Edgardo Rivera Martínez: «Me reconozco en la poesía de César Vallejo»

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Si nos mirásemos en el espejo de País de Jauja, una de las más grandes novelas de nuestra literatura, seríamos probablemente una sociedad menos conflictiva. Ese diálogo feliz entre lo andino y occidental está presente en la narrativa Edgardo Rivera Martínez, autor que acaba de publicar A la luz del amanecer y que nos ha recibido en su casa de Lima, esa ciudad que solo disfruta en verano.

Por Jaime Cabrera Junco

Parece que el arte magnificara a las personas, pues cuando lo veo ingresar en la sala de su departamento tengo la impresión de estar frente a alguna deidad. Edgardo Rivera Martínez (Jauja, 1933) saluda con cortesía y se dirige hacia el sofá. Aunque el invasor soy yo, se le nota algo intranquilo más aun cuando se percata de la cámara de video que tiene al frente. Sin embargo, cuando empieza la conversación se olvida de ese aparatejo y las palabras empiezan a fluir. Se acaba de romper el hielo.

¿Es usted, como dijo un crítico, un amante de la música que se ha abocado a la literatura?
Sí, efectivamente. En mi infancia me dedicaba aparte de la literatura a la música. Aprendí a tocar el piano y ese amor por la música me ha durado toda la vida.

Incluso comentó que alguna vez postuló al Conservatorio de Música
Sí, pero luego advertí que para la música se necesitaba haberse iniciado mucho antes, entonces me dediqué solo a la literatura.

¿Y cómo surge su vocación por la escritura?
Mi vocación por la literatura no sé si será una cuestión genética, del ambiente en que viví o de mi familia, pues sobre todo mi hermano y mi abuelo materno eran amantes de la literatura. Había libros en la casa, se apreciaba la lectura y en esa época no había la televisión que tanto ahora abstrae la atención de los jóvenes, y uno se distraía con la literatura y con el cine.

Decía usted que se inició en el cuento cuando era un escolar, ¿recuerda qué edad tenía cuando empieza a escribir?
Más o menos que yo tenga presente, en tercero o cuarto de media me publicaron un cuento en la revista del colegio, y el profesor de literatura, que era una persona muy versada, le puso una breve y elogiosa nota introductoria a ese cuento que se titulaba La cruz de piedra.

¿Qué lecturas lo cautivaban cuando era niño y adolescente?
Gracias a mi hermano mayor me inicié en la lectura de las novelas de Julio Verne, de Emilio Salgari, que son novelas de aventura, así como los cuentos de Las mil y una noches. Así también como narrativa peruana, por ejemplo Ciro Alegría y José María Arguedas.

Siempre menciona como referentes a Marcel Proust y a César Vallejo, de quien dice sentirse muy identificado
Sí, especialmente admiro y me reconozco en la poesía de César Vallejo, en quien veo a un peruano y un genio universal.

¿Y por qué esa identificación con Vallejo?
Por esa cercanía con la tierra, la cercanía con lo familiar, esa apertura a otros mundos y a esa creatividad y originalidad. También lo admiro por esa poesía vinculada con sus inquietudes sociales.

Se recalca mucho que en su obra hay una constante armonización entre nuestras raíces andinas y la cultura europea. Se habla incluso de que su obra es una forma de «neoindigenismo». ¿Qué tan consciente es ahora de eso?
Yo no sé si se puede calificar mi obra de neoindigenista, pero lo que yo he postulado, consciente o inconscientemente, es una apertura de lo andino a lo universal, de nuestras raíces hacia otros horizontes, y eso es lo que aparece también en mi obra.

¿Ve difícil, sino imposible, que haya un «diálogo feliz», como decía usted, entre la cultura andina y la occidental?
Ese diálogo no es fácil, el poder de los medios de información es muy grande, la urbanización del país, la televisión hacen las cosas muy difíciles. Pero postulo siempre el hecho de que somos un país multicultural, de una raíz andina y selvática, pero abierto a la modernidad sin pérdidas de ese vínculo fundamental.

El país vive actualmente un boom económico que ha generado tensiones entre el ande y la costa (donde reside el poder central) especialmente por la minería. ¿Qué le parece esto?
Evidentemente a lo largo de la historia, desde la Conquista, hay una prevalencia de lo externo, de lo europeo, de los intereses económicos (de Estados Unidos sobre todo). Pero por otro lado tenemos a la exclusión, que es un fenómeno doloroso que caracteriza a la sociedad peruana y contra la cual se comienza a luchar, por ejemplo con el Ministerio de la Inclusión Social, espero con éxito. Sin embargo, dentro de un régimen en el cual prevalecen los intereses económicos eso se ha hecho muy difícil.

«A LA LUZ DEL AMANECER», SU NUEVA NOVELA

El ilustre crítico literario Antonio Cornejo Polar dijo alguna vez sobre Rivera Martínez: «su narrativa deslumbra, más que por la afanosa búsqueda de novedad, por la limpieza y hondura de su espléndida sencillez». Esto se comprueba nuevamente en su cuarta novela titulada A la luz del amanecer (Alfaguara, 2012). El argumento del libro se centra en la historia del protagonista y narrador, Mariano de los Ríos, quien regresa a su casa natal, en Soray -un pueblo imaginario de los andes-, para quedarse en ella. Cuando recién llega vuelven los recuerdos de su infancia y juventud, de su familia y de las mujeres que ha amado. Esos recuerdos empiezan en la noche y terminan al día siguiente, a la luz del amanecer.

