EXPLOSIÓN

Jeremías Gamboa (Lima, 1975) es y no es Gabriel Lisboa. Él vivió en el distrito de San Luis y su personaje en Santa Anita. Jeremías vivió con sus padres y su alter ego con sus tíos. Ambos estudiaron Comunicaciones en la Universidad de Lima, y sus carreras periodísticas se parecen: Gamboa no trabajó en Proceso sino en Caretas, y fue cronista y subeditor de la revista Somos. Ambos dejaron sus cómodos empleos para dedicarse escribir. Gamboa enseña periodismo en la UPC y actualmente viaja mucho. Hace poco estuvo en Buenos Aires y antes de eso en la Feria del Libro de Bogotá. Conversamos en uno de los ambientes de la librería Íbero de Larcomar, y por esas coincidencias extrañas, detrás de donde está sentado hay un retrato de Mario Vargas Llosa, que parece elevado a una categoría de deidad.

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Acaba de reeditarse tu libro de cuentos Punto de fuga (2007) que aunque pasó casi desapercibido recibió muchos elogios. Ahora, al leer este cuentario se identifica rápidamente una exploración de algunos de los temas que desarrollas en Contarlo todo. Es decir, ya figura Gabriel Lisboa, hay muchas alusiones al padre que trabaja en la pizzería y le consigue la cita con el subeditor de la revista. ¿Cómo fue este traspaso, esta ‘mudanza’ de un género a otro?
Es interesante ¿no? Siento que en los cuentos, que es un género que a mí me gusta, aunque creo que soy más novelista, trabajé con mucho control ciertos cuentos que me costó mucho escribir. Hay un núcleo en Punto de fuga y me parece bonito que se reedite y que el lector pueda acercarse a ese libro, que es la exploración de una identidad que no se llega a cristalizar, y el personaje que recorre los cuentos de Punto de fuga, en unos relatos se llama Jonás, en otros se apellida Pineda, en otros no tiene nombre. Pero en un cuento, que es María José, que es el único en el que un personaje narra su vida en primera persona. Mira qué interesante que son los mecanismos de la ficción, porque el único personaje con la capacidad de reflexionar sobre el pasado, de darle nombre a las cosas con su lenguaje, es el narrador de María José. Y a ese narrador le puse el nombre de Gabriel Lisboa, en verdad estaba generando el nacimiento del que iba a ser el personaje de la novela. Hasta ese momento no tenía idea que iba a escribir una novela. Cuando empecé a escribir Contarlo todo y vi que el personaje no tenía nombre me di cuenta que podría llamarse Gabriel Lisboa. Entonces Gabriel Lisboa es una proyección, probablemente mía, de un personaje que tiene la capacidad de nombrarse y en eso radica su triunfo. El triunfo de Gabriel en Contarlo todo no es el ascenso social porque él no asciende socialmente, hay que recordarle a algunos lectores que Gabriel termina en Santa Anita bañándose con agua helada, sin novia y sin trabajo. Así que el único “triunfo”, como se le ha denominado a la novela, que tiene es el de nombrar las cosas que le ocurrieron y el de creer que su vida tiene un sentido.

¿Y en esta segunda novela que estás escribiendo ya no hay una relación con estos dos libros?
Ehhhh (sonríe), mira hay algunas cosas por allí. De hecho en Contarlo todo cuando el personaje va hacia Huamanga en el viaje final, allí había la posibilidad de establecer un vínculo con el tercer libro. No es un libro protagonizado por Gabriel Lisboa, es protagonizado por un chico que tiene padre. Lisboa es un chico que tiene que lidiar en esta novela y en otras (si es que escribo otras acerca de él) a partir de la orfandad. El personaje de lo que quiero escribir es más bien un chico que está indagando a partir de las relaciones con su papá.

