El último lector: novelita de un viejo zorro

El fantasma nostálgico (Animal de Invierno, 2013), acaso la mejor novela del escritor peruano Carlos Calderón Fajardo, nos presenta una curiosa mirada del muy abordado periodo de la violencia política. Fue finalista del Premio Tusquets de 2006 y tuvo los méritos suficientes para ganar este galardón español. Gabriel Ruiz Ortega nos presenta una lectura de esta obra que acaba de ser editada.

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Por Gabriel Ruiz Ortega

Sin duda, El fantasma nostálgico (Animal de invierno, 2013) es una de las mejores novelas del narrador peruano Carlos Calderón Fajardo. Narrador que a la fecha habría que dejar de mirar/ubicar como raro y oculto, pese a que durante un tiempo él mismo contribuyó a que lo miremos así.

La novela en cuestión me deja varias preguntas y pocas respuestas. Veamos solo una: ¿hasta qué punto el tópico de la violencia política seguirá ejerciendo magisterio en nuestra narrativa? En lo personal, el asunto ya me cansa y mientras leía el presente libro, barajaba la idea de que podría ser la última gran novela que se ha escrito sobre el punto. Especifiquemos: una de las contadas grandes novelas…

Se ha publicado demasiado sobre el tema y hay que saber buscar en esa hojarasca de novelas y cuentarios animados por el inmediato reconocimiento comercial y por la revaloración ideológica. Pienso en las que van a quedar: Retablo de Pérez, La hora azul de Cueto, La violencia del tiempo de Gutiérrez y Rosa Cuchillo de Colchado. Y paremos de contar.

Hagamos un poco de historia. Se supone que El fantasmadebió ganar el Premio Tusquets de Novela 2006. Pero no fue así. Y ¿por qué no si tenía todos los méritos, más aún cuando el tópico de nuestra violencia política gozaba de cierta moda internacional? La novela está muy bien escrita y transmite en su brevedad; además, el autor hace uso de una estructura en apariencia fácil (mas esta es sumamente complicada en ejecución, no lo olvidemos: Calderón Fajardo es un viejo zorro, mientras nosotros estamos de ida, él ya está de vuelta, sentado y bebiendo vinito, mirándonos y sonriendo mientras intentamos desentrañar los secretos de su costura narrativa). Pues bien, esta novelita no podía ganar el Tusquets, ni ningún premio parecido, menos aún los galardones novelísticos de la quinta división de la literatura en castellano. Comercialmente no funciona. Premiarla hubiese significado tirar al agua una inversión. Y está bien que haya sido así, porque ganó la literatura escrita desde la honestidad de oficio, aquella que rehúye del efectismo narrativo calculado y del aprovechamiento temático que hemos visto en no pocos narradores de estos lares.

Calderón Fajardo nos ofrece una mirada muy curiosa del muy abordado asunto de la violencia política. Nos presenta la búsqueda que realiza Valentín López de su padre Avelino, abatido por las fuerzas antisubversivas en los años del conflicto armado. Pero esta búsqueda tiene lugar en los terruños de la memoria, el pasado. Estamos pues ante una novelita de espectros, ante una deliciosa novelita de atmósferas. Además, en más de un párrafo, somos testigos de la excelencia estilística del hacedor, que nos transporta a los mejores instantes de su también novelita La conciencia del límite último.

Nuestro autor marca con cuidado sus coordenadas. Él, mejor que nadie, sabe que en esta empresa un párrafo demás, una abierta postura ideológica, puede derrumbar su pequeña catedral. Lo suyo es contar una historia y le es fiel a esa apuesta. Le hace ascos al alegato, como tiene que ser, para seguir hurgando en la recuperación de la memoria del padre de Valentín y llegar a saber lo que verdaderamente pasó con él. Para tal efecto, se vale de logradas metáforas y alegorías, que a fin de cuentas, son lo mejor del presente trabajo. Calderón Fajardo no solo nos entrega una muy buena novela, también escuelea a sus compañeros generacionales y a las aún jóvenes promesas literarias, el mensaje es claro: la literatura no debe mancharse con posturas políticas e ideológicas personales, ni por afanes comerciales que marcan la pauta editorial. Por otra parte, El fantasma nostálgico podría interesar al cada vez más creciente número de lectores peruanos de narrativa fantástica. No soy el primero en señalar esta peculiaridad. Pero tengamos en cuenta que la hechura de la novela no es reciente y que, como sabemos, llevó buen tiempo sin publicarse. Por ello, enhorabuena a los seguidores de lo fantástico Made in Perú, puesto que ahora tienen a la mano un libro de alta calidad, porque con calidad es que se debe empezar a hablar de tradición. Lo demás es demagogia barata.

 

 

*Gabriel Ruiz Ortega nació en Lima, en 1977. Es autor de la novela La cacería (2005) y hacedor de tres antologías de narrativa peruana última: Disidentes (2007), Disidentes 1. Antología de nuevas narradoras peruanas (2011) y Disidentes 2. Los nuevos narradores peruanos 2000 – 2010 (2012). Es librero de Selecta Librería  y administra el blog La Fortaleza de la Soledad.

 



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