A la luz del amanecer exuda mucha nostalgia y está cargada de reminiscencias del narrador-personaje. ¿Cómo definiría a esta novela?, teniendo en cuenta que País de Jauja está marcada por la esperanza y la alegría
La definiría como una novela de apertura a otros horizontes, pero a la vez del reencuentro del protagonista consigo mismo, con su familia, con sus antepasados y con las mujeres que más ha amado. Ese fenómeno se da a una escala mayor porque él viaja, por razones de su profesión, a Europa y a otros países.

¿Cuál fue el punto de partida de esta obra?, pues tengo entendido que trabajó en ella desde hace varios años, incluso menciona su título en una entrevista que le hicieron en 2008.
No recuerdo exactamente cuál fue el punto de partida, pero en algún momento me encontré con la idea y empecé a escribir, alternando lo lúcido, lo onírico con lo fantasmagórico. Es un reencuentro a la vez una vivificación, por eso al final a pesar de la edad del protagonista hay una apertura a una nueva vida. De allí que el título de la novela sea A la luz del amanecer, porque en toda una larga noche de regreso, el protagonista ha rememorado toda su vida.En la novela su protagonista evoca su niñez, adolescencia y a su familia en su tierra natal.

El protagonista hace una suerte de viaje en sus recuerdos durante toda la noche hasta al amanecer. Este es un símbolo que para él es como una revelación. ¿Cómo decidió jugar usted con esta metáfora?
Es un final abierto, de alguna manera feliz, porque él no se abandona a la melancolía ni a los puros recuerdos, sino, a pesar de su edad a nuevas experiencias, nuevos sentimientos, pero ya radicado en el pueblo donde nació.

¿Comparte usted a esta altura de su vida también esa añoranza que tiene el personaje Mariano de los Ríos por su tierra, por su niñez y adolescencia?
Naturalmente. Es un fenómeno propio de la edad, propio del temperamento de la intensidad de los recuerdos y de la intensidad con que evoco lo vivido.

EL ESCRITOR Y SU OBRA

Don Edgardo tiene una notoria dificultad para hablar, pero evito cometer la impertinencia de preguntar a qué se debe. Su esposa, la señora Betty, me recibe con mucha amabilidad y me sugiere que levante la voz para que él pueda escucharme mejor. Al observar la sala me llaman la atención dos cosas: el viejo piano negro, aquel que Rivera Martínez tocaba en su casa de Jauja, y un lienzo antiguo de la virgen María con el niño Jesús. En el estante de su biblioteca hay algunos libros, unos sobre historia de la música, pero también hay portarretratos con fotografías de niños, sospecho que de sus nietos. «¿Le gusta algo de Lima?», le pregunto. «El verano», responde, y al mencionarle el invierno y la neblina que son tan abundantes en Miraflores -donde vive- hace un gesto desaprobatorio con ambas manos. Estamos en otoño, pero el sol de esa mañana se parece aún al de verano.

¿Escribe todos los días? ¿Tiene horarios?
No, no tengo horarios. Puedo escribir en las mañanas, en las tardes, rara vez en las noches.

¿Sigue escribiendo cuentos? ¿O está dedicado a la novela?
No, ahora estoy trabajando en una nueva novela que no sé cuándo la terminaré.

¿Y desde hace cuándo viene trabajando esa novela?
Desde hace unos meses. Tengo el título, pero prefiero mantener la reserva.

¿Para comprender el mundo andino es necesario haber vivido en él? En una entrevista decía usted que Lituma en los andes demostraba que Mario Vargas Llosa no había entendido la cultura andina.
En esa novela hay una mirada desde afuera, del costeño, aunque él haya nacido en Arequipa. Es muy diferente al caso de Arguedas, de Ciro Alegría, o como el propio Vallejo que va de lo profundamente andino a lo universal, como en sus libros Poemas Humanos y España, aparta de mí ese cáliz.

¿Cuál cree usted que ha sido su aporte a la novela peruana?
Creo que mi aporte sería mi propia visión de la vida, de mi país, del mundo actual, tal como se da en mis novelas.

¿Qué consejos les daría a los jóvenes escritores?
A los que se sientan con vocación por escribir les diría que tengan constancia, que dejen fluir lo que brota de su imaginación, de sus experiencias, de sus intuiciones.

¿Cree que su obra se podría entender en otros países?
Es un poco difícil, pero hay estudiosos de Francia y de Estados Unidos que se han ocupado de mi obra. Ahora, una profesora de la Universidad de París está traduciendo País de Jauja, lo cual es bastante difícil.

¿Usted diría como Oswaldo Reynoso que solo escribe para el Perú?
No, no necesariamente. Principalmente para el Perú o para una cultura hermana como quizás Bolivia o Ecuador.

¿Qué retos tiene como escritor?
Expresar, dar forma literaria a lo que he imaginado, a lo que he vivido, a lo que he sentido.

El próximo año cumplirá 80 años, ¿cómo se siente ahora?
Espero tener la vida, la vitalidad para continuar escribiendo.

CINCO LECTURAS RECOMENDADAS POR EDGARDO RIVERA MARTÍNEZ

1. El Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

2. La poesía de César Vallejo.

3. La poesía de José María Eguren.

4. En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

5. Toda la literatura clásica griega.



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