¿Cómo fue el proceso de ser un escritor de crónicas a empezar a escribir cuentos?
Fue dolorosísimo y buena parte de esa experiencia de aprendizaje lo usé para construir a Gabriel Lisboa, porque las herramientas de la crónica en mi caso servían para apoderarse de un continente y no de un contenido, y creo que ese también las dos caras de la moneda de Contarlo todo. El material de la crónica es lo que ocurrió, de lo que preexiste, tú trabajas con lo que pasó y lo que recreas. En la ficción tú trabajas con una materia mucho más porosa que es la de los deseos y los temores. No cuentas lo que ocurrió sino lo que temiste y lo que deseaste que hubiera ocurrido. Cuando resultan los cuentos de Punto de fuga recién comprendo lo que el periodismo me había dado. Me dio, por lo menos a mí, una relación con el lenguaje mucho más funcional. Como lo he dicho, no soy un escritor de lenguaje, soy un escritor más de imágenes, de sensación, más sanguíneo, más de estar en el lugar.

PuntodeFuga¿Cómo te ubicas dentro del panorama de la literatura peruana actual? Tanto por estilo, por afinidad con autores.
Mira, muchas de las maneras de ubicarme las he comprendido al leer las críticas sobre Contarlo todo. Creo que soy mucho menos consciente de mi posición que la gente que hace crítica. De alguna manera yo, por ejemplo, leí que mi personaje Gabriel tenía un temperamento andino, arguediano. Es una cosa que no pensé cuando escribí Contarlo todo. Claro, mis padres son ayacuchanos y he escuchado huaynos toda mi vida a pesar de que no entiendo el quechua, que quiero estudiar. Pero hay un modo de sentir que me toca cuando leo las novelas de Arguedas, y hay un temperamento que es de alguna manera quizás andino, no lo sé, en un diseño que está un poco más cerca de Vargas Llosa -trato de estarlo, de seguir su idea de disciplina y la ambición de la ficción-, pero he entendido que estoy más cerca de Bryce en el sentido de que el interés es exploración sentimental, de vínculos afectivos. Recuerdo haber pensando mucho en País de Jauja como una novela en la que hay una especie de síntesis, que se celebra, que se canta, entonces tuve muy presente esta novela de Rivera Martínez mientras escribía Contarlo todo. Me parecía que es una novela en la que alguien mestizo, se asumía mestizo, asumía su condición que es un no lugar, estaba en Santa Anita…no está en un club y no se ha hecho rico. Y desde ese lugar, desde esa comprensión de quién es cuenta su historia, y allí, por ejemplo, estoy cerca de Edgardo. Creo que siempre he estado cerca de escritores como que han transitado el centro de la tradición peruana.

¿Qué te llevó a decidir ser un escritor? ¿Cómo fue este paso? ¿Se parece al de tu personaje de Contarlo todo?
Sí, hay algunos elementos que son similares. Soy un escritor muy tardío porque me ha costado mucho escribir, por condiciones extraliterarias y literarias también porque empecé a leer tarde, recién en la universidad. No he sido el escritor que ha escrito desde muy jovencito. Más bien eso para mí fue un problema, «cómo pienso ser escritor si empiezo a leer tan tarde y no he leído tanto». Sin embargo, lo intenté y llegué a la edad que tenía que llegar y, en ese sentido, sí que muchas de las angustias de esos años están depositadas en Gabriel y muchas de las angustias que tenía mientras escribía Contarlo todo también están puestas en Gabriel. Porque mientras escribía esta novela tenía enormes instantes de desesperación, de desaliento, sentía que a quién le iba importar, a quién le iba a interesar esa novela…era una novela que tenía muchas páginas y eso no era indicado…de pronto hay una imagen después de la publicación de que soy un escritor vendido a las trasnacionales cuando fui un escritor que sufrí tanto durante los años que escribí porque tenía una novela tan larga y pensaba que no iba a ser publicada por nadie. Esto lo saben las personas cercanas a mí, que pensaba publicar la novela por mi cuenta si era posible. Al final uno no controla el destino de sus libros y pone el pecho con lo que le toca.

¿Qué consejo literario le darías a los escritores jóvenes o aún en ciernes?
¿Qué consejo…? (piensa unos segundos) Hay un consejo que Naipaul le da a su padre en una carta que le escribe, porque su padre quería escribir..Naipaul cuadra a su padre y le dice: «papá lo más importante para escribir es escribir». Es tautológico, pero es que tú no sabes qué vas a escribir si no escribes. No hay otro consejo, simplemente es sentarse y hacerlo. Creo que hay una frase de Oscar Wilde que es algo así como «lo primero es tener algo que decir y lo segundo decirlo». Y yo mismo que a veces tengo resistencias, tengo que empezar a escribir y a veces como que uno lo deja y tiene problemas para volver a estar en ese lugar y allí hay una frase de Picasso que es «la mejor manera de saber qué vas a dibujar es dibujando». No puedes saber qué escribir fuera de la acción de escribir. En ese sentido, lo que a mí me resultó -si acaso fue así- fue aprender a escribir escribiendo mis historias. No encontré otra forma mejor. Por ejemplo, nunca participé de un taller literario de narrativa, aunque entré a uno de poesía. He dictado unos talleres de narrativa con situaciones encontradas. Creo que un buen escritor tiene que ser un buen lector siempre.

¿Cuál fue el momento más crítico en esta determinación tuya de ser escritor que te llevó a renunciar a un trabajo con mucho confort económico? ¿Te pasó como a Gabriel Lisboa que al inicio no escribías nada?
Claro, tal cual. Y el momento más crítico fue cuando dije que había fracasado. Mostré un par de cuentos a algunas personas, pero que adolecían de las cosas que muchos críticos me han pedido, pero a que a mí no me gustan: eran cuentos con una exaltación de clase que no me parecía verosímil, eran cuentos que trataban de hacer sentir mal al lector, ellos en los que me aggiornaba tratando de buscar un lenguaje prestigioso. En un momento cuando todo no funcionaba me dije que no servía para esto y que otros escritores de mi edad estaban publicando libros estimables, y entonces con la mano al pecho me dije que no sirvo para esto. Y en ese momento en el que tomo la decisión de que me digo que no voy a ser escritor y me libero de los últimos lastres que tenía y me puse a escribir. Eso es algo que me he encontrado en La parte inventada, de Rodrigo Fresán, que es algo que he dicho en varias entrevistas: no quiero ser escritor sino escribir. Fresán lo dice: me interesa cada vez menos ser escritor y me interesa cada vez más escribir.

¿Qué buscas lograr a través de la escritura?
Cuando escribo y las cosas funcionan siento que estoy en un espacio en el que la experiencia tiene sentido. Tengo la impresión de que soy un escritor de contraste, en que mi escena primera, en donde surge mi vocación literaria, viene de un desencuentro, de experiencias muy distintas. Soy un chico de barrio, de San Luis, de un colegio estatal que tiene padres andinos, que va a fiestas patronales, tuve una collera barrial en un momento, luego un grupo de rock en otro, luego pasé a la Universidad de Lima, luego estudié en Estados Unidos, luego fui cronista…sentía que a los 20 años tenía demasiadas experiencias que no sabía cómo organizar, cómo darle sentido a toda esa relación con la materia de la experiencia. Es decir, quizás no soy una persona del todo integrada, pero quizás Gabriel sí. En él de pronto esto tiene un sentido, cuando escribía Contarlo todo y cuando sentía que las cosas funcionaban mejor, sentía que estaba en un lugar mucho más controlable, apacible, logrado, que la realidad. No quería salir y me costó mucho acabar la novela. Creo que la literatura a mí sirve para esto, para ordenar la experiencia, para entender no lo que pasó sino lo que temí, lo que intuí de mí, lo que no me puedo decir de manera consciente, pero sí de una manera lateral.

 

CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR JEREMÍAS GAMBOA

1. Raíces, de Alex Haley.

2. Ana Karenina, de Lev Tolstói.

3. El novelista ingenuo y sentimental, de Orhan Pamuk.

4. Zuckerman encadenado, son cuatro novelas de Philip Roth.

5. El beso de la mujer araña, de Manuel Puig.

 

 



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